Como habrán notado ya si son fieles seguidores de este su blog, por aquí somos bastante aficionados a las historias de vampiros. Esto nos lleva a amar Soy leyenda de Richard Matheson por encima de todas las cosas, defender a viento y marea el Drácula de Francis Ford Coppola ante quienes lo acusan de anuncio publicitario de Armani o Coco Chanel, y leer tebeíllos tan interesantes y recomendables como Soy leyenda y Blade.
Esta afición, perversión dirán algunos, nos ha sometido a pruebas de fuego tales como soportar el visionado de engendros de la talla de la insulsa BloodRayne o la divertidísima (de tan ridícula y grotesca) Vampirella, títulos que engrosan desde hace tiempo la nómina de estos "Bodrios que hay que ver" (algunos, para creerlos), y a los que ahora se suma esta basurilla de Rise (Blood Hunter), inédita en nuestro país, y a todos los dioses rezamos para que siga así hasta el Fin de los Tiempos.
Cuando uno se dispone a ver una película de vampiros y cazavampiros contemporánea ya se imagina que no va a ver algo semejante al Nosferatu de Murnau, pero siempre queda la esperanza, al ver al frente del proyecto a una actriz popular como es el caso de Lucy Liu, de que la cosa estará por encima del típico subproducto de serie Z rodado directamente para el mercado doméstico.
Pues no es el caso: Rise (Blood Hunter), más allá del digno presupuesto que se adivina al ver un reparto competente y una factura cuidada, no desentonaría en la filmografía de genios ya comentados en esta sección de los martes, como Jim Wynorski o Charles Band; tampoco está muy lejos del cine de Fred Olen Ray o los capos de la Troma, Lloyd Kaufman y Michael Herz. Pero hay una diferencia radical: todos estos tienen sentido del humor, y los artífices de este Bodrio con mayúsculas no. Por ello, la película es tan mala que parece una adaptación de un videojuego perpetrada por Uwe Boll. Es más, he visto videojuegos que resultan más entretenidos incluso antes de sacarlos de la caja.
Pero centrémonos por un momento en el argumento del film: la película arranca con un prólogo ambientado en un bar, donde un asistente a una convención (al que da vida Robert Forster, en una nueva BANVAC -siglas de "Breve Aparición que No Viene A Cuento"- tras su fulgurante intervención de veinte segundos en Mulholland Drive) intima con una atractiva joven que ejerce el oficio más antiguo del mundo (si es usted fino) o bien es una zorrilla de tres al cuarto (si es usted de los que llaman a las cosas por su nombre). A esta copuladora profesional le da vida Cameron Richardson (Open Water 2, alias A la deriva), una joven promesa que visto los embolaos en los que se mete podría quedarse en eso, en promesa.
Cuando parece que la transacción ya está apalabrada, aparece en escena una misteriosa asiática (lo han adivinado: Lucy Liu) que se adelanta al buen hombre y contrata los servicios de la susodicha. ¿Rollo bollo? Algo hay, pero no se hagan ilusiones, porque el asunto se destapa enseguida como una merienda de vampiros de la que la protagonista, que responde a un nombre tan fardón como Sadie Blake, parece ser culpable, aunque se arrepiente a última hora y la deja marchar.
Esta inestabilidad, esta poca constancia, este no saber lo que uno quiere en la vida que diría mi abuela, se va a mantener durante toda la película (que, para más inri y en su versión unrated, dura 122 minutos del ala), en una continua lucha de la joven chupóptera (con perdón) por rebelarse ante su condición vampírica y vengarse de los vampiros que la convirtieron, Bishop (James D'Arcy) y Eve (Carla Gugino), tan fardones como los chupasangres de las novelas de Anne Rice o Poppy Z. Brite. Pero en su investigación no estará sola, pues se enfrentará y acabará aliándose con Clyde Rawlins, un policía que perdió a su hija por culpa del culto donde militan estos vampiros camuflados de músicos de goth metal (en fin), al que interpreta Michael Chiklis en una versión descafeinada de su trabajo como policía calvo e hijo de puta en la serie The Shield; aquí solo es calvo.
¿Y cuál es la mejor manera de darle algo de interés a este desaguisado? A mí solo se me ocurre como solución el tomárselo todo a broma y hacer una parodia en plan Chupa como puedas (con perdón otra vez). Pero no: aquí, el máximo responsable ha optado por tomarse el asunto muuuuy en serio, y creyendo que es el primero que trata la condición del vampiro en el cine, construye su historia yendo en el tiempo adelante y atrás, deconstruyendo la historia a hachazos de tal manera que ríete tú de Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos, Babel) y sus puzzles temporales, y convirtiendo a su antiheroína a ratos en una vampira despiadada, a ratos en una aberración de la naturaleza llorona y pusilánime, y de la que el espectador pierde la cuenta de las veces que intentan matarla y se resiste, las que no, o las que pide que la maten y nadie le hace caso, o las que directamente opta por el suicidio, cuándo, dónde y por qué. Créanme, yo me perdí varias veces, y ya no podía llevar la cuenta de las veces en las que la protagonista despertaba en la morgue, si eran ocasiones distintas o la misma vez repetida, ni sabía quiénes eran los buenos y quiénes los malos, o si íbamos patrás o palante. Y tampoco me importaba ya. De lo único que estaba seguro es de que al madrugar al día siguiente me iba a arrepentir de todo aquello, y de que Godard o Lynch no son tan complicados.
El que sí me parece fascinantemente complejo es el guionista y director de este sinsentido, de nombre Sebastián Gutiérrez. Sí, aquí suena a risa, pero en Norteamérica debe parecerles tan exótico como Theo Angelopoulos, Tsai Ming-liang o Apichatpong Weerasethakul (sí, este último también existe). Gutiérrez debutó en 1998 con El beso de Judas, un thriller con Alan Rickman, Emma Thompson y la citada Carla Gugino que en su día tuvo buenas críticas; pero intuimos que después de nueve años intentando (o no) volver a dirigir, se ha tenido que conformar con dar forma a esta Rise (Blood Hunter).
Pero como sé que tienen ustedes mentes calenturientas, ahora mismo estarán pensando... yum yum. Han visto las fotos y han dicho: ¡Lucy Liu! ¡Carla Gugino! ¡Cameron Richardson! ¡Aquí hay tomate! Pues desen una ducha de agua fría y dediquen su tiempo libre a otra cosa. Porque creánme: el visionado de Rise (Blood Hunter) les inducirá un sopor letárgico más efectivo que una inyección de bromuro tamaño Re-Animator. Con decirles que lo más excitante es descubrir a un inaudito Marilyn Manson sin maquillaje interpretando a un camarero...
Sí, el de arriba es Marilyn Manson. Lo juro y perjuro, al igual que les prometo que en ese instante empieza y acaba el interés y la curiosidad que puede despertar tamaño despropósito.
Jo, tiene que ser canelita fina, pero vistas las referencias del director era de esperar. En su momento fui victima de alguna de esas criticas benevolas con el Beso de Judas (y esa es un bodrio que no es digno de verse salvo para ver en que cosas se puede meter gente tan solvente como la Thompson y el Rickman) y arrastré a gente conmigo, gente vengativa...
ResponderEliminar