miércoles, 20 de abril de 2011
Retorno al pasado
La colección Nómadas de Norma Editorial se caracteriza por albergar en su seno relatos por lo general de carácter intimista, obras de autor muchas veces construidas a partir de trazos autobiográficos que remiten a la construcción de la propia identidad, un elemento este en el que resulta clave el poso que deja el pasado. Recordemos un par de casos ilustres editados en esta línea y que cumplen estas características: el best seller Persépolis de Marjane Satrapi y el más discreto pero muy reivindicable Parecer es mentir de Dominique Goblet. Por tanto no es extraño que coincidan ahora mismo en las librerías dos títulos editados dentro de esta colección en los que sus respectivos autores giren la cabeza y miren hacia atrás (sin ira) a los años de la infancia y la adolescencia.
El primero en llegar a los anaqueles de las novedades fue El pequeño Christian, esperada edición en español, y además integral, de una de las obras mayores de Blutch, un autor de interés probado para todo aquel que haya leído títulos suyos ya editados en nuestro país con anterioridad como La voluptuosidad, Blotch, Peplum o Velocidad moderna. Una garantía de calidad segura que nos lleva a seguir con interés cualquier obra que lleve su firma en la cubierta.
El presente volumen incluye las dos entregas de la edición original francesa, la primera en blanco y negro y la segunda en color... Dos partes publicadas originariamente con una distancia de casi diez años entre una y otra, y que ahora podemos leer de una sentada y en español, apreciando con nitidez la evolución artística y emocional del autor. El resultado son diecinueve historias en total, todas ellas protagonizadas por Christian, un niño de clase media del que no resulta difícil sospechar sea una traslación literaria de las vivencias durante la infancia del propio autor, cuyo nombre real no es otro que Christian Hincker.
El primer relato, "Lejos de Río Grande", sitúa ya al lector dentro de las coordenadas espaciales, temporales e incluso emocionales en las que nos moveremos a lo largo de toda la obra: Christian es un niño de entre seis y diez años que acude cada día a clase con los libros cargados en su mochila y todo un mundo de fantasía cargado en su imaginación. Una de sus principales aficiones son las películas del oeste y de acción, que de todas formas no puede ver cuando las pasan por televisión por estar obligado a acostarse temprano -algo que nunca reconocerá delante de sus amigos-, pero que él imagina y reconstruye a su gusto integrándose a sí mismo en la acción. De esta forma, sus héroes son John Wayne, Charlton Heston y Steve McQueen; de hecho, al protagonista de La huida o La gran evasión lo considera prácticamente como un dios, y al póster suyo que cuelga en una pared de su habitación le ruega deseos y reza casi a diario.
Por lo tanto, el pequeño Christian vive en un mundo repleto de héroes y villanos, así como de otros personajes de ficción: el Doctor Justice, Bruce Lee, Jim West, Mickey Mouse, Lucky Luke, el hercúleo Rahan... Seres inexistentes que le ayudan a sobrellevar los malos momentos y que le permiten disfrutar todavía más de los buenos; iconos casi mitológicos con los que dialoga como hiciera Woody Allen con Humphrey Bogart en Sueños de un seductor, el personaje de Christian Slater con Elvis Presley en Amor a quemarropa, Jesse Custer con el cowboy John Wayne en las páginas de Predicador o, más recientemente, el personaje central de Burbujas de Daniel Torres -precisamente un título de la línea Nómadas- con varios de los personajes del cine encarnados por Robert Mitchum. De hecho, el propio Wayne en la bélica El día más largo y el Marlon Brando de Rebelión a bordo o sobre todo (ya en versión decadente) El último tango en París escuchan las confidencias del pequeño Christian y le aconsejan de la mejor manera posible.
De esta forma, Christian crece -como paralelamente crecía, con varios años de adelanto, este autor nacido en 1967- y pasa de ser el niño que solo quiere jugar con sus amigos y prefiere mantener lejos a las niñas, a ser un jovencito que tras vivir ese rito cuasi iniciático que es pasar a sexto curso empezará a sentirse atraído por el otro sexo; particularmente, por Catie Borie, la hija de unos amigos de sus padres y a la que un Christian convertido en su más rendido admirador define como "una mezcla explosiva de Claudia Cardinale, Barbara Carrera, de Ali McGraw, de de de Raquel Welch, de Jacqueline Bisset y de Tarita, la hija del rey de Tahití". No es de extrañar, entonces, que el pobre Christian se enamore perdidamente... aunque cuando Catie se corte el pelo ("que le baja hasta el culo") el hechizo se desvanezca tan rápidamente como se instauró.
Como ha manifestado el propio Blutch, su obra tiene una inspiración muy clara: los álbumes de El pequeño Nicolás que escribiera el guionista de Asterix y Lucky Luke, René Goscinny, y que dibujara el gran Sempé. Pero tener un referente tan claro y directo no resta un ápice para que Blutch haya conseguido hacer de El pequeño Christian una obra absolutamente personal, que destila emoción, encanto, emotividad, un gran sentido del humor y la dosis justa de melancolía por el tiempo pasado y por la inocencia perdida; elementos todos ellos que acaban conformando una pequeña y discreta pero totalmente incontestable obra maestra de la historieta europea actual.
Menos redonda, pero no por ello del todo exenta de interés, me parece la novela gráfica Muertos de sueño, con la que el italiano Davide Reviati obtenía el Premio Attilio Micheluzzi al mejor cómic en la Comicon de Nápoles del año pasado, y que Norma editaba en el mes de marzo como volumen 33 de la serie Nómadas.
Si en El pequeño Christian seguimos las andanzas de un personaje central a lo largo de una etapa muy concreta de su vida, en Muertos de sueño nos encontramos con un protagonismo coral cuyos personajes principales crecen y evolucionan considerablemente, abarcando su autor varias etapas de la vida que van desde la infancia hasta la madurez, pasando por la siempre decisiva adolescencia.
El devenir cotidiano de los protagonistas de esta obra y de sus respectivas familias se desarrolla en una colonia industrial, formada por la ANIC, una empresa petroquímica construida en Rávena en 1958, y la aldea de viviendas que se creó como un satélite que gira alrededor de la anterior para que vivieran en ella los trabajadores. Un pequeño microcosmos concebido por el fallecido empresario Enrico Mattei, al que los protagonistas adoran como a un dios porque así se les ha explicado.
En este universo, los protagonistas pasan las vacaciones de verano jugando interminables partidos de fútbol, robando melocotones en un huerto cercano -y arriesgándose por ello a recibir perdigonazos de sal-, lanzando gatos al aire, prendiendo fuego a sapos en mitad de la noche o adivinando a qué productos químicos corresponden los distintos olores que provienen de la fábrica cercana. Una vida en la que los elementos de peligro que mortifican a los adultos se convierten para ellos en trazos de la más grande aventura jamás vivida.
Parte importante de sus vidas son los personajes secundarios, algunos tan carismáticos como el peligroso Sgníz, al que todos temen menos Filipppo, apodado Pippa -todos tienen sobrenombres, por supuesto-, hijo del encargado de la ANIC, con "un par de cojones" y que "se cree el hijo del sol"; o el estrambótico Teodorico, aparentemente un loco iluminado pero que cuenta a los jóvenes protagonistas fábulas repletas de verdad que terminan con moralejas de peso suficiente como para convertirse en adecuadas máximas vitales... Y qué es la vida sino una búsqueda constante de una o varias máximas que la expliquen y justifiquen.
Menos fresca y aparentemente más autoconsciente de su condición de obra seria, y por tanto a mi parecer menos conseguida al menos en ese aspecto, Muertos de sueño no deja de ser una obra de interés considerable, que supone, como refleja el texto de la contraportada, "un homenaje a la vida en una colonia industrial, a las comunidades que viven por y para una empresa que no siempre les trata como debería". Ya solo por eso merece la pena ser leída.
Título: El pequeño Christian
Autor: Blutch (guión y dibujo)
Editorial: Norma
Fecha de edición: febrero de 2011
112 páginas (b/n y color) - 18 €
Título: Muertos de sueño
Autor: Davide Reviati (guión y dibujo)
Editorial: Norma
Fecha de edición: marzo de 2011
352 páginas (b/n) - 25 €
No hay comentarios:
Publicar un comentario