viernes, 3 de septiembre de 2010
Viajes iniciáticos
El verano se acerca a su fin: para la mayoría de las personas terminan las vacaciones, y es hora de regresar de la playa, la montaña o el campo, o incluso de tierras extranjeras para los más viajeros, y volver a nuestra rutina laboral y, en definitiva, vital. Pero para algunos el viaje continúa, y en algunos casos se convierte en un periplo sin retorno. Hoy vamos con dos de esos viajes más grandes que la vida, independientemente del territorio físico abarcado, pues son trayectos en busca del destino más ansiado: conocerse a uno mismo.
Aunque es una obra publicada en dos partes (tanto en su edición original francesa por Futuropolis como en la española por La Cúpula), y no es esta -como veremos- una división gratuita, resulta conveniente esperar a disponer de ambos volúmenes para poder leer toda Lulú, mujer desnuda de un tirón: creo que así se disfruta mucho más de la última propuesta de Étienne Davodeau, uno de los autores más interesantes -dada la constante alta calidad de su obra- de la bande dessinée contemporánea.
En este título el autor de La mala gente vuelve a moverse en uno de los dos terrenos que mejor domina (el otro es el de los relatos de reivindicación política y social): las historias intimistas protagonizadas por miembros de la clase media, ciudadanos anónimos que representan muy bien las alegrías y los sinsabores de la cotidianeidad, los gozos y las sombras de las vidas de cualquier individuo, y con los que por tanto el lector se identificará sin ningún problema.
El personaje titular de la obra es una mujer de más de cuarenta años, casada y con tres hijos, que después de haberse dedicado durante gran parte de su existencia a cuidar a su familia y su hogar decide reincorporarse a la vida laboral; pero como comprobará muy pronto, su objetivo queda lejos de poder cumplirse fácilmente. Esto le provoca una pequeña crisis existencial de la que solo podrá salir abandonándolo todo de buenas a primeras, y marchándose en compañía de una desconocida que en un primer momento la impulsa a ello. Este viaje permitirá al autor, como ya hizo en El testimonio, mostrar la vida cotidiana en carretera en las afueras de la gran ciudad en la Francia actual.
En su periplo, que como decíamos al principio está destinado a que Lulú se encuentre a sí misma, vivirá una bonita, por lo que tiene de impulsiva e inesperada, historia de amor con Charles, un desconocido al que conoce en la playa, y con el que compartirá unos días apartada de su alienante rutina... donde la esperan su familia y sus amigos, cuyas vidas también se van a ver influidas en mayor o menor medida por la radical decisión de Lulú.
Como también ha hecho recientemente Camille Jourdy en su espléndida trilogía Rosalie Blum, Davodeau toma la decisión de utilizar la figura del espía voyeur -Xavier, amigo de Lulú y su esposo, en el primer volumen; Morgane, hija mayor del matrimonio, en el segundo- para relatar las peripecias vividas por Lulú vistas prudencialmente desde una corta pero discreta distancia. Mediante este recurso el autor dosifica la información, siendo capaz de crear una sensación de suspense y de aportar giros sorprendentes al relato -atención a la presencia del cadáver que velan los amigos de la pareja-, un elemento este no muy habitual en las historias de corte costumbrista, y que el lector agradecerá aquí.
Mención aparte merece el apartado gráfico, donde Davodeau -que nunca ha sido un dibujante torpe o limitado- se halla aquí en su mejor expresión: baste fijarse en lo bien que retrata tanto las escenas intimistas de interiores como las que se desarrollan en espacios abiertos; en estas últimas brilla particularmente su dominio de la luz, consiguiendo captar el momento del día en el que se desarrolla la acción. Así, el trabajo con los lápices y el color de Davodeau se pone al servicio de la historia dando lugar a un todo unitario y sin fisuras, que posiblemente figurará entre los mejores tebeos del año en curso.
Lo mismo podría suceder con el otro título que hoy nos ocupa: Viaje con Bill. Editada por Glénat tanto en Francia como en España, la última obra de Matthias Schultheiss es, lo confieso, mi primer contacto con el trabajo de este autor, del que en nuestro país ya hemos podido leer un volumen como Bukowski, su acercamiento a la figura del célebre escritor norteamericano.
Al parecer, al autor alemán le fascina la cultura de la Norteamérica de los años 7o, la misma que retratan autores autóctonos como James Vance y Dan Burr (Reyes disfrazados), Tim Lane (Coches abandonados) o la pareja formada por Bruce Paley y Carol Swain (Jirafas en mi pelo), pues es en ese marco donde se desarrolla la odisea que experimentan los tres personajes centrales del relato: Luke y Tweety son un padre -divorciado o viudo- y su hija pequeña que viajan en busca de un cambio que ni siquiera el primero -al que se le intuyen problemas con el alcohol en un pasado reciente- parece tener muy claro; a ellos se les sumará Bill, un autoestopista veterano de la guerra de Vietnam que se encuentra atado a una silla de ruedas.
Frente al escepticismo empirista de Luke, Bill es un hijo de la cultura hippy, susceptible a explorar otras dimensiones, a abrir las puertas de la percepción. Tanto es así que su objetivo es encontrar a un mítico shaman que pueda devolverle las piernas que perdió durante un ataque en helicóptero; un accidente este que él considera un castigo merecido por las personas que mató en su ejercicio como soldado del ejército de los Estados Unidos.
Resulta lógico, dado el carácter de un personaje como Bill, que con este empatice enseguida la pequeña Tweety, cuya inocencia la hace más permeable a cualquier lectura fantástica de la realidad que les rodea. Esta situación chocará, como decía, con la manera de ser del padre, pero lejos de ofrecer un enfrentamiento maniqueo entre ambos adultos por el amor y comprensión de la pequeña, Schultheiss ofrece un retrato de armonía entre los tres más allá de algún choque puntual.
No desvelo nada importante del relato, ni mucho menos el final del mismo, si destaco que en el viaje que centra esta novela gráfica los personajes vivirán un gran número de aventuras, entre ellas un encuentro con las consecuencias del racismo en el sur, los abusos de poder en el seno familiar, y hasta una visita a un hotel fantasma que termina con un descenso a los mismísimos Infiernos. Todos ellos son episodios que articulan una odisea en el sentido más clásico del término, un relato de ecos homéricos, iniciático, telúrico y espiritual, donde todo, hasta los milagros -como en Ordet, la película de Dreyer-, parece posible.
Para terminar, merece destacarse también el apartado gráfico de la obra, tan conseguido que el autor opta por no ensuciar los dibujos con los bocadillos de los diálogos, y estos aparecen en forma de texto seguido junto a las (bellísimas) ilustraciones del relato. Les recomiendo que ojeen un ejemplar de la obra y disfruten, de primeras, de la impresionante factura visual de Viaje con Bill. Luego solo les quedará relajarse y sumergirse en su grata lectura.
Título: Lulú, mujer desnuda (2 vols.)
Autor: Étienne Davodeau (guión y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: marzo-mayo de 2010
88 páginas c/u. (color) - 20 € c/u.
Título: Viaje con Bill
Autor: Matthias Schultheiss (guión y dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: julio de 2010
288 páginas (color) - 29,95 €
(+) Previously on Abandonad toda esperanza, Étienne Davodeau:
- Caída de bici
- El testimonio
- Ha muerto un hombre
El segundo me interesa mucho más, porque adoro la vida de carretera y los viajes iniciáticos y porque siempre que puedo emprendo uno. Además, algún día quiero recorrer aunque sea un poquito de la Norteamérica profunda X)
ResponderEliminarPD: De Richard Ford he leído sus relatos de Rock Springs y son maravillosos. Me pillaré Mi madre en cuanto pueda :)
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