lunes, 30 de mayo de 2011
Un guionista de oficio
Ya lo hemos dicho en alguna ocasión: uno de los males aparentemente endémicos del tebeo nacional es la falta de guionistas de oficio. De hecho, no faltan dibujantes de oficio, pero la mayoría trabajan para el mercado extranjero, sea el norteamericano o el francobelga. Así, si pensamos a vuelapluma en autores españoles que publiquen más o menos regularmente en nuestro país, ya sean cómics de autor o pretendidamente más comerciales, nos encontraremos con que los nombres que surgen son en su gran mayoría guionistas que dibujan sus propias historias... o, si se prefiere, dibujantes que escriben sus propios argumentos: Paco Alcázar, Felipe Almendros, Sergio Bleda, Miguel Brieva, Calpurnio, Nacho Casanova, Enrique Corominas, Luis Durán, Mauro Entrialgo, Miguel Gallardo, Keko, Ken Niimura, Miguel Ángel Martín, Max, Javier Olivares, Paco Roca, Kenny Ruiz, David Rubín, Víctor Santos, Fermín Solís, Daniel Torres, Santiago Valenzuela, Juaco Vizuete... Todos ellos, como otros muchos, son buen ejemplo de esta cuestión. De hecho, hasta hace bien poco parecía que nuestra nómina de "guionistas profesionales" se reducía a Enrique S. Abulí (Torpedo), Antonio Altarriba (El arte de volar), Felipe Hernández Cava (Las serpientes ciegas) y poco más, con Hernán Migoya (Olimpita) y el Raule de Jazz Maynard y La conjetura de Poincaré como últimas adhesiones al grupo. Ahora podemos sumar otro nombre: el de El Torres.
Había oído hablar de Juan Antonio Torres, alias 'El Torres', como el máximo responsable de Sulaco Studios -hoy Malaka Studio-, así como el director del extinto magazine Trece, dedicado al cómic de terror. Allí fue donde hizo su debut el personaje protagonista de Nancy in Hell, obra recogida luego en formato álbum por Dibbuks y a mi parecer una obra menor pese al espectacular trabajo gráfico de Juan José Ryp. Pero el otro título escrito por El Torres y que he tenido, esta vez sí, el placer de leer es otro asunto bien distinto: El velo supuso un soplo de aire fresco para los amantes de las historietas de miedo, un relato planteado con solvencia y cuya interacción con el apartado gráfico -obra de Gabriel Hernández, del que recordamos su acercamiento al universo de Clive Barker: El ladrón de días- daba como resultado un relato que se caracterizaba por su muy conseguida atmósfera.
Atmósfera es precisamente algo que no falta en El bosque de los suicidas, otra historia de terror firmada al alimón por El Torres y Hernández para la compañía norteamericana IDW Publishing, y que como la anterior edita aquí Dibbuks en un solo volumen con la excelencia a la que esta editorial madrileña ya nos tiene (mal)acostumbrados. Pero ahora, pese al éxito alcanzado con la anterior propuesta, los autores optan no obstante por dar un giro de ciento ochenta grados y cambiar de espacio geográfico, llevando al lector hasta Japón; más concretamente, hasta el bosque Aokigahara, a los pies del monte Fuji... Un lugar tristemente famoso por ser elegido por un gran número de suicidas para poner fin a sus días.
Por supuesto, en manos de El Torres esta anécdota real se convierte en el punto de partida de un relato sobrenatural, poblado por fantasmas que interactúan con los seres humanos, y que protagoniza Ryoko, una guarda forestal que parece ocultar más de un secreto y que trabaja recogiendo los cuerpos inertes de aquellos que han decidido voluntariamente terminar con su existencia terrenal; así como por Alan, un estadounidense que ve cómo Masami, su joven novia japonesa, se ha suicidado en Aokigahara al no poder aceptar la ruptura de su relación.
A mi parecer El bosque de los suicidas es una obra menos redonda que El velo: su capacidad de sorpresa es menor, y la deuda con referentes visuales previos pesa demasiado en el resultado final; particularmente, se aprecia sobremanera la influencia del cine de terror nipón, ese que desde que empezó a despuntar con Ringu de Hideo Nakata los anglosajones han dado en bautizar con la etiqueta J-Horror.
Pero eso no quita para que estemos ante una lectura más que recomendable: como decía, la historia tiene atmósfera para dar y tomar, así como una capacidad de sugerencia nada despreciable... algo verdaderamente muy difícil de conseguir en un arte visual -y por tanto, de formas objetivas- como la historieta. Además, la estructura narrativa del relato, así como la disposición de las viñetas y de las planchas sucesivas, está tan cuidada como era de esperar. Por su parte, Gabriel Hernández vuelve a ofrecer un recital plástico al que resulta muy complicado resistirse. El resultado final hará las delicias de aquellos que disfrutan siendo sobrecogidos por una lectura.
Cambiando totalmente de tercio, es momento de recomendar la novela gráfica La huella de Lorca, publicada por Norma Editorial y en principio escrita y dibujada por Carlos Hernández -al parecer, sin ninguna relación de parentesco con el dibujante de El bosque de los suicidas-, si bien el autor cuenta aquí con el apoyo logístico de El Torres en la redacción del guión, en un cometido que irónicamente se explicita en los créditos iniciales parafraseando aquel lema tan conocido de la Real Academia Española: "Limpia, brilla y da esplendor". Como decíamos, todo un guionista de oficio en la acepción más amplia y encomiable del término.
Esta historia alrededor de la figura del poeta Federico García Lorca -que no sobre él- se articula en doce episodios breves que no aparecen ordenados cronológicamente, y que van desde 1906 -durante la infancia del futuro autor del Romancero gitano en Fuentevaqueros- al actual 2011, en donde el autor dialoga con su padre, que siendo niño conoció personalmente al protagonista de la obra, y al que recuerda con una claridad diáfana a pesar de los muchos años que han pasado.
Es en este epílogo donde el autor, mostrándose en primera persona en el relato, explica la propuesta: lejos de querer ofrecer una biografía en sentido estricto de Lorca -algo que considera que el hispanista Ian Gibson ya ha hecho antes y mucho mejor de lo que podría hacerlo él-, opta por recuperar los testimonios de personas en cuyos caminos vitales se cruzó con mayor o menor intensidad el autor de Poema del cante jondo.
Así, la historia nace a partir de los recuerdos de Alfonso Hernández Noda, padre del autor, que en 1936 y siendo apenas un niño al que todos llamaban 'Alfonsito' se vio obligado a abandonar su Granada natal junto con sus padres al estallar la Guerra Civil. Esa es la primera de las doce historias, que a modo de prólogo nos introduce en un relato que irá de Madrid a La Habana pasando por el Nueva York al que Lorca le dedicara uno de sus libros más celebrados. Y no faltan, claro, los compañeros del poeta en la Residencia de Estudiantes: particularmente, Salvador Dalí y Luis Buñuel, el primero reflejado en un par de ocasiones, el segundo retratado cuando está preparando junto con el anterior la película que se convertirá en una suerte de manifiesto del cine surrealista: Un perro andaluz... título en el que Lorca quiso ver un desprecio por parte de sus amigos que el director aragonés siempre se empeñó en negar.
En una reciente entrevista, el escritor Salman Rushdie señaló que los regímenes políticos pueden asesinar a los poetas, pero que su poesía vivirá para siempre. No dijo que estuviese pensando en Federico García Lorca, pero qué duda cabe que el poeta granadino parece un ejemplo paradigmático de esta dicotomía. Y buena prueba de la pervivencia de su legado es este espléndido ejercicio de memoria (intra)histórica que no debería pasar desapercibido.
Título: El bosque de los suicidas
Autores: El Torres (guión) / Gabriel Hernández (dibujo)
Editorial: Dibbuks
Fecha de edición: abril de 2011
104 páginas (color) - 16 €
Título: La huella de Lorca
Autores: Carlos Hernández & El Torres (guión) / Carlos Hernández (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: abril de 2011
112 páginas (bitono) - 16 €
Conocí y leí El Velo el año pasado, gracias a una recomendación de un amigo, y desde entonces me he hecho fan de El Torres, y espero como agua de mayo cualquier cosa que toque. Yo era uno de esos que echaba de menos un buen guionista de género en España, y por fin lo he encontrado. Y por supuesto Gabriel lo borda con su dibujo, así que si fuera solo por la calidad que tienen estos autores yo creo que ya tendrían el éxito asegurado, espero que les acompañe la suerte, porque talento tienen, y mucho.
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