domingo, 11 de mayo de 2008

Dueños de la calle: Who watches the watchmen?



De cara a los aficionados al género negro, el mayor interés de Dueños de la calle radica a priori en la participación del escritor James Ellroy en el proyecto. Por primera vez, el autor de El gran desierto o L.A. Confidencial escribe (aunque en compañía de otros dos guionistas, uno de ellos el realizador de Equilibrium, Kurt Wimmer) un libreto directamente para el cine, después de que cineastas tan variopintos como James B. Harris, Curtis Hanson o Brian de Palma hayan adaptado al celuloide algunas de sus novelas.



Y como no podía ser de otra forma, en este film firmado por David Ayer aparecen dos constantes de la obra de Ellroy: una mirada descarnada de la corrupción policial y un retrato sin concesiones de la ciudad natal del escritor: Los Ángeles. No es de extrañar que el proyecto interesara a Ayer, hasta la fecha director de tan solo un film, ambientado como este en LA: Harsh Times (Vidas al límite); y guionista de dos cintas policiacas cuya acción se desarrolla igualmente en esta urbe: la soberbia Training Day y Dark Blue, esta última a partir de una historia del propio Ellroy.



Efectivamente, Ayer parece haberse especializado en ambos temas: por un lado, refleja la ciudad en la que creció (su infancia la pasó en South Central, uno de los barrios más peligrosos y conflictivos de LA); por otro, se ocupa de denunciar la corrupción del cuerpo policial, un tema presente tanto en las citadas Training Day y Dark Blue como en las mismas novelas de Ellroy: ¿recuerdan las adaptaciones L.A. Confidential y La Dalia Negra, a partir de dos novelas pertenecientes a la llamada "Tetralogía de Los Ángeles"?



Dueños de la calle arranca con pulso firme y sin concesiones a la galería, mostrando el devenir cotidiano del policía Tom Ludlow (un sobrio Keanu Reeves, cuya ya reconocible inexpresividad le ayuda a construir su personaje con acierto), atormentado por la muerte de su esposa años atrás, consumido por la rabia vital, el alcoholismo y un punto de vista racista al que ha llegado enfrentándose a criminales afroamericanos, japoneses, coreanos o de América Latina. El espectador enseguida comprende que Ludlow es un policía corrupto cuyos métodos alcanzan la ilegalidad -"Somos policías. Podemos hacer lo que nos dé la gana", afirma en un momento del film-, pero cuyas actividades indecorosas nunca están dirigidas por el afán de enriquecerse a costa de otros (como hacen algunos de sus compañeros de unidad), sino por la voluntad de impartir justicia y hacer de este mundo, según sus (criticables) coordenadas morales y éticas, un lugar mejor.



Para ello cuenta con el apoyo de su superior inmediato, el capitán Wander (un algo sobreactuado Forest Whitaker, que compone un personaje demasiado arquetípico), que hace la vista gorda y apoya la manera de obrar de su agente favorito, un Tom Ludlow que todavía mantiene un enfrentamiento con un ex compañero suyo que al parecer, movido por la voluntad de ser un policía íntegro en un mundo de agentes corruptos, ha hablado demasiado acerca del lado más oscuro del cuerpo. Por ello Asuntos Internos, representados por el capitán James Biggs (Hugh Laurie, el célebre House televisivo), hacen acto de presencia, poniendo de manifiesto que alguien ha de vigilar a los vigilantes...



Lo más interesante de la evolución de la historia es el modo en que el guión de Ellroy y compañía retratan a Ludlow, un agente cuya corrupción sus compañeros están dispuestos a ocultar y proteger de sus "enemigos"... menos de él mismo. Por ello, es el propio Ludlow el que, en un proceso de inequívoca búsqueda de redención, así como de justicia, empieza a facilitar que se establezca un cerco a su alrededor, oponiéndose a dejar las cosas como están e intentando llevar la justicia (por su propia mano) hasta sus últimas consecuencias.



El mayor problema de Dueños de la calle es que no cuenta nada que no nos hayan contado ya (incluso hay una referencia explícita a Serpico, casi el vademécum cinematográfico en esto de la corrupción policial), el desarrollo de la trama es harto previsible, y la supuesta sorpresa del final no sorprenderá a nadie. Y pese a que David Ayer sabe dónde colocar la cámara (aunque hay un cierto abuso de la cámara lenta en las escenas de acción más violentas absolutamente innecesario), a estas alturas preferimos otras miradas acerca del tema, sin ir más lejos la de Curtis Hanson en aquella obra maestra que fue L.A. Confidential, incluso la de la más humilde Dark Blue de Ron Shelton... o, por qué no, la del clásico del cine policiaco de los 70 que dirigiera Sidney Lumet y protagonizada Al Pacino.



Con todo, Dueños de la calle -qué gran error el del título español, no respetando el original de Street Kings ("Los reyes de la calle"), cuando hay varias referencias a esta etiqueta en la narración- se deja ver, y está bastante por encima del cine policiaco actual al uso.


(+) Abandonad toda esperanza, salmo 4º: "Locos por Ellroy"

2 comentarios:

  1. De las cuatro de Ayer que citas, esta me pareció la más floja con diferencia. La trama se sostiene durante casi una hora en esa absolutamente predecible "sorpresa final". ¿Quién mató al policía? Lo sabe hasta un ciego. Por lo demás, me alegro que regrese el poli duro a la pantalla.

    Nos vemos en el Mayo Negro!

    C.

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  2. Nos vemos, ladrón. Imagino que ya sabrá que el plato fuerte de los autores es González Ledesma, pero el de los ponentes es un servidor... ;-)

    Pues eso, el miércoles 28 hablaré de cómic negro patrio, y nos visitarán Raule y Roger, los autores del muy recomendable JAZZ MAYNARD. No tiene excusa para no pasarse, en general y ese día en particular.

    En cuanto a DUEÑOS DE LA CALLE, comparto totalmente su contra (previsible hasta decir basta)... pero sobre todo su pro: qué gran comienzo el del film, apenas sin diálogos, lo mejor hasta que el personaje de Reeves resuelve el secuestro de las dos chavalas asiáticas... Soberbio. Lástima que luego decaiga.

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