miércoles, 2 de febrero de 2011
El mundo loco, loco, loco de Sam Kieth
Lo confieso: siento una debilidad especial por el arte de Sam Kieth desde que lo descubrí, si no recuerdo mal, en los primeros números del The Sandman de Neil Gaiman publicados en España por Ediciones Zinco dentro de la colección genérica Universo DC. Desde entonces he seguido siempre que he podido la evolución de su obra y, sobre todo como dibujante, jamás me ha defraudado. No está de más recordar a los interesados en su trabajo que pueden encontrarse en español, además de los títulos que mencionaremos a continuación, dos obras tan interesantes como Ojo (Norma) o Zero Girl (Planeta), ambas escritas por él mismo.
Recientemente hemos tenido la oportunidad de volver a disfrutar de su personalísimo estilo en dos títulos recientemente publicados en nuestro país por parte de editoriales distintas, pero que casualmente acaban de coincidir como novedades en las librerías. La primera de la que hablaremos es una obra que cuenta también con su autoría total: Asilo Arkham: Locura. Este volumen especial de Batman -tan especial que el Hombre Murciélago ni siquiera aparece, y apenas se le menciona en un par de ocasiones-, publicado por Planeta de Agostini Comics, es la versión española de Arkham Asylum: Madness, y como su título indica podría considerarse como una suerte de secuela o spin off tardío de la ya mítica novela gráfica de los años 90 escrita por Grant Morrison e ilustrada por Dave McKean.
En ese aspecto radica el mayor handicap de la presente obra: las comparaciones siempre son odiosas, y el recuerdo de la Arkham Asylum original -editada en su día por Zinco y recuperada luego por Planeta en un tomo absolute con suculento material extra- es demasiado poderoso todavía como para desprenderse de las mismas. De todas formas, Kieth es lo suficientemente inteligente como para no tratar siquiera de ocultar su deuda con la anterior, y algunas composiciones de página o el modo en el que retrata al Joker -como era de esperar, villano principal de la función-, incluso el uso de distintas fuentes o colores para los diálogos y reflexiones de los diferentes personajes, recuerdan poderosamente al trabajo del dibujante británico.
No obstante, Arkham Asylum: Locura también puede entenderse como una prolongación de un título previo del propio Kieth: la miniserie de cinco números Batman: Secrets (editada aquí en un solo volumen como "Secretos", la entrega undécima de Leyendas de Batman), y primer y muy interesante acercamiento del autor a la figura del Payaso Asesino de Gotham City. Si allí la eterna némesis del Caballero Oscuro era el indiscutible rey de la pista, aquí comparte protagonismo con otros villanos -caso de Dos Caras, Killer Croc, Harley Quinn, Hiedra Venenosa o el Espantapájaros, por citar los más relevantes-, pero sobre todo con el personal sanitario, administrativo y de seguridad del centro psiquiátrico más célebre del Universo DC.
Es precisamente una enfermera de Arkham, Sabine Robbins, el personaje que como la Alicia de Lewis Carroll -cita literaria también explícita en el cómic de Morrison y McKean- funciona como álter ego del lector y atraviesa en las primeras páginas el espejo que separa la cordura y la locura para penetrar en el manicomio y llevar a cabo una dura jornada laboral doble -el temido turno de noche incluido-... por una razón tan prosaica como que necesita el dinero de su sueldo para mantener a su familia, y muy particularmente a su pequeño hijo Ozzie.
En este aspecto radica uno de los dos principales atractivos de la obra: por más que beba de la tradición gótica y su estética recargada y tenebrosa, Kieth no se olvida de pisar firmemente la realidad cotidiana, y como guionista plasma con acierto los sinsabores de una jornada laboral que nadie en su sano juicio, sean cuales sean su formación y su vocación, debería elegir: en Arkham los guardas de seguridad apenas duran una semana en su puesto, los médicos parecen estar tan locos como sus pacientes, y las enfermeras ven pasar las horas con lenta desesperación y el tiempo de fichar y marcharse a casa parece no llegar nunca. Así, las páginas de Asilo Arkham: Locura destilan una suerte de poética realista en su versión más desencantada y con ecos urbanos que contrasta con la ambientación espacial, más propia de la literatura y el cine de terror.
No obstante, y como por otro lado era de esperar, el gran protagonista de la obra no es ni la enfermera Sabine ni el recluso Joker, sino el propio manicomio Arkham -que no "asilo", y me temo que los traductores de la editorial española han errado en la traducción del título por culpa de un false friend muy conocido-: retratado como si de una casa encantada se tratara, donde los relojes sangran -no tema el lector: hay una explicación racional- y cada sombra parece esconder una amenaza latente, es en su plasmación gráfica donde Kieth brilla con altura superando el examen con nota, pese a las ya citadas (e inevitables) comparaciones... que, como decíamos, Kieth no pretende evitar: véase el uso de material fotográfico sobre el que trabajar, muy al estilo de McKean.
De esta manera, el otro gran tanto a favor del presente título es el siempre inclasificable trabajo gráfico de su responsable, fiel a una estética en cierta medida cartoonesca, aunque más cercana, para entendernos, al mundo loco y distorsionado de Kyle Baker que al más naif de Bruce Timm... todo ello pasado por el filtro de Bill Sienkiewicz, la gran influencia decisiva en el trabajo de Kieth al entintado.
Así pues, estamos ante una obra muy recomendable, como es el caso del título que sigue, y es que los seguidores de Sam Kieth no pueden dejar pasar la que es sin duda una de sus obras mayores: The Maxx, que empieza a recopilar en gruesos volúmenes en cartoné Norma Editorial. Se trata, en efecto, de una de sus obras mayores... y también de las más personales, aunque cuente en su arranque con el apoyo de su colaborador William Messner-Loebs (con el que también trabajó en Epicuro el Sabio) a los diálogos, de manera parecida a cómo un titubeante Mike Mignola recurrió a la profesionalidad de John Byrne para escribir los de Semilla de destrucción, la primera aventura de Hellboy.
El presente volumen incluye los trece primeros números de la serie regular The Maxx, publicada entre 1993 y 1998 por Image Comics, y que pese a resultar tan particular como casi cualquier creación de Kieth se integra en el continuo del universo Image del momento (de hecho, por las páginas de este volumen se da el concurso de Pitt y del Savage Dragon de Erik Larsen). Igualmente, el tomo también incluye parte del primer número de Darker Image, o lo que es lo mismo, ocho páginas que funcionan como una precuela de la colección y que Kieth, según sus propias declaraciones, dibujó "antes de saber qué demonios estaba haciendo". Por otra parte, leyendo la cabecera regular el lector también experimentará en algunas ocasiones que el autor seguía sin saber muy bien adónde dirigir sus pasos. Intentaremos explicarnos a continuación...
La acción de The Maxx transcurre en dos mundos paralelos: uno de ellos es una gran ciudad, que muy bien podría ser New York, repleta de callejones oscuros poblados por sujetos de la peor calaña, además de por vagabundos sin hogar. Uno de estos sintecho es el propio protagonista de la serie, una suerte de superhéroe que oculta su identidad tras una extraña máscara, que (sobre)vive dentro de una caja de cartón (sic) y cuya fuerza y tamaño descomunales lo sitúan en la línea del Hulk, aunque sus garras recuerdan más a las de Lobezno; precisamente estos fueron los personajes de Marvel Comics de los que Kieth narró un enfrentamiento en otra de sus obras.
El otro personaje protagonista de la serie es Julie Winters, una trabajadora social atrevida y un punto descarada que se preocupa por ayudar a los más desfavorecidos, incluyendo esto el pagar la fianza de aquellos delincuentes de poca monta que son detenidos por la Policía. Pero Julie, que al parecer fue violada siendo poco más que una niña, parece tener también una doble identidad: en el mundo de Nunca-Nunca ella es la Reina Leopardo, un personaje -con reminiscencias estéticas del imaginario de Frank Frazetta- al que también tiene que defender allí el Maxx, casi su caballero andante particular.
La relación entre estos dos personajes, y entre los dos mundos en los que ambos se mueven, constituye el centro neurálgico del relato, donde no falta como en todo cómic de superhéroes que se precie -aunque sea tan particular como este de Sam Kieth- un villano, el Sr. Ido, que al principio Julie considera simplemente como un pervertido que hace llamadas telefónicas obscenas pero que pronto se revelará no solo como el progenitor de un destacado personaje secundario, sino como la llave para comprender el verdadero vínculo que une al héroe enmascarado y a la joven Julie y, por extensión, todo el particular y personalísimo universo de The Maxx.
Como decíamos, The Maxx es una serie cuya lectura puede parecer confusa a veces, y que pide al lector paciencia para que vaya descubriendo cuando el autor lo considere, de forma morosa, las verdaderas razones que mueven a determinados personajes o las auténticas identidades que se esconden tras sus máscaras, se manifiesten estas como tales o no. De hecho, en los primeros números de la colección ni siquiera queda claro que el espacio urbano sea el real y el territorio abierto similar a los grandes espacios de Australia sea el fantástico.
Dejando a un lado el argumento de la serie, que como Asilo Arkham: Locura -incluso de forma más explícita que allí- centra su atención principal en las fronteras que unen y separan al mismo tiempo lo que llamamos realidad de lo que no lo es, la serie es una auténtica gozada, al menos para los admiradores del estilo de Kieth, gracias a su apartado gráfico, un auténtico festín visual que se beneficia de esa sensación de que el autor puede contar, mediante giros inesperados y cambios constantes de escenario, lo que le venga en gana en cualquier momento, elemento este que hermana a The Maxx con uno de los cómics independientes más populares de las últimas décadas: Cerebus de Dave Sim.
Dicho esto solo nos queda recomendar encarecidamente la lectura de estos dos títulos, y señalar que consideramos que Sam Kieth es un autor que merece más predicamento del que ha tenido hasta la fecha: títulos como Ojo o Zero Girl han pasado bastante desapercibidos, y su colaboración en The Sandman, pese a ser el primer dibujante titular de la serie, ha quedado sepultada por el recuerdo de tantos y tantos ilustradores que le siguieron, además de por el prestigio crítico y el reclamo comercial que, por una vez, arrastraba y arrastra el nombre del guionista, en este caso Neil Gaiman. Por nuestra parte seguiremos atentos a cualquier obra que lleve su firma, pues muy pocos dibujantes nos resultan tan gratos como Sam Kieth.
Título: Asilo Arkham: Locura
Autor: Sam Kieth (guión y dibujo)
Editorial: Planeta de Agostini Comics
Fecha de edición: febrero de 2011
104 páginas (color) - 13,95 €
Título: The Maxx
Autores: Sam Kieth & William Messner-Loebs (guión) / Sam Kieth (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: enero de 2011
312 páginas (color) - 26 €
(+) El blog de Sam Kieth
(**) Otras obras del autor recomendadas:
¿La traducción de Norma para el Outworld de The Maxx es Nunca-Nunca? Que mala elección.
ResponderEliminarDejando eso de lado. Es una nota muy interesante, quizás demasiado extensa, pero no por eso menos atractiva.
Es difícil y a la vez muy fácil encontrar gente que hable bien, y con fundamentos, de la obra de Sam Kieth.
Saludos
J.