martes, 25 de marzo de 2008

Bodrios que hay que ver: El ojo del tigre

Cuando dedicamos unas líneas a la infecta Carretera al infierno II, de la que Jake Busey era uno de sus protagonistas, nos preguntábamos cuánto tardaría en aparecer por esta sección de "Bodrios que hay que ver" su padre, el ilustre Gary Busey, y sospechábamos que la respuesta era que no demasiado.



Y así es: el peliculón de hoy, El ojo del tigre, cuenta con Gary Busey como estrella indiscutible, y viene a ser un buen ejemplo del más absurdo, deplorable y, por consiguiente, fascinante cine de acción de los años 80.

El argumento de este film de 1986 es bien sencillo: Busey interpreta a Buck Matthews, un veterano de la guerra de Vietnam que acaba de salir de la cárcel. Su plan es reintegrarse en la sociedad, volviendo a su pueblo natal para reunirse con su adorable esposa y su no menos adorable hijita, y a continuación recuperar su trabajo en la construcción.



Pero su propósito no será fácil de cumplir: el pueblo está bajo la hegemonía de una banda de delincuentes motorizados, liderada por Blade (William Smith, nada más y nada menos que el mítico Falconetti de Hombre rico, hombre pobre), y que además tiene comprado al corrupto sheriff de la localidad (Seymour Cassel, el actor fetiche de John Cassavetes, que obviamente vivió tiempos mejores).

Y hete aquí que una noche, mientras Buck trabaja como vigilante nocturno, algunos de los malhechores motorizados intentan violar a una enfermera que vuelve a su casa después de una dura jornada. El protagonista no tarda en impedirlo, pero a partir de entonces la banda se la tendrá jurada, y no tardarán en irrumpir en su casa, malhiriéndolo a él, matando a su esposa y dejando a su hija en estado catatónico.



La venganza, claro está, no se hará esperar: al más puro estilo de Charles Bronson, Busey reclama la ayuda de un compañero de prisión al que salvó la vida, un gángster latino de poca monta que le facilita un todoterreno preparado para el combate (sí, con misiles tierra-aire y todo) y una buena cantidad de armas y explosivos.

La película culmina con el protagonista, ayudado por su mejor amigo J.B. (no es una metáfora sobre el alcoholismo: su mejor amigo es una persona de verdad, interpretada por Yaphet Kotto), atacando el campamento de los malvados motoristas, haciéndolo saltar por los aires, y enfrentándose cuerpo a cuerpo con Blade en un barracón repleto de polvo blanco que los malpensados dirán que es cocaína, aunque yo creo que es levadura para amasar las típicas y deliciosas monas de Semana Santa.



Como imaginarán, El ojo del tigre podría pasar perfectamente por un episodio extendido de El Equipo A, desde la simplicidad argumental hasta el manido tema de la venganza, pasando por una lamentable ausencia de violencia realista. Porque el descabezamiento de uno de los motoristas gracias a un cable tensado augura algo de carnaza que, después, no llegará a materializarse, y todo quedará en inofensivas explosiones que conllevan a malosos saltando por los aires al más puro estilo de Hannibal Smith y compañía.

Hay que señalar que el director del film, Richard C. Sarafian, pasará a la historia como el director de una cult movie de la talla de Vanishing Point (Punto Límite: Cero), aunque el grueso de su filmografía sean capítulos televisivos, telefilmes y otros trabajos discretos. Por cierto: sus cuatro hijos se dedican también al cine, y uno de ellos, Deran Sarafian, es autor de filmes como Libertad para morir, con Jean-Claude Van Damme, la simpática Velocidad terminal, o varios episodios de la franquicia de CSI y de House.



Para terminar, señalar que el film se titula El ojo del tigre no se sabe muy bien por qué, como no sea por utilizar por la cara el gran éxito de los 80 Eye of the Tiger, de Survivor, en los créditos iniciales, y que ya había sido el tema principal de Rocky III cuatro años antes. Como los Scotti Brothers, productores del film, tenían los derechos de la canción, debieron pensar que todavía podían rentabilizarla un poquito más...

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