"He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker."
- Stephen King
Nos acercamos ya al final de estos Libros de Sangre de Clive Barker -ya solo restan por comentar "La última ilusión", casi una novelita corta, y el post scriptum-, y lo hacemos con Crepúsculo en las torres, en apariencia uno de los relatos más accesibles del autor, pero al mismo tiempo una ficción caracterizada por la originalidad que casi siempre denotan sus relatos.
El cuento en cuestión arranca como si de una novela de Tom Clancy o John LeCarré se tratase: el protagonista, Ballard, es un agente del Servicio Secreto de Inteligencia británico, y su superior Cripps le ha encargado que se entreviste con el ruso Sergei Mironenko. Este, un antiguo miembro de la KGB, ex jefe de sección del Directorio S, ha manifestado su voluntad de desertar y su deseo de ser acogido por el gobierno inglés.
La misión de Ballard, claro está, es averiguar si lo que manifiesta Mironenko, que se declara cansado del comunismo y de las directrices de su servicio de espionaje, es real, o bien todo forma parte de una pantomima, una estratagema por parte del gobierno soviético. Ballard optará por la primera versión, pero lo que no puede alcanzar a imaginar es la increíble verdad que va a descubrir después de conocer a Mironenko...
Y es que Barker, en este "Crepúsculo en las torres", revisita el subgénero de los hombres lobo, convirtiendo la guerra fría en un enfrentamiento entre licántropos al servicio de sus respectivos gobiernos, criaturas fantásticas que conviven con los seres humanos como se ha visto en el cine previamente en filmes como Aullidos o posteriormente en Underworld y su secuela. Y lo hace con la sutilidad que le caracteriza cuando quiere, conduciendo la voluntad y el interés del lector a su antojo, hasta un melancólico y poderoso final.
"Crepúsculo en las torres", en Libros de Sangre (vol. 4)
Clive Barker
Madrid, La Factoría de Ideas, 2006, pp. 197-237.
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