miércoles, 14 de septiembre de 2011

El paso del tiempo: Una mesa de disección



Hoy en día Antonio Altarriba está considerado, hasta por el lector que ha llegado recientemente al redil del cómic gracias al tirón comercial del publicitado vocablo "novela gráfica", como uno de nuestros más importantes guionistas en el ámbito de la historieta... aunque también sea escritor de narrativa desde hace varios años. Esto se debe, claro, a que puede presumir de haber obtenido, junto con el dibujante Kim, el Premio Nacional de Cómic por El arte de volar. Por su parte, desde hace bastante tiempo ya que se viene considerando a Luis Royo como uno de los ilustradores más prestigiosos a la vez que comerciales del mundo, con un estilo gráfico muy reconocible y que le ha ganado tantos adeptos como imitadores en el mercado de la ilustración.


Retrato de Altarriba y Royo,
realizado por este en 1983


Pero hubo un tiempo en el que ambos, con una carrera ya considerable a sus espaldas pero sin el alcance mediático del que gozan actualmente, colaboraron juntos en un proyecto que un cuarto de siglo más tarde ve por fin la luz de forma íntegra y en un formato acorde con los deseos de sus autores de la mano de Norma Editorial. Nos referimos a El paso del tiempo, una obra inclasificable y sorprendente que aúna historieta, narrativa, ensayo e ilustración... y que, por su propia naturaleza híbrida y también por su adhesión a los estilemas del surrealismo, está llamada a despertar tantas pasiones como rechazos.


Antonio Altarriba, un hombre de letras


Hagamos un poco de historia, de la mano de un profesor de excepción: el propio Altarriba explica en su texto introductorio que su colaboración con Royo se extendió a lo largo de más de una década, concretamente de 1977 a 1987, período de tiempo en el que el guionista viajaba casi cada fin de semana de Vitoria a Zaragoza para trabajar estrechamente con su colega. Dicha colaboración resultó fructífera artísticamente hablando, pues dio como resultado una retahíla de historietas breves sin textos de apoyo, a la vez que una serie de textos firmados por el también guionista de El brillo del gato negro e ilustrados por Royo. Pero aunque algunas páginas vieron la luz en publicaciones periódicas de la época, los lectores -siempre según el propio autor-, sumisos a rendir pleitesía a fórmulas narrativas más clásicas, no respondieron como se esperaba.


El ser humano, protagonista de la obra


Cualquiera que se sumerja en el interior de El paso del tiempo comprenderá como lógicas ciertas reticencias que puedan despertarse en una mayoría del público potencial de la obra: lejos de encontrarnos con una novela gráfica -de nuevo el dichoso término-, que es lo que algunos esperarán encontrarse aquí, estamos ante una antología de historias cortas -da igual que tengan o no texto, cuenten o no con diálogos; al fin y al cabo, todo son historias- que no ocultan su simpatía por el movimiento surrealista fundado por André Breton o por el dadaísmo instaurado desde Suiza por Tristan Tzara.


Luis Royo, en la actualidad


Así, leer El paso del tiempo -y aquí el verbo leer está más cargado de sentidos de lo habitual- supone toda una experiencia emocional, mientras pasamos una página tras otra para descubrir trasuntos de los hombres trajeados y con sombrero de Magritte que al mismo tiempo no están muy lejos de la literatura de Kafka... ya que, bajo todas las consideraciones y temáticas posibles, surge la amargura y la angustia del hombre contemporáneo, siempre condicionado por el silencioso e inevitable paso del tiempo.


Otra muestra del espectacular trabajo de Royo


Este "hombre sin atributos" de Magritte, aunque la etiqueta se la robemos a Musil, podría ser muy bien el protagonista del relato inaugural "De vuelta" -bonito título para la primera historia de una antología, todo hay que decirlo-, que reaparece -incluso con fondo de cielo azul- en la inmediata"Sin vención con vencimiento", historieta inspirada en una sentencia del propio pintor belga.


El dibujante autorretratado


Otro ilustrador, esta vez el siempre impactante M. C. Escher, es la referencia principal y confesa del "Autorretrato" que ilustra un Royo en blanco y negro deslumbrante. Una opción estética esta que se repite en "Mecánica", donde no es difícil darle una interpretación acerca del conductismo y la falta de libre albedrío a la historia de este vagabundo atrapado por unas manos que surgen del suelo que pisa.


Lautréamont y Breton, dos claves de la obra


Podríamos seguir hablando hasta la saciedad del arte de Luis Royo, que como es habitual en él recuerda en ocasiones a la escuela de Métal Hurlant y a autores como Gillon, Moebius o Bilal. También podríamos hablar de cómo Altarriba nos descubre la figura del artista maldito Félicien Rops o de cómo, en estrecha colaboración con Royo, traslada los experimentos de literatura potencial impulsados por Georges Perec a partir de fragmentos de su novela-edificio La vida instrucciones de uso... por no hablar de la poderosa historieta en la que los autores materializan aquella célebre máxima de Los cantos de Maldoror de Lautréamont recuperada por Breton para definir el surrealismo: "el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección". Pero ante una obra como El paso del tiempo lo mejor es sumergirse en sus propuestas de la manera más límpida e inocente posible; solo así surgirán las libres interpretaciones y las emociones que sus páginas pueden y deben suscitar. Y es que, en este caso, Altarriba es una máquina de coser y Royo un paraguas. O al revés.


Título: El paso del tiempo
Autores: Antonio Altarriba (guion) / Luis Royo (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: mayo de 2011
176 páginas (color) - 22 €


(+) Las webs de los autores:
- Antonio Altarriba
- Luis Royo

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