Hasta la fecha, Nacho Vigalondo se había forjado un merecido prestigio como realizador de cortometrajes gracias a piezas tan encomiables como Choque o muy especialmente 7:35 de la mañana, este último un pequeño y amargo musical que consiguió llegar a la final de las nominaciones a los Oscars de Hollywood. Por tanto, estaba cantado que acabaría dando el consabido salto a la dirección de largometrajes. Lo que no era tan predecible es que lo haría con un film tan particular, tan a contracorriente, como este Los cronocrímenes.
Proyecto gestado y acariciado durante años, estrenado en el pasado Festival de Sitges y que ha tardado más de medio año en llegar a la cartelera (donde al parecer no está obteniendo el éxito que consideramos merece), el film en cuestión se instaura en la tradición del cine sobre viajes en el tiempo, un subgénero de la ficción fantástica inaugurado por La máquina del tiempo, la novela de H. G. Wells que sería llevada al cine en diversas ocasiones, la más memorable con El tiempo en sus manos de George Pal, la última con una olvidable La máquina del tiempo protagonizada por Guy Pearce y Jeremy Irons.
Después vendrían otros muchos viajeros espaciotemporales, del protagonista de La jétee, el corto experimental de Chris Marker a base de fotos fijas, a los científicos de la muy reivindicable y fascinante Primer de Shane Carruth (película esta con la que el film de Vigalondo guarda algunas semejanzas), pasando por el propio Wells encarnado por Malcolm McDowell en Los pasajeros del tiempo (en pos del mismísimo Jack el Destripador), los enanos de Los héroes del tiempo de Terry Gilliam o, claro está, los viajeros más célebres de la década de los 80: Marty McFly y Doc Brown, esto es, Michael J. Fox y Christopher Lloyd, de la trilogía Regreso al futuro de Robert Zemeckis; sin olvidar al Bruce Willis de 12 monos, de nuevo firmada por Gilliam, y una de las inspiraciones reconocidas por Vigalondo. A ellos habría que añadir a los viajeros de la pequeña pantalla, como los protagonistas de Quantum Leap o las más recientes Life on Mars o Journeyman.
Pero centrémonos en Los cronocrímenes y en su particular relato: el film arranca dentro de la cotidianeidad más aplastante, y nada parece sugerir que estamos ante un relato fantástico... Héctor, el protagonista (encarnado por un magnífico Karra Elejalde), vuelve a su casa de campo después de hacer las compras en un centro comercial. Allí lo espera su mujer, Sara, cuidando de su jardín. Y lo que parecía iba a ser una jornada de lo más rutinaria se convertirá en el principio de una absurda pesadilla cuando, después de que su mujer se marche a comprar algo para cenar, Héctor decida adentrarse en el bosque en busca de una joven a la que por casualidad ha visto desnudarse entre los matorrales.
Acto seguido de encontrar el cuerpo desnudo de la joven, sin saber si está muerta o solo inconsciente, Héctor será atacado por un misterioso individuo que oculta su rostro tras un vendaje de color rosa. Malherido, nuestro protagonista se ve oblidado a huir y acaba entrando en un laboratorio donde un joven científico (el propio Nacho Vigalondo) le hará una curiosa propuesta...
Es obvio que tratándose de una película sobre viajes en el tiempo, el espectador de Los cronocrímenes ha de entrar en el juego que propone su guión y aceptar las presuntas incongruencias que puedan parecernos que jalonan el devenir de la trama, al mismo tiempo que se le pide siga con atención los vericuetos de la historia... conformando un relato donde no faltarán personalidades duplicadas y triplicadas en un juego de reflejos y resonancias sin fin.
Como hiciera el citado Shane Carruth en Primer, Vigalondo rehúye toda espectacularidad propia de este tipo de narraciones fantásticas, y opta por construir una pequeña pieza de cámara, montada con precisión y meticulosidad, en la que todas las piezas parecen encajar unas con otras, manteniendo la atención del espectador hasta el final pese a la (inevitable) repetición de acciones vistas desde perspectivas diferentes.
Pero lo que hace de Los cronocrímenes una gran película no es que se trate de un puzzle bien acabado, ni la originalidad de la propuesta (el viaje al pasado del protagonista es de apenas poco más de una hora), ni siquiera las sorpresas que salpican la trama (algunas, como la identidad del enmascarado, predecibles; otras, que no desvelaremos aquí, no tanto), sino la amarga conclusión del relato, en la que un Karra Elejalde transmutado en un Hombre Elefante del extrarradio será capaz de la más aberrante de las acciones para salvar lo que más quiere en el mundo: a su esposa muerta... si es que murió alguna vez.
Y es este final y no otra cosa, lo que convierte a Nacho Vigalondo en un romántico cruel, y lo que hace de su prometedor debut una película a tener en muy alta consideración.
(+) El blog de Nacho Vigalondo
[Fotografías: 1.ª- Nacho Vigalondo en 7:35 de la mañana; 2.ª- Rod Taylor en El tiempo en sus manos.]
Una pelicula bastante agradable, una historia de viajes temporales sencillita y bastante bien llevada.
ResponderEliminarEste año esta resultando una cosecha de pelis españolas bastante decente.