martes, 18 de marzo de 2008

Bodrios que hay que ver: La ley de Murphy

La "Ley de Murphy" es aquella que dice que cuando algo puede salir mal, inevitablemente acabará saliendo mal. Por esa regla de tres, la tostada siempre cae al suelo por el lado de la mantequilla, y por la misma razón cuando nos disponemos a ver una película del Charles Bronson de los años 80 acabamos viendo un auténtico pestiño. Pero como a veces esta ley no se cumple -recuerden que siempre pueden atar la tostada de mantequilla al lomo de un gato, que siempre caen de pie-, precisamente La ley de Murphy, estrenada en 1986, es un trabajo no del todo desestimable del gran Bronson.



Se preguntarán entonces el porqué de su aparición en esta sección de los martes, y la razón no es otra que más allá de hacer gala de algunos aciertos puntuales y un par de rasgos que le dan relevancia, en otros aspectos es bastante representativa del peor thriller comercial de los infaustos 80, una suerte de perversión de la estructura de las buddy movies o "películas de colegas" al estilo de Arma letal.

Aquí, la pareja protagonista está formada por un policía en horas bajas, Jack Murphy (Bronson), y una ladrona de baja estofa, Arabella McGee (Kathleen Wilhoite). El primero está viviendo una mala época después de que su esposa le haya abandonado, pues ha acabado encontrando refugio en el fondo de la botella de whiskey. Las cosas se complicarán cuando su ex mujer y el nuevo amante de esta, a la sazón su jefe en un club de striptease, sean asesinados con el revólver de Murphy y un testigo vea a su coche abandonar la escena del crimen.



Pese a la sencillez de la película, y a su concisa duración (poco más de los noventa minutos de rigor), el guión de Gail Morgan Hickman parece querer contarlo todo, e introduce mil y un elementos de forma que a un profesor de guión de instituto cinematográfico se le pondrían los pelos como escarpias. Recapitulemos: la acción arranca con el robo del coche de Murphy por parte de Arabella, su captura, y la posterior huida de esta tras propinarle al policía una patada en sus santas partes. Acto seguido del encuentro entre ambos, el hallazgo del cadáver de una prostituta hará que Murphy comience a investigar el caso, sospechando del proxeneta de la difunta. Pero dado que este se encuentra en paradero desconocido, Murphy opta por presionar a su hermano, Frank Vincenzo (Richard Romanus), un conocido gángster que controla el tráfico de cocaína en la ciudad.

A partir de ahí, la acción olvida al hermano chulo (chulo de profesión, no de actitud, pues no llegaremos a verle el pelo nunca) y se centra en el hermano mafioso, que podría ser el villano de la función de no ser porque no hay uno, sino dos: tras el asesinato de su ex esposa y su nueva pareja, Murphy sospechará que todo es un ajuste de cuentas por parte de Vincenzo, pero no es el caso... La verdadera asesina es Joan Freeman (Carrie Snodgress), una mujer que fue dada por loca y encarcelada años atrás por Murphy, y que ahora está en libertad y planea matar a todos aquellos que la metieron entre rejas.



Murphy, como no podía ser de otra forma, es arrestado por el asesinato de su esposa, y en la comisaría coincide con Arabella. Pero las rejas no los retendrán demasiado tiempo: el policía y la delincuente, esposados juntos, acaban fugándose e intentando demostrar su inocencia, en una huida que incluye el robo de un helicóptero... que acaba por quedarse sin combustible para caer en una plantación ilegal de marihuana (!) donde unos moteros cultivan la droga (!!). Allí, estos tratarán de violar a Arabella (!!!), pero Murphy los sacará con éxito de allí después de volarlo todo por los aires, motos incluidas (!!!!).

Murphy acaba por visitar a Vincenzo, con la complicidad de Arabella, haciéndose pasar por guardia de seguridad y vendedora de Telepizza respectivamente, para descubrir que el mafioso no está detrás del reguero de muertes que salpican a Murphy. Solo entonces caerá en la cuenta de que Joan Freeman podría estar detrás de los asesinatos...



La función acaba en el edificio donde empezó todo, con Murphy intentando rescatar a Arabella y enfrentándose a dos bandas contra la demente Joan por un lado, y contra los hombres de un Vincenzo ahora sí en busca de venganza por otro.

Les juro que todo esto no es la narración de toda la filmografía de Charles Bronson. Por increíble que parezca, todo esto ocurre en los 95 minutos que dura La ley de Murphy, enésima colaboración de la estrella más lacónica del cine de acción de los 80, con permiso de Schwarzenegger, Stallone o el primer Van Damme, con el veterano realizador J. Lee Thompson. Ambos trabajaron en nueve largometrajes, y entre ellos se cuentan joyas como Alrededor de la medianoche (1983), Mensajero de la muerte (1988) o Kinjite: Prohibido en occidente (1989).



Lo mejor del film, además del envidiable ritmo de la acción, es el trabajo de Carrie Snodgress (vista por aquel entonces en El jinete pálido de Clint Eastwood, y memorable como la madre del protagonista de Ed Gein) como la loca de Joan Freeman, uno de los villanos más memorables de las action movies ochenteras. Lo peor, claro está, las deficiencias de un guión increíble en ocasiones, así como la también increíble relación entre Murphy y Arabella, que pasa del odio al amor y viceversa según les conviene a los responsables de esta, por otra parte, reivindicable peliculilla.

(+) Charles Bronson Double Feature

1 comentario:

  1. Anónimo2:32 p. m.

    Nao se metam com Jack Murphy (C. Bronson, dixit)

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