Acabamos de terminar de revisar V, la serie de ciencia ficción que se convirtió en todo un fenómeno de masas allá por mediados de los años 80. Creada por Kenneth Johnson, V debutó en 1983 como una miniserie de dos capítulos de noventa minutos de duración cada uno, a la que siguió en 1984 otra miniserie -V: La batalla final- de tres largometrajes más de igual duración. El éxito de ambas miniseries tuvo su continuación al año siguiente con V: Episodios finales, estos sí diecinueve entregas de duración estándar, cuarenta y cinco minutos por episodio, y ya sin la participación directa de Johnson.
En España, la serie se estrenó con los largometrajes partidos por la mitad, transformándose por tanto en una serie de veintinueve episodios en total, que convirtieron las tardes de los sábados en una cita obligada para toda la familia; un éxito de audiencia que después se prolongaría con dos series más -sobre todo la primera, otro éxito indiscutible-: El Equipo A y McGyver.
V narraba la invasión que sufría nuestro planeta por parte de una civilización extraterrestre que parecía venir en son de paz, con la presunta intención de pedir ayuda e intercambiar información; pero su verdadera intención, oculta como sus auténticos rostros de reptiles -que le valdría el nada simpático apodo de lagartos- no era otra que quedarse con todo el agua del planeta y convertir a los humanos en comida.
Tras la llegada de los visitantes, los humanos se dividirían en tres facciones: por un lado, la mayor parte de terrestres se mostrarían pasivos ante los recién llegados; por otro, algunos se convertirían en colaboracionistas, mientras que una minoría pasaría a formar parte de la Resistencia ante el invasor. Como puede verse, V es -sobre todo en sus primeras entregas- una clara alegoría de la historia del auge del nazismo que desembocaría en la II Guerra Mundial, sustituyendo a las huestes de Adolf Hitler por los extraterrestres de piel verde.
En el reparto de la serie destacan pocos actores conocidos por otros menesteres: Marc Singer, que encarnó al líder de la resistencia Mike Donovan, vivió su momento de gloria gracias a las dos partes de El Señor de las Bestias -casi un exploit de Conan-, dirigidas por Don Coscarelli (Phantasma) y a esta V. A su lado pudimos ver como el duro Ham Tyler a Michael Ironside, posiblemente el rostro más conocido de la serie, un eterno y carismático secundario que ha trabajado en películas de variado presupuesto e intenciones, y que se ha puesto al servicio de directores tan reputados como David Cronenberg (fue el villano de Scanners) o Paul Verhoeven (con el que ha trabajado en sus películas de ciencia ficción Desafío total y Starship Troopers).
Faye Grant como la doctora Julie Parrish y Jane Badler como Diana, uno de los líderes de los invasores, y villana definitiva de la función, completaron los intérpretes principales, a los que se sumaron como héroes de la serie Michael Durrell, Blair Tefkin, Michael Wright... y un joven Robert Englund como el recordado lagarto bueno Willie, un año antes de cambiar totalmente de registro y convertirse en el temible Freddy Krueger de Pesadilla en Elm Street.
Vista hoy, y más allá de lo pobre de los efectos especiales -hoy claramente superados, más aún teniendo en cuenta el limitado presupuesto de la serie-, esta conserva en gran parte de su desarrollo un innegable interés: los cinco largometrajes iniciales son, con diferencia, lo mejor de la serie, y constituyen uno de los puntos álgidos de la televisión fantástica del momento. A esto cabría añadir que la vilipendiada parte final mantiene el interés en su primera mitad, desarrollando la historia planteada previamente y añadiendo nuevos personajes -Nathan Bates, su hijo Kyle- que enriquecían convenientemente el argumento.
Fue ya en los últimos episodios de la serie, con la desaparición de algunos personajes, ya fuera por fallecimiento de los mismos -caso de Nathan Bates o de Elias, uno de los resistentes- o por apartarse de la línea central de la trama -Ham Tyler o Robin, ambos miembros de la resistencia-, que V se convirtió en un darle la vuelta siempre a lo mismo: cada capítulo parecía una fotocopia inútil del anterior, cada vez más edulcorada y mimética –algún miembro de la resistencia ayudaba a alguien con problemas, al estilo de las citadas El Equipo A y McGyver… y otras tantas series de la época: Kung Fu, Autopista hacia el cielo, El coche fantástico, etc.-, hasta desembocar en un final anticlimático y verdaderamente pobre, aunque eso sí, abierto a una continuación directa... que el propio Kenneth Johnson lleva intentando poner en marcha desde hace lustros. Esperemos que tenga suerte y podamos ver el regreso de los temibles lagartos muy pronto, al parecer primero en la gran pantalla a modo de remake y puesta al día, y luego de nuevo en la pequeña pantalla que los vio nacer.
Todo lo contrario a la pobre conclusión de V es lo que ofrece el final de Life on Mars, maravillosa serie de la BBC inglesa formada por dos temporadas de ocho episodios cada una. En total, dieciséis entregas que ya han sido emitidas en España en el canal temático Cine Xtreme, y que en breve se verá repuesta... si no lo está siendo ya.
La serie, de la que ya hablamos anteriormente, cuenta cómo Sam Tyler (John Simm), un detective de la Policía de Manchester en plena investigación de una serie de asesinatos, sufre un brutal atropello. Cuando despierta se encuentra treinta años atrás, en 1973, como nuevo agente de la comisaría de la ciudad, donde el brutal y expeditivo Gene Hunt (Philip Glenister) lucha contra el crimen a su manera. Tyler empezará a trabajar con sus nuevos compañeros, cuyos métodos primitivos chocan con la modernidad a la que él está acostumbrado... mientras extrañas señales desde la televisión de su cuarto, la radio o los teléfonos le hacen pensar que está en coma en el futuro, y que solo averiguando cuál es su misión en el Manchester de los 70 podrá volver a su tiempo.
El mayor logro de Life on Mars, creada por Mathew Graham, Tony Jordan y Ashley Pharoah, es que funciona a la perfección en dos sentidos: por un lado, cada capítulo puede verse como un caso aislado, una entrega válida por sí misma, recreando a la perfección la Inglaterra de los 70, anterior a la llegada de Margaret Tatcher al poder, y con la eclosión de la música rock y el glam, los coleteos del movimiento hippy y la aparición de drogas hoy tan populares como la cocaína.
Pero, por otro lado, la serie funciona particularmente como serial sobre el personaje de Sam Tyler, su drama particular, la difícil adaptación a un tiempo que no es el suyo, y donde la interacción con el resto de personajes, particularmente con su superior Gene Hunt, logra convertirlos a todos ellos en personajes de carne y hueso.
Del reparto, todos ellos actores bastante desconocidos en nuestro país, hay que destacar por supuesto a la pareja protagonista: John Simm está espléndido como Tyler, y lleva a sus espaldas todo el peso de la serie (prácticamente no hay secuencia alguna que carezca de su presencia); por su parte Philip Glenister se convierte en el secundario de lujo, un policía de catadura moral dudosa cuyos diálogos están plagados de perlas y que se ha convertido sin esfuerzo en el personaje favorito de muchos de los seguidores de la serie.
Como decíamos, nada más alejado del final de V que el último episodio de Life on Mars, verdaderamente antológico, y en el que se descubre la verdad sobre Sam Tyler y su particular situación... o no, porque los autores de la serie optan por un final totalmente abierto, susceptible de varias lecturas, a la vez que emocionante y conmovedor. Una emoción que solo puede lograrse después de haber convertido al drama narrado en, pese a lo original de la propuesta, verosímil y protagonizado por personajes creíbles.
Así pues, un digno colofón para una serie que con el tiempo se convertirá en producción de culto de la televisión inglesa, como lo siguen siendo hoy Los Vengadores o El prisionero. Lo que esperamos es que sea editada en formato doméstico cuanto antes, y no tengamos que esperar, como ha ocurrido con V, veinticinco años.
(+) Las webs oficiales:
- Kenneth Johnson
- Life on Mars
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