jueves, 4 de agosto de 2011
Nostalgia
Adrian Veidt, alias Ozymandias (véase Watchmen), lo sabía muy bien, y por eso llamó precisamente así a su perfume: la nostalgia gusta. Y por lo tanto, la nostalgia vende. Pero más allá de justificaciones comerciales, que también las hay, la naturaleza del ser humano le lleva a que siempre acabe llegando una edad en la que creadores y su público, en este caso autores y lectores, echan la vista atrás en un intento de recuperar el tiempo perdido o por lo menos de volver a sentir y experimentar los mejores momentos de un tiempo pasado muchas veces tamizado por una capa de idealización.
A los que nacimos a mediados o finales de los años 70 y crecimos viendo crecer (aunque poco) a Michael J. Fox en la trilogía Regreso al futuro, muchos elementos de la historia de Contra-Reloj nos sonarán agradablemente familiares. Y es que la saga dirigida por Robert Zemeckis -que nunca volvería a brillar a la misma altura, incluso cuando fue oscarizado- es la principal referencia -ya desde la misma cubierta, que homenajea a los carteles de Drew Struzan- de este cómic escrito por Alejo Valdearena, dibujado por Pier Brito y publicado recientemente por Glénat.
De hecho, a esta generación se la denomina en la contracubierta "Generación Regreso al futuro", y a ella en particular va dirigida un relato que arranca con el protagonista, apodado 'Crono' y trasunto de Marty McFly -de hecho, viste un chaleco rojo muy similar al del protagonista del film-, intentando hacer acopio de valor para acudir a una cita con la chica de sus sueños: Cecilia Suave. Nos encontramos en los años 80, como revelan los relojes -metáfora nada disimulada que remite al tema principal de la obra- con videojuegos incorporados o serigrafías de dibujos animados, cuando no eran aquellos inolvidables artilugios que acababan convirtiéndose en una suerte de Transformer de plástico de saldo.
Finalmente, el protagonista no se atreve a presentarse en la azotea donde le convocaba una nota escrita por la chica... Una chica que al día siguiente se fue a vivir a Miami y de la que ya no volvería a saber jamás. Años después, ya en el 2008, y convertido en un joven adulto, Crono tendrá una oportunidad de volver atrás en el tiempo para cambiarlo gracias a su primo Gómez, un científico que convive con un robot llamado J.A.R.V.I.S. (sí, como el mayordomo de los Vengadores de Marvel) que se alimenta con Coca-Cola, y que ha sido capaz de convertir un viejo 600 -el Delorean del asunto- en una máquina del tiempo.
Pero, a diferencia del espectacular coche de 'Doc' Brown, el 600 de Valdearena y Brito no se traslada a través del tiempo: solo lo hace la conciencia del individuo que se sube en él. Así, los autores juegan con la posibilidad de que en realidad no haya más viaje en el tiempo que el que realiza el subsconsciente del protagonista, y cada lector puede así construir su lectura personal de la obra y acabar extrayendo sus propias conclusiones.
Además, y aunque el tema central de la obra sea, sí, el paso del tiempo, no es necesario recurrir a elementos fantásticos o de ciencia ficción para tratarlo. Al fin y al cabo, y como ya demostró en su anterior Peatones, lo que le preocupa al guionista de la presente obra son las relaciones interpersonales y sentimentales entre sus personajes, más allá de homenajes culturales, particularmente los cinéfilos, que se incluyan en el relato, y a los que hay que reconocerles bastante gracia en el caso concreto que nos ocupa.
De hecho, la razón de ser de estos homenajes parece más bien, como sugeríamos al principio, ganarse la simpatía del lector desde el comienzo, elemento por otra parte necesario para que el relato funcione como debiera. Y Valdearena, con la inestimable colaboración del dibujante uruguayo aunque criado en Argentina Pier Brito, lo consigue. Por eso Contra-Reloj funciona, nunca mejor dicho, como un mecanismo de relojería, y se lee de principio a fin -un final de dos páginas sin textos emotivo y brillante- con una sonrisa de complicidad.
Esta misma complicidad la consigue también, y aparentemente de la forma más sencilla posible, Fermín Solís en Mi organismo en obras, título editado por La Cúpula, y donde el autor recupera al personaje de Martín Mostaza que ya apareciera previamente en Los días más largos (Balboa, 2003) y El año que vimos nevar (Astiberri, 2005).
En Mi organismo en obras, Martín es ya un adolescente, aunque los recuerdos de su infancia convierten la presente obra en una amalgama temporal no muy distinta de la de Contra-Reloj, si bien aquí no se da la necesidad de viajar en el tiempo más que con la memoria, a un tiempo pretérito que arranca así: "Gran parte de los recuerdos de mi infancia están asociados a los tebeos".
Un servidor ha de confesar que se reconoce en muchas de las páginas de la obra, esto es, en muchas de las vivencias de su autor: aunque Solís (Cáceres, 1972) naciese cuatro años antes, su generación es en muchos aspectos muy similar a la mía, y ya desde la primera página me vi reflejado en el tránsito de la lectura infantil de Don Miki o Zipi y Zape a la madurez de un Conan con portada de Frank Frazetta o alguno de sus discípulos.
La obra está articulada en seis capítulos: acabamos de aludir al primero, "Mis problemas con los tebeos", y cuyo título es un homenaje a Mis problemas con las mujeres, que puede ser por coordenadas temporales tanto la película de Blake Edwards con Burt Reynolds como el disco de Loquillo y los Trogloditas. En dicho capítulo, por momentos Solís parece remitir a una obra capital sobre la infancia como es la magistral El pequeño Christian de Blutch... pero pronto el relato adquiere personalidad propia al tratarse de la remembranza de vivencias propias.
Así lo demuestran los siguientes capítulos de la obra: "Jesusito de mi vida", "Chapuzas a domicilio" -otro homenaje, esta vez a Pepe Gotera y Otilio de Francisco Ibáñez-, "El estirón", "Cinco contra uno" y "El cuarto de Arlés" -esta vez con reminiscencias a Van Gogh- dan buena cuenta del tránsito de la infancia a la adolescencia, y de esta a la madurez, de Martín Mostaza, o lo que es lo mismo, del propio Fermín Solís, que no trata de ocultar en ningún momento la condición de álter ego de su protagonista principal.
Hasta la fecha, y dejando a un lado historias breves publicadas en Enfermo y Usted está aquí, de Solís solo había leído un relato de cierta extensión: Lunas de papel. Una novela gráfica aquella que funcionaba a la perfección como historia de género negro. No obstante, después de leer Mi organismo en obras creo que es en las narraciones de corte intimista donde el talento de Solís brilla especialmente. Un título muy recomendable, pues, se hayan leído o no los álbumes previos protagonizados por este personaje que ya forma parte de nuestra educación sentimental... aunque ya en nuestra madurez.
Título: Contra-Reloj
Autores: Alejo Valdearena (guión) / Pier Brito (dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: julio de 2011
80 páginas (color) - 13,95 €
Título: Mi organismo en obras
Autor: Fermín Solís (guión y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: junio de 2011
108 páginas (color) - 19 €
(+) Las webs de los autores:
- Pier Brito
- Fermín Solís
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