Abandonad toda esperanza

miércoles, 13 de abril de 2011

Segundas oportunidades



Segundas oportunidades, reediciones, recopilaciones en formato de novela gráfica... Fórmulas editoriales necesarias para que el mercado del cómic, como cualquier otro del sector editorial, siga vivo; y además de necesarias, convenientes para que ese lector desprevenido que ha dejado pasar una obra que podría ser de su interés pueda recuperla sin demasiadas complicaciones, y a veces en un formato que considere más adecuado para su disfrute.



Sin ir más lejos, un servidor no leyó en su día Juego de manos, la primera novela gráfica de Jason Lutes, y que a comienzos del presente año reeditaba La Cúpula dándome, como a otros muchos lectores, una nueva oportunidad... al mismo tiempo que demostraba la vigencia y el interés de este debut por parte del luego consagrado autor de la trilogía Berlín. Un debut del que, dicho sea de paso, firmas tan autorizadas como las de Scott McCloud o Chris Ware habían dicho maravillas; en las líneas que siguen sumaré mi humilde recomendación a las suyas.



Precisamente de segundas oportunidades habla, en buena medida, Juego de manos: sus protagonistas, perdidos en un maremágnum de relaciones interpersonales y atormentados cada cual con las pérdidas que han dejado atrás, buscan una especie de redención, cuando no un sencillo impulso para marchar hacia adelante y tener las fuerzas suficientes para levantarse de la cama y encarar un nuevo día.



Así le ocurre a Ernie Weiss, personaje central del relato que sirve para aglutinar al resto: Ernie es un ilusionista que no pasa por uno de sus mejores momentos, ni personal ni profesionalmente hablando... Atormentado por la pérdida de su hermano, que pretendía emular al gran Houdini lanzándose encadenado a las aguas del río -precisamente al popular escapista dedicaría luego Lutes otra de sus obras: Houdini: el rey de las esposas-, y deprimido por una reciente ruptura sentimental, busca el apoyo de Al Flosso, un mago jubilado que lo tomó con pupilo y al que enseñó todos sus trucos.



Pero Al es hoy un viejo que, víctima del alzheimer, pierde la memoria a pasos agigantados: recuerda mucho mejor los tiempos pretéritos de esplendor que lo que hizo el día anterior, confunde a las personas con otras, y habla con viejos compañeros del mundo del espectáculo que ya hace mucho tiempo desde que abandonaron la existencia terrenal. De esta forma, sobrevive en un mundo poblado por fantasmas del pasado.



La pareja formada por Weiss y Flosso constituye un peculiar póker de ases de inadaptados a su pesar al unirse a ellos otra pareja: la formada por Nathan Lander, un timador callejero que malvive de pequeñas estafas pero que sueña con un futuro mejor, y su hija Claire, una niña a la que la realidad le ha impuesto convertirse en cómplice de su progenitor.



Siguiendo con el símil de la baraja, la ex novia de Ernie, Esther, sería el comodín que conforma la jugada perfecta de Lutes: cinco personajes trazados con tiralíneas que acaban viendo cómo sus vidas se unen en una peripecia única donde todos están, de una u otra forma, encadenados... Las cadenas reales que acabaron con la vida del hermano de Ernie funcionan como metáfora visual de la situación anímica y emocional de cada uno de los protagonistas, que Lutes dibuja alcanzando un ángulo de ciento ochenta grados del olvido de Al -al que seguro le gustaría recordar más de lo que recuerda- a la memoria de Ernie -que llega a afirmar que el anterior le enseñó todo lo necesario, menos a olvidar-.

Autorretrato de Jason Lutes


A partir de esta idea, Jason Lutes construye una historia de corte realista pero donde deja espacio para la magia del azar y la casualidad, ese fantástico verosímil que emparenta a Juego de manos con la narrativa de, por ejemplo, Paul Auster, y que deviene en un final ni feliz ni triste, sino real como la vida misma, donde queda un resquicio de esperanza para algunos personajes y ningún atisbo de la misma para otros. Una conclusión a la que se llega y que se lee con un nudo en la garganta, y que confirma a Juego de manos como una soberbia novela gráfica que no debería pasar desapercibida.



Aunque no lo era originalmente, también como obra unitaria y también de mano de La Cúpula nos llegaba el pasado mes de marzo Penny Century, una obra que en su mayoría había visto la luz previamente en formato comic book y que ahora aparece en la línea "Novela gráfica" como lo hicieron antes otras obras de su autor, Jaime Hernandez. De hecho, Penny Century es, como lo fue La educación de Hopey Glass, una suerte de spin of de Locas, la creación más popular de ese miembro de los Hernandez Bros, que junto con Art Spiegelman y Robert Crumb -o, si se quiere, Raw, Zap Comix y Love & Rockets- forman la sacrosanta e intocable trilogía del comic indie norteamericano.



El presente volumen incluye 25 historias de extensión muy variable -algunas de una sola página-, que abarcan la producción del autor inmediatamente posterior a la recogida en los tres volúmenes de Locas editados por la editorial barcelonesa; esto es, las historietas realizadas por el autor entre 1996 y 2002. Y decir que la heroína Penny Century es la protagonista de todas estas historias, o incluso de buena parte de las mismas, sería faltar a la verdad: como suele pasar en las creaciones de Jaime Hernandez, sus relatos son historias corales ambientadas en su particular universo, el de Locas, y donde personajes que ya resultarán familiares al lector se entrecruzan continuamente por voluntad propia cuando no por puro azar... o, quizá, movidos por un destino que no alcanzan a comprender y que los maneja a su antojo como a marionetas.



No obstante, es obvio que uno de los personajes principales es Beatriz Garcia, también conocida como Penny Century: ex pareja del popular Ray Race y de Ray Dominguez, se ha convertido con el paso de los años no solo en una de las esposas del mefistofélico (al menos en cuanto a su aspecto exterior) multimillonario H. R. Costigan, sino también en la superheroína poderosa y sexy con la que siempre soñó en convertirse. Ahora Costigan ha muerto, y esto traerá consecuencias impredecibles no solo para su viuda, sino también para las personas que se mueven a su alrededor.



Y estas no son otras que Maggie Chascarrillo, quizás el personaje central de Locas, y la temperamental Hopey Glass; y también la tía Vicky, vieja gloria de la lucha libre femenina, que protagoniza el relato inaugural "¡Uauuu, Nellie!", todo un prodigio y una lección de narrativa secuencial. Por no hablar del citado Ray Dominguez, que protagoniza algunas de las mejores historias del volumen, y en las que Hernandez prescinde de los diálogos y apuesta por el monólogo interior al más puro estilo del género negro más ortodoxo y reconocible.



El presente volumen está repleto de hallazgos marca de la casa: desde la historia "¡Escalofrío!" en la que se homenajea a los tebeos de terror y suspense publicados por EC Comics en los años 50 -y donde Hernandez imita el estilo de dibujantes de entonces, como Johnny Craig o Wally Wood-, a "Vacaciones de verano", en la que se nos narra un episodio de la infancia de Isabel Ortiz con un estilo cercano al cartoon y a al de algunas tiras de prensa clásicas estilo Peanuts.

Autorretrato de Jaime Hernandez,
rodeado de sus personajes


Con todo, y como suele ocurrir también con el resto de la producción de Jaime Hernandez, Penny Century es una obra casi inabarcable y de la que no conviene desvelar demasiado: y no por los supuestos elementos de intriga o suspense que pueda generar la historia, que aunque los tenga serán los menos, sino por la fascinante capacidad del autor para sorprender al lector mediante los caminos temáticos y las opciones formales que va tomando el discurrir del relato. Así pues, una obra de lectura indispensable.


Título: Juego de manos

Autor: Jason Lutes (guión y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: enero de 2011 [2.ª ed.]
160 páginas (b/n) - 19 €

Título: Penny Century
Autor: Jaime Hernandez (guión y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: marzo de 2011
260 páginas (b/n) - 19 €

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