jueves, 30 de abril de 2009

Comic Top 5: Abril 2009

Dado que mañana 1 de mayo es viernes y enlazaremos a nuestra columna semanal de El Periódico de Villena -esta vez, sobre el fallecido J. G. Ballard-, adelantamos un día nuestro habitual Comic Top 5 con los cinco mejores tebeos leídos a lo largo del mes de abril.

En orden alfabético, estos han sido los siguientes:



1.- El triángulo secreto
Didier Convard et alii (Glénat)



2.- La montaña mágica
Jiro Taniguchi (Ponent Mon)



3.- Los años del elefante
Willy Linthout (Ponent Mon)



4.- Ombligo sin fondo
Dash Shaw (Apa-apa Còmics)



5.- Super Spy
Matt Kindt (Norma Editorial)

miércoles, 29 de abril de 2009

Ombligo sin fondo / Los años del elefante: Asuntos de familia



En la edición del pasado domingo del programa cultural de La 2 Página 2, en la sección de recomendaciones de lectura, y nada más y nada menos que junto a valores consagrados pretéritos y presentes de las letras universales -de las cartas completas del poeta maldito Arthur Rimbaud a la última novela policíaca de John Banville, el autor de El mar- destacaron una novela gráfica en particular: Ombligo sin fondo, de Dash Shaw, editada en nuestro país por una nueva editorial, pequeña pero pujante y con un catálogo tan (lógicamente) breve como prometedor: Apa-apa Còmics.



Una vez leída y profundamente disfrutada no nos extraña ni lo más mínimo dicha recomendación: es más, vaya por delante antes de entrar en materia que estamos ante un título llamado a engrosar las filas de los mejores cómics del año en curso, y si tuviéramos que apostarnos un brazo por elegir quién lideraría un hipotético Top 10 no dudaríamos en elegir este Bottomless Belly Button.

A simple vista, estamos ante una historieta que podría enmarcarse dentro de las coordenadas del llamado slice of life ("pedazo de vida"); esto es, del género de ficción que pretende captar la inmediatez, la cotidianeidad y la ocasional improvisación de la vida real. No obstante, hay que tener en cuenta que ya se da cierto conductivismo desde el mismo momento de elegir el tema, los personajes, en definitiva el microcosmos a representar en la narración. Véase si no, y sin abandonar el campo de la narración secuencial, que uno de los ejemplos paradigmáticos de esta corriente, Strangers in Paradise de Terry Moore, coquetea alegremente con subtramas más propias del género policíaco y aledaños.



Precisamente Jim Jarmusch, cineasta independiente que tiene en su haber una película de título muy parecido a la obra de Moore -Stranger than Paradise-, solía argumentar que sus películas carecían de una estructura narrativa clásica porque la vida real, que pretende reflejar en sus fotogramas, carece de argumento. De igual forma, las tres partes de Ombligo sin fondo -"tómate un descanso entre una y otra", recomienda el propio Shaw en la primera página- no se corresponden con el esquema tradicional de "planteamiento, nudo y desenlace", aunque el relato sí siga una progresión temporal de orden lineal, sino que parecen estar más relacionadas con el largo proceso de creación de la obra: de marzo de 2005 a agosto de 2007.



Así es: dos años y medio de gestación, y es que Ombligo sin fondo es una novela gráfica de más de 700 páginas; una extensión que podría parecer desmedida y que salta a la vista de tal manera que en un primer momento podría disuadir a más de un lector. Desde aquí aportamos nuestro granito de arena para difundir esta obra recomendando a nuestros lectores que no le tengan miedo a semejante mamotreto y se sumerjan sin miedo en sus páginas.

¿Para contar qué historia ha necesitado este joven autor californiano semejante volumen? La respuesta no es otra que la ruptura de un matrimonio, los Loony, y de cómo este hecho afecta a la familia más cercana: los dos integrantes del mismo, Peter y Maggie; sus tres hijos: Dennis, Claire y Peter; la esposa de Dennis, con la que tiene un niño pequeño; y Jill, la hija adolescente de Claire, a su vez madre separada. Todo ello en un marco espacial y temporal muy delimitado: seis días en la casa de la playa de los padres.



Lejos de construir una narración coral al modo convencional, donde los distintos protagonistas interactúan en el escenario de la mano del autor, Shaw aboga más bien por seguir a los diferentes personajes por separado; estos apenas coinciden en algún acto familiar de carácter social, como comidas y cenas marcadas siempre por la frialdad reinante solo rota por puntuales estallidos de violencia verbal. De esta manera, el autor centra su atención principalmente en los tres hijos de Peter y Maggie, y en reflejar cómo les afecta el gran cambio que supone la separación de sus padres después de cuatro décadas de matrimonio aparentemente feliz.



Así, si Dennis, el mayor, responde con una virulencia inusitada que sorprende a muchos de sus congéneres, y Peter, el menor, siempre representado con cabeza de sapo a modo de cartoon, parece ajeno al drama de sus padres y su hermano y se muestra imperturbable y más preocupado por sus propias inquietudes e intereses sentimentales, la hija mediana, Claire, muestra una postura intermedia, aparentemente más razonable y poco a poco asimila y asume la noticia. Pero, ¿quién define lo que es razonable? Como decía Jarmusch, la vida carece de argumento, y el drama de Dennis radica precisamente en buscar infructuosamente una respuesta para algo que no la tiene.



No podemos saber si la maestría con la que Dash Shaw retrata a la familia protagonista responde a un talento desmedido -sobre todo teniendo en cuenta que el autor nació en 1983, así que no había cumplido el cuarto de siglo cuando culminó su obra- o si se ha basado en vivencias personales (o ambas cosas). Lo que sí sabemos es que pese a la poderosa sensación de credibilidad que consigue con su narración, y que podría sugerir la autenticidad de los hechos narrados y por tanto una cierta no representatividad de los mismos, también parece querer subrayar que en todas partes cuecen habas, desde el momento en que bautiza a sus protagonistas como "los Loony" ("los Chiflados") o llega a afirmar que "Hay muchos tipos de familia Loony" para acto seguido presentarnos a sus integrantes poco después de haber glosado con ejemplos gráficos los numerosos tipos existentes de arena.



Seguir explicando el contenido de Ombligo sin fondo sería hacerle un flaco favor a la obra y al futuro lector: en primer lugar, porque dicha explicación sería a todas luces reduccionista y por tanto de escasa justicia; y en segundo lugar, porque el trabajo gráfico de Shaw, más influenciado por la óptica distanciada de Chris Ware (Jimmy Corrigan) o incluso del mejor Adrian Tomine (Rubia de verano) que por otros autores del panorama indie preocupados por cuestiones familiares -Daniel Clowes, por ejemplo-, es tan portentoso, con un dominio del espacio y del tiempo asombroso, que hay que descubrirlo de primera mano y sin intermediarios para apreciarlo en su justa medida.



Solo diremos, respecto de lo primero, que a pesar de la citada verosimilitud que el autor imprime a su obra, no se priva de incluir ciertos elementos de carácter simbólico, convirtiendo la residencia de los Loony, plagada de pasadizos secretos y llaves que abren puertas, en una metáfora arquitectónica de la propia estructura familiar, compleja y repleta de intrigas, y a Dennis en un investigador privado en busca de la Respuesta que lo explique Todo. En cuanto al apartado formal, y subrayando dicho distanciamiento, la edición de Ombligo sin fondo -tanto la original como la española, pues esta es bastante similar a aquella- aboga por una identidad autoconsciente del producto, recordándonos en todo momento que estamos ante un cómic, además no apto para niños, y donde las onomatopeyas son sustituidas por los verbos que les corresponden. Y menudo cómic...



Menos ambiciosa, y probablemente menos redonda, pero igualmente una obra espléndida que sin duda estará entre lo mejor de este 2009, se nos antoja Los años del elefante, de Willy Linthout, recientemente publicada en España por Ponent Mon, una editorial que vuelve a demostrar así su gozosa inquietud por estar al tanto de lo mejor que se cuece en todo el planeta y que no se conforma con limitarse a valores seguros como Jiro Taniguchi o el nouvelle manga.

Allí donde Dash Shaw y Ombligo sin fondo apuestan por las frías dotes de observación de un entomólogo sin sentimientos, Willy Linthout toma el camino diametralmente opuesto, y se lanza a realizar ejercicios funambulistas sin red en esta obra de corte autobiográfico que, sin ser su mayor éxito de ventas -este honor le corresponde a la serie Urbanus, con más de diez millones de copias vendidas en Holanda y Bélgica-, sí le ha valido el espaldarazo de la crítica internacional y que su nombre suene como el de un autor a seguir muy de cerca.



El protagonista de Los años del elefante se llama Karel Germonprez, está casado desde hace años con Simone y trabaja en una oficina a las órdenes del típico superior insensible y al lado de compañeros que, en su mayoría, ignoran cuáles son sus sentimientos, emociones, preocupaciones o anhelos. Así, su existencia cotidiana parece evolucionar aparentemente sin sobresaltos... o eso al menos sospecha el lector, pues la obra arranca in medias res y con el acontecimiento que marcará un antes y un después en la vida del protagonista: el suicidio de su hijo.



Al contrario que Ombligo sin fondo, de la que destacábamos nuestro desconocimiento en cuanto a la relación de su autor y el material que maneja, sí sabemos que el ficticio Karel no es sino un trasunto del propio Willy Linhout, que perdió a su hijo en tan dramáticas circunstancias. Así se lo descubre al lector en las últimas tres páginas de la obra -publicada originalmente en ocho entregas, reunidas aquí en un volumen único para disfrute del lector-, donde la viñeta se descubre como tal y el autor, en una pirueta metanarrativa de lo más explícita, se retrata a sí mismo dibujando su obra antes de irse a dormir.



De esta forma Los años del elefante -cuy título, a modo de figura literaria, alude a un instrumento que el protagonista (y el autor) usa(n) para tratar su apnea de sueño y que asemeja una trompa de paquidermo- nace con una clara voluntad terapéutica, que pasa por asimilar una realidad demasiado horrible para hablar de ella abiertamente, y que con el paso del tiempo parece haber cumplido habida cuenta de que el cómic en cuestión está siendo usado como herramienta de trabajo por diferentes organizaciones que ayudan a superar el suicidio de personas allegadas.



La inmediatez, la cercanía, de la obra, se aprecia en el acabado formal: dibujada en un primer momento a lápiz sobre el que después se ha aplicado un trazo más fuerte, el autor renuncia a borrar los restos del primero como si quisiera destacar que su razón de ser no es la de contar con un acabado bello, sino que se trata de una obra funcional, y donde Linthout no teme oscilar entre el costumbrismo y la fantasía, entre lo realista y lo onírico, según se lo pida su estado de ánimo.



Los años del elefante está plagada de hallazgos, demasiados para enumerarlos todos aquí. Pero destaquemos algunos: por ejemplo, la personificación, y posterior santificación o demonización -según la persona y su particular modo de enfrentarse al drama-, de la silueta de tiza en el asfalto donde quedó el cadáver del finado; los clones diminutos del jefe, nacidos de huevos al más puro estilo de los ultracuerpos y sus vainas de la novela de Jack Finney; incluso una figura tan manida como la falla en el suelo que separa a dos amantes o a una persona y su destino funciona aquí a la perfección y aparece perfectamente intregrada en el desarrollo de la trama.



Así pues, y a pesar de que hasta la fecha Willy Linthout era un autor desconocido en nuestro país, no nos extraña, dicho lo dicho, que su Los años del elefante fuese premiado en Holanda con el prestigioso Stripschapspenning al mejor trabajo de literatura gráfica de 2007, o que al año siguiente recibiera en Bélgica el premio al mejor cómic cultural belga. E igualmente no debería extrañarnos cuando a comienzos del 2010 todos, críticos de revistas y blogs especializados y lectores, empecemos a elegir lo mejor del año pasado y los nombres de Dash Shaw y Willy Linthout empiecen a repetirse por doquier. Sus obras, ambas espléndidas pero muy diferentes entre sí, bien lo merecen.


Título: Ombligo sin fondo
Autor: Dash Shaw (guión y dibujo)
Editorial: Apa-apa Còmics
Fecha de edición: abril de 2009
720 páginas (b/n) - 27 €

Título: Los años del elefante
Autor: Willy Linthout (guión y dibujo)
Editorial: Ponent Mon
Fecha de edición: marzo de 2009
168 páginas (b/n) - 16 €

martes, 28 de abril de 2009

Bodrios que hay que ver: Programa doble Shadow Warriors

Los verdaderos mitos del cine nunca mueren, y ahí está Sylvester Stallone para justificarlo: después de protagonizar, escribir y dirigir John Rambo demostrando que está hecho un chiquillo (enfermo, estropeado y achacoso, pero un chiquillo), Sly vuelve a ponerse delante y detrás de las cámaras con la esperadísima The Expendables ("Los Prescindibles"), una película donde reúne algunos nombres clave del cine de acción de los 80, caso de su enemigo ruso de Rocky IV Dolph Lundgren (Dark Angel) o el mismísimo Arnold Schwarzenegger en plan cameo, pasando por el luchador de wrestling Randy Couture, viejas glorias hoy todavía vigentes como Eric Roberts o Mickey Rourke, y nuevos nombres del cine de guantazos, como Jason Statham -sí, ese que sale en todas las películas, como ya denunciamos- o el asiático Jet Li (que nos visitó con El maestro).



Por su parte, Steven Seagal (otro tanto con Cazadores de sangre) y Jean-Claude Van Damme (por partida doble: Cyborg y Double Team), enfadados porque Sly no les invitó a la fiesta, han anunciado ya que preparan su guateque alternativo: Weapon, un film en el que ambos serán hombres de acción enfrentados con habilidades diferentes: uno es experto en armas blancas, y el otro en armas de fuego (sic).



Así pues, las pantallas de cine de todo el mundo se llenarán de action men en el próximo 2010. Solo faltará, sí, Chuck Norris, más preocupado por ser presidente de una Texas independiente de los Estados Unidos de Obama. Y ustedes se dirán a sí mismos, y si no lo hacen ya se lo comento yo... ¿Acaso no molaría juntar también en una película a algunas de las presencias más rutilantes del cine de acción de serie Z, aquel rodado directamente para explotarlo en videoclubs y cadenas televisivas? Pues sí, molaría, pero no hace falta hacerlo porque ya está hecho, y el responsable de tamañan hazaña es Jon Cassar.



Cassar, que ayer mismo cumplía 51 años -sirvan estas líneas de rendido homenaje: como tú solo puede haber uno, a Dios gracias-, y que hoy ha conseguido limpiar poco más o menos su nombre figurando como director y productor de un buen número de episodios de 24, la serie que relata las peripecias de Jack Bauer (ese hombre capaz de ganar a todos los antes mencionados a golpe de pestañas y mohínes), dirigió en la segunda mitad de los años 90 las dos entregas de Shadow Warriors, un programa doble concebido directamente para televisión en el que reunió nada más y nada menos que a Hulk Hogan, Shannon Tweed, Carl Weathers y Martin Kove.



El primer film, Shadow Warriors: Asalto a la isla (Assault on Devil's Island), realizado en 1997, presenta a un grupo de marines entrenados para matar -sí, como Michael Paré- liderados por Mike McBride, un cachas al que interpreta el actor y luchador Terry 'Hulk' Hogan, al que secunda cual mano derecha Roy Brown (encarnado por Carl Weathers, otro enemigo de Rocky, el célebre Apollo Creed, así como mítico 'Acción' Jackson). Este grupo viaja a no recuerdo bien dónde para atrapar a Carlos Galindo, un malvado narcotraficante que introduce droga proveniente de Latinoamérica en los Estados Unidos, y al que da vida otra presencia clave del cine ochentero y noventero más tirado: el torvo e inquietante Billy Drago (otro que repite: véase 976. El teléfono del infierno).



En la refriega, Galindo es atrapado por los protagonistas, pero uno de los hombres de McBride muere y este no se lo perdonará nunca. Además otro de sus hombres, el taimado Fraker, los traiciona y se revela como socio de Galindo. A cambio, la curvilínea Hunter Wiley (Shannon Tweed), que parecía ser el último ligue del criminal internacional, se confiesa una agente infiltrada que pretendía acabar con su imperio de la droga. Dios mío, qué cinta tan compleja...



Posteriormente, y para presionar al gobierno de los Estados Unidos para que libere a Carlos Galindo, Fraker y los hombres de aquel secuestran a un equipo norteamericano de deporte de élite (no recuerdo si natación, ballet, ajedrez o rayuela, pero algo de eso era) y amenazan con matarlos. Pero como era de esperar, McBride y sus hombres (y Shannon Tweed, que a poco que puede muestra sus encantos para demostrar que no es un hombre más), con la colaboración de su enlace con el gobierno Andy Powers (Martin Kove), se trasladan a la Isla del Diablo donde los deportistas están secuestrados para rescatarlos in extremis.



Como puede verse, la primera entrega de Shadow Warriors es un cúmulo de tópicos como pocas veces se han visto, que subraya en todo momento la camaradería entre los protagonistas, empleando la cámara lenta en los momentos más emotivos (por decirlo de una manera) y en un final que imita el plano del colegueo de Grupo salvaje tantas veces sableado. Por lo demás, los diálogos son, como Dios manda, irrisorios; la coreografía de las peleas da bastante risa; y Shannon Tweed se pasea en lencería o traje de baño con las excusas más peregrinas mostrando muslamen y pechamen.



Dos años después -por si no llevan la cuenta, me refiero a 1999-, y con una desvergüenza pasmosa, Jon Cassar regresa con Shadow Warriors 2. Asalto a la montaña (Hunt for the Death Merchant), y se trae con el a sus "Guerreros de la sombra", de nuevo a cámara lenta y más chulos que un ocho. Repiten todos: el trío Hogan-Weathers-Tweed como estrellas de la función, y Martin Kove y Mike White como secundarios de lujo (sic). No así Billy Drago, que la palmó en la entrega anterior, y el también televisivo Gerard Plunkett (Da Vinci's Inquest) lo sustituye como malo de la función... aunque los malos malísimos de verdad son Cassar y los guionistas.



El film arranca, como si de un episodio de El Equipo A se tratara, con una misión rutinaria más de estas hermanas Teresas de Calcuta, en las que McBride, Brown, Derek y Hunter rescatan a la hija de su clienta de las manos del malvado padre que la ha secuestrado y se la ha llevado a Suiza de vacaciones. Pero de regreso, McBride está obsesionado con la foto de uno de los hombres más buscados por el FBI: un tal Reynolds en cuyo rostro aquel cree reconocer una mirada que le atormenta en sueños, la del pérfido Dr. Sarkisian, que practicaba experimentos bacteriológicos en la Guerra del Golfo que le costaron la vida a varios hombres de McBride (por lo visto, trabajar al servicio de este marine gafe es un pasaporte directo al otro mundo).



Como no podía ser de otra manera, McBride es un hacha y tiene razón: Reynolds es Sarkisian después de haber pasado por una operación de cirugía estética que le ha cambiado el rostro, y con la colaboración de militares musulmanes está preparando una guerra bacteriológica contra los Estados Unidos desde Canadá (sic). Mientras Brown y Hunter buscan a su colega Powers -que ahora vive y trabaja en un sótano olvidado de la mano de Dios y del gobierno que paga su nómina- para confirmar el paradero de Sarkisian, McBride, que es culo inquieto, se va él solo a por aquel, y no precisamente al estanco de la esquina, sino a un desierto de Arabia Saudita donde casi la palmará; menos mal que sus amigos acudirán al rescate. Pese a ello, Sarkisian antes de huir ha conseguido inocular en las venas de McBride un veneno que acabará matándolo en 72 horas. Así pues, ese es el plazo con el que cuentan los protagonistas para encontrar al villano, desmantelar sus planes de contaminación y conseguir el antídoto que salve la vida de su líder...



Por supuesto lo conseguirán: los cinco -esto es, los cuatro shadow warriors y el propio Powers, un Martin Kove desatado aquí convertido en un imparable action man que lo mismo dispara con dos pistolas a lo John Woo que vuela un cohete con un bazooka mientras recita al general Patton o tararea "La cabalgata de las walkirias" de Wagner en homenaje a Apocalypse Now- asaltarán ellos solitos unas montañas que antes albergaban unas minas hoy olvidadas y que hoy servían de base secreta para Sarkisian y sus hombres.



En fin... Qué gran cineasta es Jon Cassar, y qué legado nos deja: la saga Shadow Warriors, una obra emblemática de la Historia del Cine a la que un oscuro complot de fanáticos del cine mudo, Dreyer, Bergman, la Nouvelle Vague y Abbas Kiarostami pretenden relegar al olvido reduciendo el material gráfico disponible en Internet a pequeñas imágenes de escasa resolución... las cuales hemos rescatado para ilustrar estas líneas, así como instantáneas de los hombres (y de Shannon Tweed) que enriquecieron sus filmografías con este par de rutilantes títulos. Si tienen ocasión, no se las pierdan. O sí, que tampoco pasa nada.

lunes, 27 de abril de 2009

Los viajeros de la noche, de Sunnydale a Ciudad Juárez





Norma Editorial ha publicado recientemente dos cómics que sin duda habrán llamado la atención de los ávidos coleccionistas de historias de vampiros, y estaría bien que buena parte de la legión de admiradores de la saga novelesca iniciada por Crepúsculo de Stephenie Meyer (y su consiguiente adaptación al cine) se interesaran por otro medio como el cómic y por estos relatos, que a buen seguro satisfarían sus ansias de relatos de chupasangres.



Ambas obras, que comentaremos a continuación, son lógica prolongación de dos éxitos descomunales, uno de ellos nacido en el propio mundo del cómic y otro en el campo de lo audiovisual. Este último, lógicamente de mucha mayor relevancia mediática, no es otro que Buffy the Vampire Slayer, en España Buffy Cazavampiros, la creación de Joss Whedon que en principio no tuvo gran éxito en un film de escasa calidad estrenado a principios de los 90 pero que años más tarde acabaría encontrando su (cuantioso) público en la pequeña pantalla.



Es lógico que una creación de Whedon, lector de toda la vida de cómics de superhéroes que trasladó buena parte de sus constantes a la serie de la Cazadora encarnada por Sarah Michelle Gellar, y que luego trabajaría en el propio medio con resultados tan espléndidos como su Asthonising X-Men, acabara por trasladarse al noveno arte. Tanto es así que incluso después de que la serie terminara con su séptima temporada, una octava acabó desarrollándose en viñetas bajo la supervisión del propio padre de la criatura.



Pero la edición que ahora nos ocupa es la edición Omnibus de Buffy cazavampiros, cuyo primer volumen acaba de ver la luz en español, y que se anuncia como "la recopilación definitiva de todos los cómics de Buffy, con historias inéditas y ordenadas cronológicamente". Efectivamente, buena parte del material ya fue publicado en su día por la extinta Recerca, pero es agradecible la recuperación del mismo con material inédito en este nuevo formato, de tamaño reducido pero que a diferencia de las célebres "Bibliotecas Marvel" respeta el color del original, y que permite disfrutar por un precio asequible -22,50 euros- de más de 300 páginas de tebeo.

¿Qué encontrará el lector en el primer tomo de Buffy cazavampiros Omnibus? Pues material publicado por Dark Horse Comics entre 1999 y 2007, empezando por el relato "Todo vale" a modo de prólogo, y que sitúa a Spike y Dru en la Exposición Universal de Chicago de 1933. Atención a la parte gráfica, con un estupendo trabajo de Eric Powell (El Bruto) y una magnífica portada de Ryan Sook (Factor-X).



A continuación, como no podía ser de otra forma, se nos cuenta "El origen" de Buffy Summers, que no es otra cosa que una adaptación por parte de Dan Brereton y Christopher Golden del guión original de Whedon para el film de Fran Rubel Kuzui estrenado en 1992 y que protagonizaron en su día Kristy Swanson, Luke Perry, Rutger Hauer y Donald Sutherland. Por tanto, por estas páginas hacen acto de presencia el adolescente Pike, el vampiro Lothos y el vigilante Merrick acompañando a la inexperta Cazadora de monstruos.

Siguen dos relatos más, "¡Viva las Buffy!" escrito por Scott Lobdell y Fabián Nicieza e ilustrado por Cliff Richards, y que sitúa a Buffy y Pike en un casino de Las Vegas, donde también hará acto de presencia el vampiro Angel, mientras se decide la identidad del Vigilante de la nueva Cazadora; así como "Dawn y Hoopy el Osito", una historia breve protagonizada por la hermana menor de Buffy y realizada por Paul Lee, cuyo trabajo gráfico es sin duda lo mejor de todo el volumen.



Completa esta entrega la historia "Cazadora interrumpida", cuatro comic books con el mismo equipo creativo de "¡Viva las Buffy!", y que sitúa en un remedo del film Inocencia interrumpida a la protagonista de la colección en un centro psiquiátrico donde pretenderán curar su paranoia y su complejo de Mesías.

Un servidor confiesa no haber sido nunca seguidor de la serie de Whedon, de la que llegué a ver la primera temporada completa sin que consiguiera engancharme a seguir viéndola. En cambio, hay que señalar que el humor de la serie está bien trasladado al cómic, y posiblemente la costumbre de leer tebeos como puro divertimento haya conseguido que hasta un profano como yo en el universo de Buffy cazavampiros pase un buen rato leyendo estos relatos.



Bien distinta es la historia de 30 días de noche, un cómic de terror guionizado por Steve Niles y dibujado por Ben Templesmith editado por una compañía menor, IDW Publishing, pero que consiguió tal inesperado éxito que acabó generando toda una saga de secuelas, spin offs... y hasta una adaptación cinematográfica, dicho sea de paso espléndida no ya como traslación del cómic original sino como película de terror puro y duro bien interpretada y sobre todo muy bien dirigida por David Slade (Hard Candy).



La última obra del universo de 30 días de noche editada en España, esta vez de mano de Norma en su colección temática Made in Hell, es 30 días de noche: Historias de chupasangres, que recopila los primeros ocho comic books de la serie 30 Days of Night: Bloodsucker Tales.

Dos son los relatos que incluye el volumen: "Billy, dos veces muerto" y "Juárez o Lex Nova y el caso de las 400 chicas mexicanas muertas", y en ambos los autores titulares de la serie comparten la autoría con el guionista Matt Fraction y el dibujante Kody Chamberlain.



Curiosamente, y aunque sean los nombres de Niles y Templesmith los que ilustran la portada a modo de reclamo comercial, son los otros dos autores los que salen mejor parados: mientras el guión de Niles para "Billy, dos veces muerto" no pasa de ser un trabajo más bien discreto, la labor de Chamberlain a los lápices es digna de destacar: posiblemente mejor narrador que el propio Templesmith, Chamberlain consigue un resultado de trazo nervioso y crispado, muy acorde con el relato que se nos cuenta -un mad doctor está obsesionado con aislar los poderes de los vampiros para beneficio propio, y el pobre Billy, un vampiro de nuevo cuño, será la víctima de su sed de conocimiento y poder-, y que puede recordar a la labor de dibujantes como Sean Philips, Alex Maleev, Michael Gaydos o nuestro David Aja... pero con un resultado mucho más sucio y deprimente.



En cambio, en "Juárez", aunque el trabajo de Templesmith es competente, nos quedamos con la labor al guión de Matt Fraction, guionista que ha venido desarrollando su carrera sobre todo en Marvel, con series como Punisher. Diario de guerra o Thor, o en el más reciente El invencible Iron Man: Las cinco pesadillas ilustrado por un estupendo Salvador Larroca y editado este mismo mes por Panini Comics en un volumen de lujo.



Aquí Fraction desarrolla un relato a medio camino entre el horror sucio de esa particular road movie de terror titulada Los renegados del diablo de Rob Zombie y los relatos de género negro ambientados en Ciudad Juárez, México, que denuncian la desaparición de cientos de jóvenes muchachas de las que nunca más se supo... Un tema también tratado por un cómic muy recomendable pero que juega en una liga superior a este 30 días de noche: Luchadoras de Peggy Adam.



El resultado final es una narración por momentos algo confusa, pero al mismo tiempo absorbente, con un personaje -el investigador Lex Nova- tan absurdo como atractivo, y desarrollada en un marco geográfico y temporal verdaderamente aterrador; porque, como dice uno de los personajes del cómic, "No hay ningún Hombre del Saco en Juárez. Solo estamos nosotros".



Seguiremos atentos a la edición española de las historietas de Buffy y 30 días de noche, con nuevas historias de chupasangres y sus incansables cazadores. Posiblemente no nos leguen obras maestras del noveno arte, pero sí estupendos ratos de lectura con productos que solo quieren hacernos pasar un buen rato... o uno malo, según se mire.


Título: Buffy cazavampiros (Omnibus, vol. 1)
Autores: Varios autores (guión y dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: febrero de 2009
320 páginas (color) - 22,50 €

Título: 30 días de noche: Historias de chupasangres
Autores: Steve Niles & Matt Fraction (guión) / Kody Chamberlain & Ben Templesmith (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: diciembre de 2008
192 páginas (color) - 17 €



(+) Previously on Abandonad toda esperanza:
- Steve Niles & Ben Templesmith
- Otros tebeos de vampiros

domingo, 26 de abril de 2009

Cannes calienta motores

La 62 edición del Festival de Cannes arrancará el próximo 13 de mayo con una programación que hace intuir que podríamos estar ante uno de los grandes años del más importante evento cinematográfico del mundo.



Algunas de las películas que podrán verse en la ciudad francesa serán:

- Bright Star, de Jane Campion (Australia, Francia, Reino Unido).
- Spring Fever, de Lou Ye (China, Francia).
- Antichrist, de Lars Von Trier (Dinamarca, Francia, Italia, Suecia).
- Enter the Void, de Gaspar Noé (Francia).
- Face, de Tsai Ming-liang (Bélgica, Francia, Holanda, Taiwán).
- Les Herbes Folles, de Alain Resnais (Francia, Italia).
- In the Beginning, de Xavier Gianoli (Francia).
- A Prophet, de Jacques Audiard (Francia).
- The White Ribbon, de Michael Haneke (Alemania, Austria, Francia).
- Vengeance, de Johnnie To (EE. UU., Francia, Hong Kong).
- The Time That Remains, de Elia Suleiman (Bélgica, Israel, Italia).
- Vincere, de Marco Bellocchio (Francia, Italia).
- Kinatay, de Brillante Mendoza (Filipinas).
- Thirst, de Park Chan-wook (Corea del sur, EE. UU.).
- Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar (España).
- Mapa de los sonidos de Tokyo, de Isabel Coixet (España).
- Fish Tank, de Andrea Arnold (Holanda, Reino Unido).
- Looking for Eric, de Ken Loach (Bélgica, Francia, Italia, Reino Unido).
- Malditos bastardos, de Quentin Tarantino (EE. UU.).
- Taking Woodstock, de Ang Lee (EE. UU.).



Como puede verse, varios realizadores que ya han ganado la Palma de Oro -Campion por El piano, Von Trier por Bailar en la oscuridad, Loach por El viento que agita la cebada o Tarantino por Pulp Fiction- competirán con dos realizadores españoles -Almodóvar y Coixet- y lo más granado del cine de autor contemporáneo: Gaspar Noé, Tsai Ming-Liang, Michael Haneke, Park Chan-wook, en un año que promete mucha competitividad por la codiciada Palma de Oro.



La película que abrirá el festival será, por primera vez, una cinta de animación: Up, lo nuevo de Pixar. A esta seguirán trabajos tan esperados como The Imaginarium of Doctor Parnassus de Terry Gilliam (con el trabajo póstumo de Heath Ledger), The Army of Crime de Robert Guédiguian, Agora de Alejandro Amenábar o Arrástrame al infierno, el regreso de Sam Raimi al cine de terror después de Spider-Man 3.


El 24 de mayo finalizará el festival con la proyección de Coco Chanel & Igor Stravinsky, de Jan Kounen, y será entonces cuando conozcamos el palmarés al completo y sepamos qué película ha pasado a la historia del cine como la nueva ganadora de la Palma de Oro de Cannes.

[Fotografías: 1.ª- Willem Dafoe, Lars von Trier y Charlotte Gaingsbourg presentan Anthicrist; 2.ª- Up; 3.ª- Los abrazos rotos.]