Half Nelson es una de esas películas que, sin ser una obra maestra, ven sus méritos incrementados en comparación con sus compañeras de cartelera; como la teoría de los opuestos que el protagonista, un profesor, explica a sus alumnos, Half Nelson es un oasis de credibilidad, de realidad, en un océano de productos prefabricados, de fotocopias de fotocopias.
Dan Dunne es un profesor de un instituto de Brooklyn, con un alumnado, todo él de raza negra, perteneciente a una de las zonas más deprimidas de Nueva York. En su clase de Historia, Dan enseña a sus alumnos que esta se define como la sucesión de los cambios que experimenta la humanidad, unos cambios que se producen a partir del enfrentamiento de los opuestos.
En su existencia cotidiana, el profesor vive también una lucha de opuestos, una doble vida marcada por el enfrentamiento entre el idealismo y el cinismo: el primero le lleva a elaborar un plan de estudios alejado de las convenciones del sistema y a confiar en que puede enseñar a alguno de sus alumnos; el segundo, marcado por su convencimiento de que hay gente que consigue cambiar pero que él no es uno de ellos, lo lleva a la drogadicción. Y cuando una de sus alumnas descubre esta faceta oculta, verá cómo las vidas de ambos, opuestos como profesor y alumna, se cruzan en una extraña suerte de amistad y confidencialidad.
Los responsables del film, el director Ryan Fleck y la productora y montadora Anna Boden (ambos guionistas y firmantes de la cinta como autores), saben cómo jugar con el material que tienen entre manos, y eluden los tópicos en todo momento: así, el espectador tiene la sensación de que la aventajada alumna del protagonista lo sería igualmente sin él; o que el amigo narcotraficante de la misma, que a veces ejerce de su tutor, es menos violento y negativo de lo que cabría esperar en una historia (cinematográfica, se entiende) de estas características.
Pero, sobre todo, juegan con la figura del profesor protagonista, un individuo cuyas actividades reprobables no nos hacen olvidar, es más, nos recuerdan, que debería ser un modelo de conducta para sus pupilos. Pero en la vida, a veces, las cosas no resultan ser tan sencillas.
Además del magnífico guión de la película, hay que destacar las interpretaciones de todo su reparto, especialmente de Ryan Gosling, al que descubrimos en la estupenda The reliever (El creyente), y cuya composición de maestro y yonqui le valió una nominación al Oscar el pasado año. Lo cual, habida cuenta de que estamos ante una producción realmente independiente (y no de esas que intentan parecerlo pero no lo son), económica e ideológicamente, subraya todavía más los méritos de Half Nelson.
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