"He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker."
- Stephen King
Después de una soberbia obra maestra de la talla de "El blues de la sangre de cerdo", resultaba prácticamente imposible que los Libros de sangre de Clive Barker mantuvieran el mismo nivel. No obstante, el autor británico consiguió con esta antología publicada a mediados de los años 80 (y que se lee como si hubiese sido escrita ayer mismo, o mejor, mañana) algo más imposible todavía: que cada relato de la obra fuese distinto no ya del resto, sino de buena parte del legado dejado por los grandes maestros del cuento de terror.
Un buen ejemplo es Sexo, muerte y luz de estrellas, el relato que nos ocupa, protagonizado por una pequeña compañía de teatro que se encuentra representando Noche de Reyes de William Shakespeare en un pequeño local, el Elysium, que vivió mejores tiempos en el pasado.
La obra, dirigida por Terry Calloway, se encuentra conque su mayor hándicap a la hora de conseguir un resultado gratificante es al mismo tiempo su única baza para acabar triunfando: Diane Duvall, que interpreta a Viola, la protagonista de la obra del bardo de Avon, es la más rutilante estrella de la producción, y viene de interpretar un exitoso culebrón televisivo que la ha convertido en toda una celebridad y, por tanto, el principal reclamo del espectáculo teatral. Pero su talento artístico es bien escaso, y eso no lo palia el acostarse con el director...
Por su parte, el promotor Hammersmith amenaza conque la próxima función va a ser la última: al parecer, su Noche de Reyes está siendo un fiasco a todos los niveles, sobre todo porque la Duvall no está a la altura del original literario. Pero cuando parece que todo está perdido, reaparecen en escena -nunca mejor dicho- Richard W. Lichfield, antiguo administrador del Elysium, y su esposa Constantia, añorada intérprete de clásicos de la escena. Ambos parecen estar dispuestos a ayudar a la compañía y reflotar el espectáculo, con la condición de que sea Constantia quien interprete a Viola. El único problema es que tanto esta como su esposo fallecieron hace años...
Leído hoy este relato de Barker hace gala del humor que ya apareciera en "El Charlatán y Jack", si bien aquí se muestra más afilado y perverso; y nos regala un memorable personaje, Richard Walden Lichfield, que nos hace fantasear con una adaptación cinematográfica imposible que contase con el gran Vincent Price en la piel de tan fantasmagórico personaje. Tim Burton no sería una mala opción para colocarlo tras la cámara...
"Sexo, muerte y luz de estrellas", aunque cuenta con Shakespeare como referencia literaria más obvia, podría entenderse como la versión de Barker de El fantasma de la ópera de Gaston Leroux, aunque en clave fantástica: al parecer, los muertos no están dispuestos a que se mancille ni la memoria de Shakespeare ni el recuerdo del teatro en sus mejores momentos. El arte es sublime, es necesario, es lo único importante. La vida, en cambio, es accesoria, un lujo del que se puede prescindir...
Finalmente, la compañía teatral se convierte en un grupo itinerante cuyo público principal han de ser los difuntos que se aburren en sus respectivos cementerios, en una imagen que podría muy bien haber influenciado al Neil Gaiman de The Sandman (recordemos su premiada versión de Sueño de una noche de verano, también de Shakespeare), y que demuestra, una vez más, el poderío visual sin parangón de Clive Barker.
"Sexo, muerte y luz de estrellas", en Libros de Sangre (vol. 1)
Clive Barker
Madrid, La Factoría de Ideas, 2005, pp. 131-176.
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