En alguna ocasión hemos hablado de lo poco que se prodigan eso que hemos venido a llamar biocomics, los cómics biográficos, frente a las numerosas biopics o películas biográficas que se ruedan cada año en todo el mundo. No obstante, a ejemplos recientes como Voodoo Child (dedicado a Jimi Hendrix) de Bill Sienkiewicz o King (Martin Luther King) de Ho Che Anderson, se suma ahora Pascin de Joann Sfar, editada aquí por Ponent Mon.
Jules Pascin, alias artístico de Julius Mordecai Pinkas, fue un pintor de origen búlgaro pero nacionalizado estadounidense que vivió muchos años en París, ciudad en la que se quitó la vida con cuarenta y cinco años. Antes de su suicidio le dio tiempo a vivir en todo su esplendor la época bohemia del Montparnasse de principios del siglo XX, un momento y lugar que podemos conocer como si fuese de primera mano gracias a Los amantes de Montparnasse, la película de Jacques Becker sobre el pintor Modigliani.
Como Becker, Sfar sabe que no hace falta subrayar el ambiente donde se mueve su antihéroe romántico porque de todas maneras aquel acaba emergiendo: tal es la fuerza del entorno histórico y artístico, marcado por el fervor creativo que desembocaría en la eclosión de las vanguardias en los años 20 y 30.
Por las páginas de Pascin aparecen también Marc Chagal y Oskar Kokoschka, y por más que su autor advierte de que la suya no es una biografía al uso del pintor bohemio, su advertencia suena a excusatio non petita, accusatio manifesta; no dudamos en que su retrato del artista bisexual que creció entre prostitutas y que repartió su goce privado entre su esposa Hermine David y su amiga y amante Lucy Krogh debe parecerse bastante al Pascin real.
Tal como lo muestra el autor de Gran Vampir, Pascin fue un artista que pintaba de forma totalmente natural, sin sublimar su arte, y que mientras retrataba a una bella mujer desnuda que dormitaba en su cama, pensaba sobre todo si en aquel hotel prepararían huevos para el desayuno. Su objetivo al pintar era hacer mundano lo desconocido, desublimarlo; por ello afirma que pintar es como masturbarse, y que cuando dibuja a una mujer ya no necesita hacerle el amor. Era un pintor que necesitaba de su arte, simplemente, para expresarse y darse a conocer al mundo que le rodeaba.
La obra, publicada como serial en la revista Lapin entre 1997 y 2002, está confeccionada mediante diversas técnicas, del lápiz a la tinta, presentes hasta en la numeración de las páginas, conformando una obra libre y genial. Como un servidor afirmó en una ocasión, el descubrir al reputadísimo Sfar en París-Londres fue una ligera decepción; ahora, tras leer Pascin, uno comprende y se justifica el prestigio de su creador.
Si Pascin es una novela gráfica más convencional en cuanto más narrativa, Pascin: La java bleue antepone la obra a la vida, y en sus bellísimas páginas a todo color, los dibujos de Pascin (recreados, claro está, por el propio Sfar) penetran la narración y se comen las viñetas de la vida del artista. Por ello, La java bleue, repleta de acuarelas brillantísimas, es el complemento ideal para entender Pascin... pero carece de todo sentido (más allá del puro goce estético) sin la lectura previa de ésta.
Por ello, inteligentemente, Ponent Mon ha cuidado todavía más si cabe la edición de La java bleue, haciendo de la misma obra una pieza artística, un cómic de lujo ideal para el disfrute estético; es pues una de esas obras que nos hacen pensar todavía más si cabe que, en estos años de tecnología digital y tráfico de información en la red global, la edición en papel todavía tiene sentido.
Háganse, pues, con ambas: con Pascin, para conocer al atrayente personaje; y con La java bleue, para deleitarse con su arte... y con el de Sfar.
Título: Pascin
Autor: Joann Sfar (guión y dibujo)
Editorial: Ponent Mon
Fecha de edición: julio de 2006
192 páginas (b/n) - 18 €
Título: Pascin: La java bleue
Autor: Joann Sfar (guión y dibujo)
Editorial: Ponent Mon
Fecha de edición: noviembre de 2006
80 páginas (color) - 23 €
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