martes, 2 de septiembre de 2008

Bodrios que hay que ver: Frankenhooker

Hoy, en esta sección de "Bodrios que hay que ver", estamos de enhorabuena, porque después de Blood Diner volvemos a tener una película con un cerebro dentro de un tarro, y como cualquier hijo de vecino sabe, una película con un cerebro dentro de un tarro no puede ser mala. ¿O sí?



No obstante, en Frankenhooker, que esa y no otra es la película que hoy les recomendamos (ver o no ver, según su coeficiente intelectual, sus intereses artísticos y la radiación a la que fueron sometidos cuando lo del desastre nuclear de Chernobyl), el cerebro dentro de un tarro -al principio del film, luego pasa a flotar en el interior de una pecera para sorpresa de los pobres y atónitos peces- no es el verdadero protagonista, sino solo un personaje secundario que nunca sabremos muy bien a qué santo aparece en el film, como no sea la razón sugerida al principio: atraer a un público ávido de ver cerebros dentro de tarros. Y es que, como dijo el torero, hay gente pa'tó.



Del Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary W. Shelley se han hecho cientos de versiones cinematográficas, tanto oficiales -las dirigidas por James Whale, Terence Fisher o Kenneth Branagh, por ejemplo- como versiones bastante sui generis: de la romántica La prometida de John Badham a la futurista Frankenstein Unbound de Roger Corman, pasando por el pobre telefilm policíaco Frankenstein: Evolution o los filmes que rememoran la escritura de la novela original: Gothic, Haunted Summer, la española Remando al viento... En este grupo cabe incluir -y lo incluimos precisamente por eso, porque cabe, si no no puede ser- el cortometraje de Tim Burton Frankenweenie, donde el niño protagonista resucita a su perro muerto.



Y si el autor de Sweeney Todd, fiel a su herencia mezcla de la tradición gótica y el costumbrismo norteamericano de Norman Rockwell optaba por esta particular revisión del texto de Shelley, ¿qué cabría esperar de una adaptación perpetrada por el guarrete de Frank Henenlotter, el autor de Brain Damage y la trilogía Basket Case (aquí llamada marcianamente ¿Dónde te escondes, hermano?)? Pues esto, una película donde la criatura resucitada resulta ser una prostituta montada a partir de pedazos de otras muchas rameras muertas.



De ahí lo de Frankenhooker, que puede traducirse como "Frankenputa" (con perdón), aunque en España se la conozca como Vicios diabólicos o, directamente, por el título original, que queda mucho más educado sobre todo si no se sabe hablar inglés. Un film del que ya habíamos reseñado su existencia aquí y aquí, y que ya tardaba en aparecer en esta sección.



Mola, ¿eh? Pero vamos a lo que vamos: la película arranca presentándonos a Jeffrey Franken (¿cogen el chiste?), un joven que trabaja en una empresa de suministro eléctrico pero cuya aspiración profesional siempre fue ser médico. Y aunque ya ha abandonado tan altas aspiraciones, a Franken (al que interpreta James Lorinz, una mezcla de Andrew McCarthy, George Newbern, Paul Rudd y un primo mío que colecciona maquetas de catedrales) siguen interesándole los experimentos neurológicos. De ahí el ya tantas veces citado y nunca lo suficientemente ponderado cerebro en el tarro, y también el hecho de que, a la hora de aislarse del mundo exterior y darse un viaje opte por, en lugar de consumir alcohol u otras drogas, practicarse una trepanación con un taladro. Oye, cada uno tiene sus hobbies...



En fin... La película arranca en la fiesta de cumpleaños del padre de su novia Elizabeth Shelley -otra (doble) referencia a la novela original, y es que este Henenlotter es un tío leído, qué duda cabe-, una joven prototipo del ideal virginal norteamericano que adolece de cierto sobrepeso nalgal y que no tiene una idea mejor que regalarle una cortadora de césped a su progenitor, probar a ver cómo funciona y ponerse en su camino... Lo cual acaba de la peor de las maneras posibles.



A partir de la muerte de su prometida, Jeffrey entra en una espiral de depresión y locura que podría durar meses, aunque en la película lo cuentan en medio minuto porque el film apenas dura 85 y no hay tiempo de deleitarse con nada. Durante este oscuro período de su vida, en el que vive acompañado de algunos de los trozos del cadáver de su novia que robó antes de que la Policía los encontrase, Jeffrey empieza a urdir su plan: resucitar a su amada Liz, aunque esto signifique tener que matar a algunas inocentes (o no tan inocentes, como veremos) para completar un cuerpo para su amada.



El bueno de Jeffrey, que no tiene un pelo de tonto aunque lo parezca, empieza a frecuentar cual Travis Bickle los peores barrios de la ciudad, alternando con prostitutas en busca de las partes de la anatomía femenina que le faltan. Y oye, que ya puestos a recomponer, por qué no elegir el mejor material posible...



Esta idea lo obligará a hacer negocios con Zorro, un proxeneta parecido a Warren Oates tex mex hasta las cejas de esteroides que intentará hacerle la vida imposible cuando Jeffrey acabe con la vida de varias de sus chicas gracias a unas dosis de crack adulterado que las hace estallar (tal y como lo oyen).



Una vez consigue huir de las garras de Zorro, Jeffrey pone en práctica su plan, y después de seleccionar las mejores partes -no se pierdan el momento en que elige la mejor delantera, y no me refiero a la de ningún equipo de fútbol de primera división-, se dispone a insuflar vida al cuerpo artificial que acaba de montar cual puzzle de un paisaje impresionista en 25 piezas.



Pero hete aquí que, como no podía ser de otra manera, todo sale mal... y la criatura creada por Jeffrey tiene muy poco de su novia fallecida (bueno, sí, la cara, y de ahí que la interprete la misma actriz, una estupenda Patty Mullen a la que le encanta gesticular una mueca imposible) y muy mucho de las fulanas que hemos visto estallar minutos antes.



Por ello, la criatura recién nacida huye del laboratorio improvisado por Jeffrey y se dispone a hacer la calle... para desgracia de sus clientes, que en el momento álgido del encuentro sexual reciben por parte de esta mantis religiosa tecnológica una descarga eléctrica que los revienta en mil pedazos y por consiguiente los mata sin excepción (lo contrario sería bastante extraño).



La criatura, respondiendo a antiguos impulsos, acaba por ir a un local de strip tease llamado Huevos Grandes (juro que se llama así, y por si no me creen adjunto prueba visual de lo dicho), donde suele parar el bueno de Zorro a tomarse unas copas. Allí, la prostituta remendada arma la de Dios es Cristo, hasta que Jeffrey la encuentra y acaba salvándola de las manos del chulo (que es chulo tanto de profesión como de conducta).



Pero Zorro, que chulo es un rato pero no es tonto -bueno, un poco sonado sí está-, sigue los pasos de Jeffrey (al que, con acierto, culpa de la muerte de sus trabajadoras) y su chica hasta el laboratorio... y allí se venga cortándole la cabeza al joven sin miramientos, aunque este todavía tiene tiempo de devolverle la conciencia a su novia gracias a una nueva descarga de energía eléctrica.



Pero no teman, amiguitos de la justicia: Zorro paga por sus crímenes, porque los restos de las prostitutas que sobraron se han arrejuntado -no me pregunten cómo- dentro de una cámara criogénica con líquido revividor, al más puro estilo Re-Animator, dando vida a diversas criaturas de lo más abominable, que cuando escapan acaban por pasarle factura a su severo ex jefe.



Lo que podría terminar de forma dramática, en manos de Henenlotter se convierte en un demencial happy end cuando la nueva Liz, que ya recuerda quién era ella y quién es Jeffrey, decide resucitar a este siguiendo las anotaciones que encuentra en el laboratorio. Pero como el método revividor funciona a base de estrógenos -tampoco me pregunten cómo, yo en 3.º de BUP escogí Letras Puras-, el único cuerpo que puede proporcionar a su amado es el de una mujer, en este caso con una delantera incluso mejor que la suya. Y Jeffrey no parecerá muy contento con el resultado final... Ya ven, cuánta exigencia y cuánta soberbia, después de lo que la pobre chica se ha esforzado...



Una gran película esta, como ven, que no podía faltar en esta sección de simpatiquísimos engendros, ideal para ver en compañía de buenos amigos, pizzas y unas cañas fresquitas... y que nos enseña, como la novela de Mary Shelley, los peligros de jugar a ser Dios, así como los del crack adulterado, las trepanaciones cerebrales y las cortadoras de césped. Elementos todos ellos de los que hay que mantenerse alejado, recomendándose desde este vuestro blog sustituirlos por algo que sí puede darnos buena compañía y quizá la felicidad eterna y absoluta: un buen cerebro metido en un tarro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario