jueves, 25 de enero de 2007

El terror asiático sigue repitiéndose

El pozo (Llamada perdida 2), dirigida por Renpei Tsumakoto y secuela de la película que dirigiera Takashi Miike hace unos años, prolonga la historia de aquella sin demasiado interés, intentando aportar algo nuevo pero sin conseguirlo en ningún momento.



De esta forma, estamos ante una nueva historia que imita descaradamente a The Ring (El círculo) de Hideo Nakata, sustituyendo la cinta maldita por las llamadas a móviles con la siniestra y ya reconocible melodía de la saga.

Sin ser nada del otro jueves, la cinta original (sin duda, el producto más comercial y accesible del kamikaze Miike hasta la fecha) resultaba mucho más inquietante que esta secuela, la cual para provocar miedo en el espectador recurre continuamente a los trucos más pueriles, como el golpe sonoro cada vez que irrumpe en el plano, de forma inesperada, una presencia fantasmal.



Más interés, aunque tampoco sea ninguna maravilla, tiene la tailandesa Shutter, que parte de la socorrida idea de los fantasmas que son captados por el objetivo de una cámara fotográfica.



Este interés se origina sobre todo en el acierto a la hora de dirigir algunas escenas por parte de sus responsables, Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom; destaca al respecto aquella en la que la chica protagonista da movilidad al fantasma a partir de varias fotos disparadas sucesivamente.

Por lo demás, la historia es la de siempre: un ente paranormal que no descansa en paz irrumpe en la vida de los protagonistas buscando venganza por unos hechos del pasado cuyos pormenores sólo descubriremos al final de la cinta. Es entonces que la extrema crueldad de los actos semienterrados por el tiempo dan algo más de empaque al propio protagonista, e incrementan, aunque sea un poco, el interés de la película.



Así pues, dos ejemplos de una reflexión esta sí inquietante que empieza a imponerse: que la sobriedad y elegancia expuesta por Nakata en la fundacional The Ring y también en Dark water fue un milagro puntual, y que ya va tocando una profunda renovación del terror oriental, si sus responsables no quieren que se agote en sí mismo y empiece a aburrir.

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