miércoles, 19 de mayo de 2010

Cualquier tiempo pasado fue mejor...



... O eso dicen. Y más allá de la falacia implícita en tal aseveración, pues esta pasa necesariamente por el olvido sistemático de todo lo que merece caer en el olvido, hay que reconocer que a la luz de ciertas obras recuperadas recientemente podría parecernos que sí, que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que -quizás esta sea otra boutade, o quizá no- ya está todo inventado y los artistas no hacen sino reciclar viejas ideas a partir de lo sentido, vivido y experimentado por los que les precedieron.



Seguramente, el Gustavo creado por Max suscribiría el lema que sirve de título a estas páginas: en Las aventuras de Gustavo, felizmente recuperadas por La Cúpula en formato integral -lo que si hablásemos de un cómic de superhéroes llamaríamos absolute-, se nos muestra una España anticuada, por no decir apolillada, donde apenas unos insurgentes intentan infructuosamente empujarla de lleno a la modernidad.



Un servidor, que por lo general se declara apolítico a pesar de -sí, otra falacia-, reconozcámoslo, lo absurdo e ilógico de la etiqueta en su sentido más absoluto, no puede menos que simpatizar con la rebeldía anarquista de este (anti)héroe de nuestra historieta y sus compañeros, enfrentados de continuo y no siempre por las razones más altruistas del mundo a los tejemanejes de sujetos, mitad empresarios mitad gángsteres, llamados no por casualidad Ladini o Criminaldi.



Leyendo las declaraciones del autor recogidas bajo el epígrafe "Los orígenes de Gustavo" -ya presentes en la edición original de 1981 de La actividad del radio, dentro de la línea de álbumes El Víbora-, me he encontrado con la sorpresa de que el mismo mes y año en el que nacía yo, abril de 1976, nacía también la idea que iba a ser el germen de la creación de este simpático anarquista: por aquel entonces se celebró en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona una mesa redonda acerca del comix, esto es, la historieta underground, la de Robert Crumb, Harvey Pekar, Gilbert Shelton o Spain Rodriguez. En aquella mesa, entre otros participantes, se encontraban Josep Vargas, alias Zap, y el propio Max, y ante la polémica ocasionada por la cuestión de cómo se posicionaban políticamente los invitados en tanto en cuanto autores de historieta, ambos ilustradores llegaron a la conclusión de que era necesario un tebeo que mostrara la realidad de las revueltas a pie de calle contra el poder opresor.



Así nació Gustavo, un joven barcelonés, del barrio de Sants, de treinta y pocos años. Caracterizado por una enorme nariz, y sin oficio ni beneficio, sus orígenes secretos son relatados por Max en la historia "¿Qué pasa con Gustavo?": allí se nos cuenta sus andanzas estudiantiles, su entrada en la política alternativa por una cuestión de faldas -como le ocurriera a tantos otros, entre ellos a Woody Allen en más de una ficción-, y de ahí a sus primeros contactos con la filosofía hippy, el gurú Timothy Leary, los Ángeles del Infierno, Jimi Hendrix y el LSD. La irrupción del Mayo del 68 francés es capital en su formación como en la de tantos de sus congéneres, y finalmente se le supone perdido en alta mar o combatiendo en la guerrilla en algún país indeterminado de Latinoamérica.



Para entender una obra como Las aventuras de Gustavo, además de tener claras las influencias de los autores de comix ya citados -no es difícil intuir en sus páginas ecos del Crumb de Mr. Natural-, hay que recordar que el personaje que nos ocupa acabó viendo la luz en los últimos meses de 1976, y su vida en las viñetas se prolongaría hasta 1980. Esto es, la España de Gustavo y la revista El Víbora de entonces, la España de Max -y la de Mediavilla y Mir, colaboradores en un par de guiones de la serie-, es la España inmersa en el duro proceso histórico que se ha venido a llamar La Transición, y que podría fecharse entre 1975 y 1983. Un país que empieza a reconstruirse a partir de las ruinas del franquismo y en donde la entrada o no de la nación en la Otan enfrenta a unos y a otros. Es la España de las primeras centrales nucleares, los primeros porros, los primeros hippies autóctonos... Figuras estas últimas que en "Luces en la noche" -relato que cierra el volumen, y único en color de la serie-, el guión de Mediavilla convierte en marcianos camuflados (!), convirtiendo un relato paródico de ciencia ficción en una crítica de costumbres y de arquetipos, con la misma brillantez con la que el propio Max transforma al brillante Antoni Gaudí en un extraterrestre (!!) y a la Sagrada Familia en su nave espacial (!!!).



Leídas hoy, por supuesto, nos resulta harto curioso que unas historias como las de Gustavo, que todavía conservan ese aire contestatario que las hizo célebres, y que parecen más propias de ser autoeditadas en un fanzine a base de fotocopias y grapas, vuelvan a estar en los anaqueles de las librerías especializadas en un tomo de lujo como este, con tapa dura y papel de alto gramaje, incluyendo algunas páginas a color con una impresión impecable. Más todavía si tenemos en cuenta que Francesc Capdevila, alias Max, es el flamante ganador del primer Premio Nacional de Cómic con Bardín el superrealista. Pero es el signo de los tiempos: en ocasiones, los elementos discordantes son absorbidos por la cultura generalista y acaban por dejar de ser discordantes. Así ocurrió el año pasado con Makoki: Fuga en la Modelo de Gallardo y el citado Medavilla, también reeditado en formato de lujo por La Cúpula, y así ha vuelto a suceder con este Gustavo de Max. Solo esperemos seguir teniendo salud y lucidez para disfrutarlos aunque el contexto pierda parte de su encanto. Bendita pérdida si es por vivir en un país (dentro de lo que cabe) algo más libre.



A la misma época pertenece Miguel Calatayud, un autor conocido sobre todo como ilustrador de libros infantiles y de texto, pero cuyos trabajos en el ámbito del noveno arte empiezan a reeditarse merecidamente: si hace unos meses El Patito Editorial volvía a poner en circulación su Peter Petrake, ahora la alicantina Edicions de Ponent hace lo propio con la que está considerada por muchos como su obra más redonda: Los 12 trabajos de Hércules. Por si fuera poco, el autor nos visitó hace no mucho en el último Unicómic. Esperemos que haya vuelto -por así decir- para quedarse...



Como Gustavo, este título de Calatayud vio la luz por vez primera de forma serializada: si aquella aparecía en la más longeva El Víbora, esta lo hacía en las páginas de Trinca, cabecera extinguida hace ya muchos años, y donde Los 12 trabajos de Hércules hizo su aparición como una explosión de colorido pop. Y como la obra de Max, sería recogida luego en un volumen único... si bien, como confiesa el propio autor en el epílogo de la nueva edición, el trabajo de recopilación no sería el mejor posible, no teniendo en cuenta la concepción original de la obra en dobles páginas atendiendo a los colores primordiales; una cuestión que De Ponent sí ha cuidado hasta en el más mínimo detalle.



Y es que también como el Gustavo de Max, esta obra se recupera ahora de la mejor de las maneras posibles, en una edición impecable donde el trabajo de Calatayud aparece arropado para la ocasión nada menos que por ocho prólogos firmados por otras tantas plumas autorizadas: Luis Gasca, especialista en cultura popular en general y en cómic y cine en particular, retrata las diversas encarnaciones que ha tenido el personaje mitológico de Hércules, tanto en literatura (Píndaro, Sófocles, Eurípides, etc.) como en música (Händel), pintura (Moreau) y, claro, cómic (Jack Kirby, John Buscema, Gene Colan, Hugo Pratt...); el estudioso del noveno arte Pedro Porcel se centra, en cambio, más en el cine, repasando los fotogramas de Hércules firmados por Pastrone, Brignone, Cottavafi o Bava; Antonio Altarriba, co-autor de El brillo del gato negro y El arte de volar, se centra ya en Calatayud como figura capital de nuestra historieta; Felipe Hernández Cava, guionista de Soy mi sueño y Las serpientes ciegas, esta última Premio Nacional del Cómic, sitúa la figura del autor de la obra que nos ocupa dentro de la modernidad, sin olvidar la importancia de una obra como Peter Petrake; por su parte, Pedro F. Navarro comenta la obra como nueva encarnación del mito y Francisco Naranjo (Flora y fauna) realiza un retrato personal de la importancia que para él supuso el descubrimiento de este relato; finalmente, el autor Micharmut reflexiona acerca del uso del color en sus páginas, y Álvaro Pons, de La Cárcel de Papel, destaca la obra como manifestación del pop art, hermanándola con el legado de autores extranjeros como Peter Max o Guy Pellaert.



Una presentación así podría abrumar a más de uno, pero cuando nos sumergimos en la lectura de Los 12 trabajos de Hércules no pueden parecernos más que unos prolegómenos totalmente merecidos. Y es que Calatayud relata una historia que no por conocida deja de interesarnos, y esto es así porque cada uno de los doce episodios, que se corresponde claro está a una de las doce misiones que el rey Euristeo le encarna al héroe con el pensamiento de que no logrará cumplirlas con éxito, está ejecutado con una maestría espectacular, a partir del estudio de los grabados clásicos de la cerámica grieta, pero hermanando en su acabado el arte helénico con el estallido de color propio del arte pop.



La propuesta de Calatayud era arriesgada, al tratar un personaje tantas veces retratado en el cómic -la última, o penúltima, por Joann Sfar y Christophe Blain en "Heracles", primer álbum de su estupendo Sócrates el semi-perro-, pero el autor, aficionado a la mitología -también adaptó los relatos de Ulises y Polifemo y de Teseo y el Minotauro-, no pudo resistirse a ofrecernos su particular versión del mito.



El resultado es un relato formalmente bellísimo, con planchas tan espectaculares como la de Atlas sujetando el universo, y en el que no es difícil detectar huellas del trabajo de Calatayud como ilustrador de textos ajenos; un trabajo que tiene un acabado que puede recordar al de su colega José Ramón Sánchez... otro que merece, como Miguel Calatayud, una reivindicación y una posterior recuperación de su trabajo al completo, de forma ajena a los textos a los que ha servido de apoyo.


Título: Las aventuras de Gustavo [Edición integral]
Autor: Max (guión y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: marzo de 2010
162 páginas (b/n y color) - 24 €


Título: Los 12 trabajos de Hércules
Autor: Miguel Calatayud (guión y dibujo)
Editorial: Edicions de Ponent
Fecha de edición: abril de 2010
84 páginas (color) - 20 €


[Fotografía: el editor Josep Berenguer, los autores Max y Gallardo y el crítico Antoni Guiral, en la presentación de Las aventuras de Gustavo. © Javier Mesón / El Coleccionista de Tebeos.]

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