sábado, 23 de febrero de 2008

Ramalho / To Kill the Assassin: Dos tipos muy duros



En el transcurso de un reciente ciclo de conferencias sobre cómic auspiciado por la Caja de Ahorros del Mediterráneo, el crítico Antoni Guiral y el editor de Edicions de Ponent Paco Camarasa, a la sazón presentador de la charla, subrayaron ambos la inexistencia de una industria del tebeo español como uno de los principales problemas para el desarrollo del medio autóctono, y establecieron un paralelismo con la situación del cine patrio, que después de haberse dedicado casi por entero durante años a la producción de cine de autor, empezaba a despertar en los últimos tiempos gracias a cineastas como Álex de la Iglesia, Alejandro Amenábar o Santiago Segura, y filmes de éxito como El día de la bestia, El laberinto del fauno, REC, El orfanato o la saga de Torrente.



Con el cómic concebido y editado en este país ha venido pasando un poco lo mismo, si bien el cambio de una situación a otra es más reciente en el tiempo, y apenas hemos empezado a vivirlo: durante muchos años el cómic español era, sobre todo, historieta de autor, intimista o costumbrista, o directamente concebida para un público únicamente infantil y juvenil (que, paradójicamente, es el que cuesta encontrar ahora mismo). Esta situación supuso la marcha de autores con claras influencias del comic book norteamericano (Carlos Pacheco, Salvador Barroca o Pasqual Ferry son los más reconocidos al respecto), así como el fracaso de intentos editoriales como la línea Laberinto de Planeta de Agostini, dirigida por el propio Guiral. En cambio, en los últimos meses ha habido una eclosión tanto creativa como, nos gustaría pensar, industrial, floreciendo nuevas editoriales o asentándose otras al margen de los grupos más veteranos, caso de Planeta, Norma o Glénat.



A esto contribuye que el tebeo español parece haberse reconciliado con los géneros: si los superhéroes todavía siguen siendo la asignatura pendiente de la historieta de nuestro país, sin duda debido a un complejo de inferioridad respecto del producto yanqui, el cómic de fantasía, ciencia ficción, terror o género negro manufacturado aquí empieza a presentar múltiples ejemplos, algunos de calidad contrastada y éxito comercial.



Un caso paradigmático es Ramalho (Una mina llamada Infierno), de Alejandro M. Gallo y Julio Cangialosi, editado a finales del año pasado por Dolmen. Y decimos que es paradigmático porque, además de ser un puro tebeo de género (negro), subraya la interrelación entre medios distintos al ser una adaptación al noveno arte de la novela Una mina llamada Infierno, del propio Alejandro Gallo, que ha recibido encendidos elogios de la crítica especializada en literatura policiaca.



El protagonista de la novela y del cómic es el inspector Ramalho da Costa, un asturiano ex boxeador de éxito conocido como 'El Trini', reconvertido en policía establecido en un Madrid azotado por la desaparición de unos niños y los asesinatos cometidos por un serial killer patrio conocido como Cero.



Ramalho verá como es apartado de su caso y destinado a otro bien distinto en un territorio que conoce bien: Vega del Bierzo. Allí se han producido cuatro asesinatos, cinco si la última víctima, hospitalizado en estado grave, acaba falleciendo. De esta forma, Ramalho llegará al Bierzo y se hará pasar por un trabajador que busca trabajo en la mina con el fin de desentrañar una oscura trama financiera que, el género obliga, viene condicionada por hechos del pasado.



Gallo, que en su traslación de un medio a otro ha salido mejor parado que otros ejemplos recientes de semejante trasvase (véase el caso del cineasta Paul Naschy y el fallido Waldemar Daninsky), demuestra conocer bien el mundo que refleja su obra: jefe de la Policía Local de Gijón, se ha acercado al género que ama con el respeto de un lector crítico especializado y con la sabiduría que le confiere su carrera profesional, y articula una historia narrada a modo de flashback (Ramalho es interrogado por sus superiores acerca de los hechos que acontecieron en el norte de España) que se lee con creciente interés, a lo que contribuye el acertado dibujo del argentino Cangialosi.



El volumen se complementa con un relato de veintiocho páginas, obra del propio Gallo y protagonizado por Ramalho: "La daga de Moctezuma (Asesinato en Gijón)". En dicho relato, el autor se deja conquistar por el espíritu más popular y pulp del género policiaco y construye una trama detectivesca donde no faltan un mítico puñal regalado por el Papa Pío XI a Hitler (!) o una pareja de sacerdotes gemelos que matan al servicio del Vaticano (!!). Un divertimento que merece la pena leerse.



Otro cómic decididamente de género, y publicado también a finales del pasado 2007, este por Dibbuks, es To Kill the Assassin, obra de Massacre. Detrás de un título y un seudónimo tan anglosajones se esconde una obra y un autor españoles ambos que beben de la narrativa negra norteamericana más hard boiled, al estilo de las novelas de Mike Hammer escritas por Mickey Spillane, partiendo de la figura de Alex Ingav, un individuo que padece amnesia y que sospecha de sí mismo ser un asesino a sueldo.

Conforme avanza la acción, el lector va descubriendo junto con Alex las razones que lo han llevado a su actual estado, y como ordenan las directrices del género, todo acaba resolviéndose en las últimas páginas (cuya conclusión, por supuesto, nos guardaremos muy mucho de desvelar aquí).



Menos sutil que Gallo, Massacre -apodo tras el que se esconde un ingeniero de profesión que, indudablemente, conoce y ama el género que nos ocupa- apuesta aquí por la vertiente más potente del género: si el primero parece heredero de Raymond Chandler (o de Jacques Tardi, por hablar de tebeos), el segundo bebe de la literatura de Jim Thompson o el citado Spillane. Así, si los crímenes de Ramalho acontecen en ocasiones fuera de plano, apostando por la elipsis, y el sexo aparece poco y se refleja de forma elegante, Massacre opta por los disparos a bocajarro y un sexo mucho más explícito, aunque no caiga en la pornografía.



En cuanto al trabajo gráfico de Massacre, se trata de una obra que también se aleja de la visión más clásica del género y del medio, al estilo de Cangialosi: el autor de To Kill the Assassin no intenta disimular la obvia influencia del Frank Miller de Sin City. Y aunque no llega ni mucho menos a alcanzar la fueza y la expresividad de este último, ofrece un trabajo competente, narrado con oficio y claridad, y con algunos momentos particularmente inspirados.



Así pues, estamos ante dos tebeos que merecen la atención del lector, y no ya solo por sus propios méritos (que los tienen), sino por lo que significan, junto con otras obras de similares o parecidas características (véanse al respecto los enlaces al final de esta nota), para lo que debería suponer el resurgir de un tebeo de género hecho aquí; y por tanto un primer paso, pequeño pero decisivo, para conseguir instaurar una industria del tebeo patrio.


Título: Ramalho (Una mina llamada Infierno)
Autores: Alejandro M. Gallo (guión) / Julio Cangialosi (dibujo)
Editorial: Dolmen
Fecha de edición: octubre de 2007
104 páginas (b/n) - 15 €


Título: To Kill the Assassin
Autor: Massacre (guión y dibujo)
Editorial: Dibbuks
Fecha de edición: noviembre de 2007
144 páginas (b/n) - 12 €



(+) Otros tebeos de género negro de autores españoles:
- Al mejor postor (Víctor Santos)
- Blacksad (Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido)
- Corre hombre, corre (Florenci Clavé)
- El cartero siempre llama dos veces (Florenci Clavé)
- Guerreros urbanos (Pere Pérez)
- Jazz Maynard (Raule y Roger)
- Lunas de papel (Fermín Solís)
- María Dólare$ (Enrique Sánchez Abulí y Félix Vega)
- Núbilus (José Antonio Fideu y Vicente Cifuentes)
-
Torpedo (Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet)

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