Arrancó la velada con la lectura de Las serpientes ciegas, flamante tercer Premio Nacional de Cómic. Una narración que el guionista Felipe Hernández Cava ambienta en el New York de 1939, con una gran urbe azotada todavía por la Gran Depresión, y a la que llega un hombre misterioso en busca de Ben Kotch, el cual a su vez busca a un antiguo compañero del partido comunista en Estados Unidos con el que acabó encontrándose de nuevo durante la Guerra Civil española.
El relato, ilustrado por un Bartolomé Seguí de talento desbordante, bebe de los iconos del género negro para dar un giro final hacia el fantástico, en una pirueta narrativa que me recordó poderosamente a El corazón del ángel, la película de Alan Parker basada en la novela El ángel caído de William Hjortsberg. El resultado es una de las novelas gráficas más redondas que he tenido el gusto de leer en los últimos meses, y que -ahora sí- recomiendo encarecidamente de primera mano. Eso sí: ha hecho falta que le den el codiciado galardón que ya ganaron Max y Paco Roca para que pudiera encontrar sin problemas un ejemplar en Fnac. En su día lo busqué allí, y en un par de librerías especializadas en cómic, y fue en vano.
La velada continuó con Born to Kill, producción de la RKO estrenada en 1947 y emitida por televisión como Nacido para matar. El film, dirigido por el gran Robert Wise, es un espléndido ejemplo de los melodramas noir que produjo la extinguida compañía en aquella época: producciones de serie B basadas muchas veces en novelas del género con ingredientes pulp (en esta ocasión, Deadlier than the Male de James Gunn), que ofrecían una mirada de lo más amarga y en ocasiones hasta obscena de la condición humana, con un atrevimiento del que los filmes de las grandes productoras de Hollywood no podían ni querían hacer gala.
En esta ocasión el reparto lo encabeza Claire Trevor, que nueve años antes enamoró a las plateas de medio mundo como la prostituta de buen corazón de La diligencia de John Ford y un año más tarde reincidiría en el género negro con la soberbia Cayo Largo de John Huston, con un trabajo que le reportaría un Oscar como Mejor Actriz de Reparto.
Le acompaña un actor de talento más limitado: el malogrado Lawrence Tierney, un intérprete que pasó toda su existencia dando vida a tipos duros, del Dillinger de Max Nosseck (Dillinger, 1945) al Joe Cabot de Quentin Tarantino (Reservoir Dogs, 1992). En el film que nos ocupa Tierney interpreta a Sam Wild (significativo el apellido: "Salvaje"), un tough guy que pronto se revela como un psychokiller sin complicaciones morales que no desentonaría en una novela cualquiera del gran Jim Thompson.
El film cuenta con el siempre eficiente Elisha Cook Jr. en uno de sus habituales papeles secundarios en cintas de temática criminal; recuérdenlo, nada más y nada menos, que en El halcón maltés, El sueño eterno y Atraco perfecto a las órdenes de Huston, Hawks y Kubrick. Y aunque este Born to Kill no le llegue ni a la suela de los zapatos a estos títulos tan excelsos, ofrece lo que ofrecían esas mismas revistas de quiosco al estilo Black Mask que compra el misterioso protagonista de Las serpientes ciegas al llegar a la Gran Manzana.
Después de esta velada, e imagino es bastante comprensible, me han entrado unas ganas terribles de hacerme con Todo Marlowe; esto es, todas las novelas y cuentos de Raymond Chandler con Philip Marlowe como protagonista reunidas en un solo tomo. Casi nada. Y es que no hay nada como dejarse llevar por los maestros -los más grandes, y también los más discretos- del género policíaco y pasear por calles de New York, San Francisco o Los Angeles pobladas por individuos vestidos elegantemente y cuyos sombreros parecen ocultar bastante más que su pelo.
Veladaza :D
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