martes, 7 de julio de 2009

Bodrios que hay que ver: Hoy, especial "Torneos Espaciales"

El inimitable -más que nada porque a nadie se le ocurriría imitarle- Charles Band va camino de convertirse en la mascota de esta sección: después de haber comentado producciones suyas tan infumables como El ático, La rebelión de los monstruos, Zone Troopers o la emblemática Troll, Band y su banda no se rinden y regresan otro martes más, y además con un programa doble, centrado en competiciones absurdas que se desarrollan en el espacio exterior.



Sí, amigos, lo de "competiciones absurdas que se desarrollan en el espacio exterior", por extraño que suene, constituye ya por méritos propios un subgénero en sí mismo, y hoy tenemos con nosotros dos muestras de lo más representativo... principalmente porque son tan penosas como la mayoría de títulos que podrían caracterizarse por portar esta etiqueta.



La primera película a comentar es Arena, un film de 1989 que se distribuyó por estas tierras con el subtítulo de "El ring de las Galaxias" por si algún resacoso de mañana de domingo la alquilaba en el videoclub pensándose que por fin había conseguido pillar libre El retorno del Jedi o la segunda película de los ewoks aquellos.



La película está ambientada en un futuro donde un gran número de civilizaciones conviven alegremente, y en la que el deporte favorito de la plebe es la Arena; esto es, luchas de gladiadores del espacio, por lo general de razas distintas, y bastante peor parecidos que los Kirk Douglas y Woody Strode de Espartaco.



Fiel testigo de estos combates es Steve Armstrong (Paul Satterfield), un joven y apolíneo humano que trabaja de camarero en la cantina del ring, y que a poco que puede se mete en alguna gresca para demostrar que no solo es guapo, sino que además puede repartir guantazos como panes, ya que estuvo años entrenándose para ser luchador aunque nunca llegó a conseguirlo.



Uno de estos altercados le lleva a abandonar su trabajo y a quedarse en la calle, y además en la tesitura de deber un buen puñado de dinero a un infame malvado. Por ello, además de por otras muchas peripecias -en la película no pasan de suceder cosas, aunque ninguna nos llegará a importar demasiado-, el muchacho acaba por entrar en contacto con un equipo de lucha, formado por una entrenadora de bastante buen ver (Claudia Christian, semi estrella de la serie B de la época que hasta tiene un libro sobre su persona, y nada que ver con el fofo Burguess Meredith de Rocky) y sus hombres, que se encargarán de perfeccionar al protagonista y convertirlo en la nueva promesa del ring galáctico, lo cual le permitirá saldar sus deudas.



Como pueden ver, Arena no es más que una variante de las películas de Rocky Balboa pero llevándolas a un marco más propio de la saga Star Trek, y cuya principal finalidad es que el espectador disfrute con el ascenso de un deportista prometedor que se convertirá en campeón universal de la Arena, un galardón al que no había llegado ningún humano desde hacía un par de décadas, a pesar de mil contratiempos y visici... vicisi... visiti... problemas varios.



En el reparto encontramos muchos nombres especializados en segundas partes: además de los citados Satterfield (uno de los jovencitos acosados por la mancha negra de Creepshow 2) y Christian (Maniac Cop 2, la genial The Hidden), tenemos a Shari Shattuck (Ring on Fire 2) y Hamilton Camp (una de las voces de Todos los perros van al cielo 2). No se había visto un casting tan plagado de estrellas desde Un puente lejano.


Pero vamos ya con la segunda película de hoy, que es tan penosa que deja a Arena a la altura de Toro salvaje. Y agárrense, que ahora vienen curvas, y no solo porque las protagonistas sean femeninas. ¿Se acuerdan de Albert Pyun, del que ya hemos sufrido y comentado Cyborg y Némesis? Pues Pyun es el firmante de esta otra producción de Charles Band, pero tan vergonzosa que ni este se atrevió a firmarla y no aparece acreditado en la misma. Nos referimos a Vicious Lips, un film de 1987 también conocido como Pleasure Planet, cinta absoluta y merecidamente olvidada de la que solo parecía acordarse algún pervertido programador del canal MGM (de este saco sin fondo de morralla hablaremos largo y tendido algún día).

Pues hete aquí que Vicious Lips se distribuyó en España, imagino que en vídeo de alquiler -porque no concibo que semejante basura llegara a proyectarse en cines- con el extraño título de La banda estelar, que ríete tú de la censura franquista. Por lo visto, a alguien le pareció muy fuerte eso de "Labios Viciosos"... aunque dicho lema no es más que el nombre de la banda de música protagonista, compuesta por chicas presuntamente punks, a medio camino entre la estética de los Sex Pistols y las Bangles -aquellas que estaban obsesionadas con los lunes, ardían en una llama eterna y caminaban como los egipcios-, y que cada vez que aparecen son anunciadas como La Banda Estelar por eso de mantener la lógica interna del film (¿lógiqué?).

La película arranca con una joven que pretende triunfar en el mundo de la música, y que ve su oportunidad cuando es elegida para sustituir a la vocalista recientemente fallecida de estas Vicious Lips. Además, el grupo va a participar en un campeonato de bandas en un planeta no muy lejano, una ocasión idónea para hacerse famosas en el universo entero... Y, claro, pronto se desatarán envidias y conflictos internos al más puro estilo Eve Harrington.

Pero el viaje va a ser más accidentado de lo que esperaban, pues un meteorito ocasionará un accidente que las llevará a un planeta desértico en compañía del monstruo psicópata que viaja encerrado en el mismo transbordador donde se encuentran ellas. Una vez llegan a este lugar el asunto se complica bastante, y créanme cuando les digo que Vicious Lips se convierte entonces en una experiencia más cercana al deconstructivismo de buena parte de la literatura francesa experimental del siglo XX y al cine de autor más vanguardista que al cine espacial de serie B tipo Cazador del espacio o Guerreros del ídem: el tiempo y el ídem se confunden, y uno ya no sabe si está viendo una película de naves, de zombis, de chicas en la playa, o qué demonios está viendo. Vicious Lips deja de tener pies y cabeza, si es que los tuvo alguna vez, y el espectador se sume en lo más hondo de su psique en busca de un ligero rastro de cordura que le permita cambiar de canal. Si no lo consigue... está perdido.

Al final... todo resulta ser un sueño (lo juro, o al menos eso entendí yo), una evocación mental antes de salir a cantar; una situación que ríete tú del David Lynch de Mulholland Drive o Inland Empire. Para vanguardista, Charles Band, que permite que se rueden pesadillas como esta.

Y no, no hay fotos de la película en ninguna parte. Mejor para ustedes y su salud mental.


(En la foto anterior: Charles Band, un fan y un monigote. Juega a descubrir quién es quién. Pista 1.ª: mira la foto de Charles Band al principio de estas líneas. Pista 2.ª: el fan no lleva pajarita.)

2 comentarios:

  1. Increible Arena, como si Stallone hubiese ido de copas con George Luchas, lo que más recuerdo de la peli (tal vez por la edad) es la presencia de Claudia Chrisitan (a la que también recuerdo en Hidden y Babylon 5). Delirante filem sin duda.

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  2. Anónimo4:41 a. m.

    El monigote es el monigote de "La Galleta Asesina" (2005) otro gran bodrio que hay que ver (o no)

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