Cuando el progresivo descenso de las audiencias devino en la cancelación de Twin Peaks, la célebre serie de David Lynch y Mark Frost que estaba a medio camino entre el whodunit y las soap operas, se decidió que había que realizar un largometraje que permitiera volver al universo de esta pequeña localidad de ficción fronteriza con Canadá.
Lynch se encontraba en el momento más dulce de su carrera: Twin Peaks se había convertido ya en un mito de la televisión reciente, y Corazón salvaje había ganado la Palma de Oro del Festival de Cannes. Pero, contra todo pronóstico, el realizador de Missoula tomó el camino más difícil, y en lugar de prolongar la historia allí donde la situó el último capítulo de la serie (un puro cliffhanger que dejaba al agente Dale Cooper en una situación de incierto futuro) y dar respuestas a las preguntas que quedaron en el aire, decidió volver la vista atrás y narrar el asesinato e investigación de Teresa Banks (la primera víctima, de la que se hablaba en el piloto de la serie y poco más) y, sobre todo, los últimos siete días de la vida de Laura Palmer, la chica más popular del instituto, la reina del baile y modelo a imitar... pero cuya vida estaba llena de secretos.
Por si esto fuera poco, y dejando a un lado su debut, la experimental Eraserhead (Cabeza borradora), Twin Peaks: Fuego camina conmigo resultó ser, por aquel entonces, la propuesta más innovadora de su realizador, adelantando un camino artístico que daría lugar a películas tan arriesgadas como Carretera perdida, Mulholland Drive o Inland Empire (esta última, su tour de force más absoluto hasta la fecha).
En este film, en buena medida debido a la escasa comparecencia de los actores (no se contó con algunos, y con otros con los que se quiso contar no estaban disponibles o por la labor de intervenir en apenas unas escenas), la atención se fijó casi por entero en Laura Palmer y su familia, de ahí que Sheryl Lee y Ray Wise (ambos en dos interpretaciones dignas de todos los elogios y premios habidos y por haber) encabecen un reparto donde destacan Moira Kelly (sustituyendo a Lara Flynn Boyle en la piel de Donna Hayward, único personaje que cambió de intérprete en su salto a la gran pantalla) y los actores que encarnan a los dos novios de Laura: Dana Ashbrook como Bobby Briggs, el novio oficial, y James Marshall como James Hurley, el popular chico de la moto. Tampoco faltó Kyle MacLachlan, de nuevo en la piel del agente especial Dale Cooper, si bien su presencia es mucho más secundaria que en la serie.
De la misma forma no faltaron pequeños (y nuevos) papeles para presencias estelares como David Bowie (el agente especial Philip Jeffries), un fugaz Jurgen Prochnow (apenas visto como un leñador en una escena onírica) y el habitual Harry Dean Stanton (como Carl Rodd, el dueño de un parque de caravanas); mientras que el cantante Chris Isaak y el hoy popular Kiefer Sutherland interpretaron a Chester Desmond y Sam Stanley, los agentes encargados de investigar el homicidio de Teresa Banks (interpretada por Pamela Gidley).
Pero, como decíamos, la absoluta protagonista de Fuego camina conmigo es Laura Palmer, que ejerce de centro gravitatorio de esta narración del descenso a los infiernos (casi literalmente) de una joven que, como afirma el forense del FBI Albert Rosenfield (Miguel Ferrer), representa a la mitad de las adolescentes norteamericanas de la época, y que aquí aparece rodeada de presencias venidas de otro lugar (la Logia Negra, cuya puerta de acceso se oculta en los bosques que rodean Twin Peaks), como el Hombre Manco, el Enano o el terrorífico Bob, encarnación del Mal más puro.
No desvelaremos nada por si todavía queda alguien que no haya visto la serie, pero la historia de esta Laura Palmer abocada al consumo de drogas y al sexo en grupo con desconocidos (independientemente del resto de tramas de Twin Peaks, que las hay y muchas), contada en el serial y en el largometraje, es una de las mejores historias jamás urdidas por el director de El hombre elefante, y puede leerse tanto en clave fantástica (una adolescente aterrorizada por la presencia de espíritus que quieren corromperla y finalmente poseerla) como desde una perspectiva más realista (un retrato de una familia disfuncional que genera en estados de paranoia -la hija-, esquizofrenia -el padre- y depresión crónica -la madre-).
Revisionada hoy, Fuego camina conmigo se nos antoja un film incomprendido, injustamente vilipendiado en su día (ya es histórica la proyección de Cannes donde fue abucheada por crítica y público), de gran valor tanto narrativo como estético (atención a la partitura original de Angelo Badalamenti, fiel colaborador de Lynch), y que no es que no desmerezca el resto de su filmografía, sino que se erige como uno de sus trabajos más interesantes. Merece la pena volver a verla, y creemos que el paso del tiempo la pondrá en el lugar que merece: como ya dijo un crítico, con Fuego camina conmigo nace el un nuevo cine, el del siglo XXI, algo que confirmaron propuestas posteriores de Lynch como las antes citadas.
Me gusta mucho Lynch pero Fuego camina conmigo me dejó un poco fría, quizás porque la vi después de tragarme toda la serie de Twin Peaks seguida en dos semanas. Quizás esperaba mucho más pero no la volvería a ver como si me pasa con Lost Highway o Mullholland drive.
ResponderEliminarMe queda por ver la última y tengo muchas ganas. Ya te diré algo.
Un saludo
María (nos conocimos en la semana negra de este año)