El estadounidense Darren Aronofsky se encuentra en un momento de su carrera en el que parece obstinado en demostrar que es capaz de dirigir cualquier cosa: después de dos artefactos tan obsesivos como Pi (Fe en el caos) y Réquiem por un sueño y una narración bigger than life tan críptica y personal como (lógicamente) poco comprendida, caso de La fuente de la vida, hace un par de años se descolgó con El luchador, un aplaudido ejercicio de caligrafía clásica alrededor de la figura del loser que se apoyaba tanto en el trabajo de los intérpretes como en el libreto y la cámara. Acto seguido, y justo después de tontear con la posibilidad de filmar la nueva versión de RoboCop (sic) y antes de empezar a trabajar en la segunda parte de X-Men Orígenes: Lobezno (sic), conjuga las dos tendencias de su filmografía -la metafórica y la naturalista- en Cisne negro, cinta concebida a mayor gloria de su protagonista: Natalie Portman.
La actriz interpreta aquí a Nina Sayers, una joven bailarina elegida por el director de una compañía de danza de Nueva York (Vincent Cassel) para protagonizar una nueva representación de El lago de los cisnes, lo que desatará una fuerte rivalidad con otra aspirante, Lily (Mila Kunis)... y sobre todo con ella misma. Porque para llegar adonde ha llegado ha tenido que renunciar a casi todo: a su intimidad -vive con su madre (Barbara Hershey), ex bailarina que abandonó su carrera para criarla, y que ahora conduce la de su hija sin dejarle ningún margen de libertad-, a su sexualidad -se especula con que podría ser virgen-, y por extensión a toda posibilidad de experimentación: Lily se sorprende al descubrir que su compañera nunca ha tomado droga alguna. Pero en el momento en el que se la requiere para interpretar tanto al Cisne Blanco como al Cisne Negro, para lo que necesitará dejarse llevar tanto como la técnica que ha logrado depurar durante años de riguroso entrenamiento, Nina se verá obligada a renunciar incluso a su cordura.
Cine de terror de auteur y nueva variante de un tema tan querido por este como es el del doppelgänger, Cisne negro debe más, en cuanto al vínculo entre belleza y muerte como pulsión que empuja al relato, a otro film de Michael Powell -el inimitable El fotógrafo del pánico- que a Las zapatillas rojas, y se revela como una historia sobre el miedo a cambiar, a mutar, a dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios y por ende a perder la propia identidad (sea esta mejor o peor, sea innata o autoimpuesta) que nos convierte en las personas que somos. Y muy bien podría haberse limitado a ser para el ballet lo que Showgirls fue para el mundo del baile erótico: una suerte de remake encubierto de Eva al desnudo, y los personajes principales actualizaciones de la Eve Harrington de Mankiewicz con un toque de Christine, la protagonista de la novela más célebre de Gaston Leroux, pero sin necesidad de fantasma más allá de los propios interiores.
Pero Aronofsky ha sido lo bastante inteligente como para construir su film ya desde la misma labor de casting porque, y la película nos lo recuerda a cada instante, Cisne negro es un film de Natalie Portman tanto como de Darren Aronofsky: más allá de que su realizador demuestre su pericia con la cámara a partir de un guión que no es precisamente el colmo de la originalidad, la actriz demuestra ser la mejor elección posible: y no solo porque ofrezca una interpretación excelente y llena de matices, que también, sino porque aporta todo un bagaje de actriz especializada en personajes frágiles (como este de Nina) y que podrían calificarse de positivos, a un rol condicionado por una sexualidad reprimida y abocado a la locura atrapado en el curso de un relato donde no faltan una escena de masturbación y otra de lesbianismo que, como ocurriera en Mulholland Drive de David Lynch, no son precisamente gratuitas.
Dicho acierto por parte del realizador se subraya en el momento en que cuenta con Winona Ryder para interpretar a la primera bailarina de la compañía cuya exitosa carrera ha de finalizar para que la de la protagonista despegue: ¿acaso de haber nacido diez años antes, como es el caso de Ryder, Portman habría desentonado como adolescente siniestra en Bitelchús, hija de Cher en Sirenas o muy especialmente heroína romántica a las órdenes de Burton, Coppola y Scorsese en Eduardo Manostijeras, Drácula y La edad de la inocencia? De esta forma, Portman releva a Ryder como reina no de los cisnes sino del Hollywood actual en lo referente a papeles estelares para actrices que rondan la treintena, y carga así de significación este film de inusitada belleza (no solo formal) que se cierra con las últimas palabras de Nina: "Estuve perfecta". Esta declaración, extensible a la interpretación de la actriz, ejerce de igual modo a cómo la máxima "Creo que esta podría ser mi obra maestra" en boca de Brad Pitt ponía punto y final a Malditos bastardos: pero si esta última podría ponerse en tela de juicio aplicada al último trabajo de Tarantino, un Aronofsky muy consciente de lo que tiene entre manos se limita a ensalzar los logros de su primera intérprete, a subrayar una versatilidad pareja a la suya propia, y a situarla en posición privilegiada para hacerse con todos los galardones de interpretación femenina del año, Oscar incluido.
(Cisne negro se estrena mañana viernes 18 de febrero en cines de toda España.)
Yo la vi ya anoche (la Sinde supongo que me estará persiguiendo) y me ha dejado una serie de reacciones encontradas.
ResponderEliminarMe gusta bastante Aronofsky y creo que es un director arriesgado que no le hace ascos a ningún género (de hecho, siempre confié en un remake de Robocop hecho por él). Y desde luego Cisne Negro es una película muy personal y que hay que tener en cuenta.
Por otra parte, creo que se le va un poco la olla en el desenlace y, a causa de ello, quedan algo difusos los asuntos principales: creo que la sexualidad de la protagonista no está todo lo desarrollada que debería (por ejemplo, se me viene a la mente La pianista, con la que creo que comparte bastante, y en la que el tema está cerrado).
Por otra parte, la estética es subyugante, y Portman hace un papel DE ANTOLOGÍA en su enfermiza delgadez.
Creo que es una buena película, pero tengo que madurarla más, supongo.
Igualmente, no se le puede negar de ninguna de las maneras que Arofnosky es un autor total y que siempre intenta ofrecer un producto variado y de calidad.
La puesta en escena del desenlace final fue lo que terminó de convencerme, incluso me quedé preocupado por esta chica, Portman está increíble.
ResponderEliminarpuede ser que al llegar el final nos termina dejando con un poco de ganas de ver más, es que incluso el desarrollo de la misma película genera claustrofobia, todo transcurre en la casa, el salón de ensayo y algunos lugares de transición como el tren.
¿ será un mensaje encubierto de lo sesgada que puede ser nuestra vida si nos mantenemos obsesionados con algo ?
Excelente comentario, coincido en que Aronofsky busca ser capaz de dirigir cualquier tipo de película.
ResponderEliminarOs invito a leer mi reseña sobre la película aquí:
http://azulinarium.com/labutacaazul/archives/1843
Un saludo y enhorabuena!
Pues sí, querido amigo. Una historia en absoluto original que, en el tratamiento de Aronofsky (me empeño en llamarle Ara) queda majestuosa. Prometo volver al cine, que lo tengo abandonado. En el cine, quiero, decir.
ResponderEliminar¿Ud cree que yo fui a verla al cine, condenado a "disfrutarla" doblada al español? Lo siento, pero por ahí, y con determinados y muy esperados títulos, no paso. Este era uno de esos.
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