lunes, 30 de mayo de 2016

El escultor: Predicar con el ejemplo




Quien firma estas líneas tenía una deuda pendiente con Scott McCloud, y no solo porque su trabajo como teórico del cómic haya sido fundamental -como le ha ocurrido a otros muchos- para mi comprensión del medio o porque me haya valido de su obra como herramienta para mis clases y conferencias en repetidas ocasiones; sino porque aunque ya ha pasado más de un año desde su publicación en nuestro país -fue uno de los lanzamientos estrella de Planeta Cómic de cara al Saló del año pasado-, todavía no había leído y comentado su última obra: El escultor, una novela gráfica que supera el medio millar de páginas y que se lee, o al menos se siente la necesidad de leer, de una sentada.




En muchas ocasiones, a los teóricos de cualquier disciplina artística se les requiere con cierta rotundidad no exenta de prepotencia que prediquen con el ejemplo; o, al menos, que lo intenten. Bien es cierto que parece lógico pensar, aunque no siempre sea así, que aquellos críticos de, pongamos por caso, narrativa contemporánea, deberían ser capaces de escribir una buena novela si son también capaces, y de hecho lo hacen, de encontrar aquellos defectos que cometen los escritores en las páginas de las suyas. Lo mismo podría decirse de los teóricos y especialistas en pintura, cine, música o cualquier otro campo de las artes.




El caso del cómic no es una excepción, y hablando de Scott McCloud es de recibo destacar que se trata de un autor de cómics mucho más conocido por una serie de novelas gráficas que reflexionan sobre el propio lenguaje de la historieta (con especial mención al ya canónico Entender el cómic. El arte invisible) que no por el resto de su obra... Si bien la serie Zot!, la más popular y celebrada de sus creaciones de ficción, se publicó durante siete años y treinta y seis entregas y por lo tanto sirvió para que su autor desterrara cualquier sospecha en este sentdio.




Así pues, y al margen de otras creaciones puntuales -acaba de publicarse en España su aportación al corpus de Superman en DC Comics-, casi siempre que se habla de McCloud se hace en términos de teórico de la historieta más que como narrador de historias, por más que sus aplaudidos metacómics lo sean también. De ese modo, se había venido esperando con gran interés su nueva novela gráfica al margen de la faceta divulgativa, sobre todo teniendo en cuenta que ya en el año 2009 teníamos información al respecto: en mayo de ese año el autor anunció que se encontraba en Nueva York documentándose para su próximo trabajo; y en octubre anunciaba título, extensión y fecha de salida: The Sculptor, unas cuatrocientas páginas y comienzos del 2012. McCloud solo cumplió lo primero: la obra ha acabado teniendo un centenar más de planchas y su publicación se postergó a febrero de 2015 en Estados Unidos, viendo la luz en España apenas un par de meses más tarde con traducción de José Torralba.




Una vez leída la obra, se entiende y por tanto se perdona la demora: El escultor es una obra inmensa, concebida y materializada con sumo cuidado hasta en el más pequeño detalle. Un trabajo de precisión milimétrica donde su responsable pone en práctica todo aquello sobre lo que reflexionó en sus obras divulgativas para contarnos la historia de David Smith, un joven y antaño prometedor escultor neoyorquino que no pasa por su mejor momento, y que ante la posibilidad de hacer un pacto con la mismísima Muerte personificada no lo duda ni un instante: la Parca le otorgará el poder de ser capaz de esculpir con sus manos cualquier cosa que su mente conciba a cambio de poner un límite de doscientos días a su vida. De este modo, David se convierte en el escultor perfecto, pero lamentablemente sus días sobre la faz de la Tierra están contados. Este intercambio, que en un principio le parecía justo, se lo parecerá cada vez menos conforme pasa el tiempo; sobre todo, cuando sospeche que ha encontrado a una chica capaz de hacerle feliz y de la que se enamorará perdidamente...




Como adivinará el lector, este relato de ribetes fantásticos que en ocasiones puede recordar a la novelística de Paul Auster le sirve a McCloud para reflexionar acerca de algunos de los grandes temas que siempre han preocupado a la humanidad, empezando por la caducidad de la vida humana y siguiendo por aspectos como el amor, la amistad o muy especialmente la creatividad, factor este que está en la base de toda obra artística... más aún si como es el caso de McCloud el artista se dedica también a reflexionar de forma explícita sobre su arte. Así pues, las páginas de El escultor contraponen la importancia del arte con el valor de la propia vida; y aunque puede interpretarse un juicio propio por parte de su autor también se deja espacio para que el lector saque sus propias conclusiones al respecto.




Pero, por otra parte, no tema el futuro lector que no esté interesado en estas grandes cuestiones: Scott McCloud es un maestro de la narración gráfica, y consigue que El escultor se pueda leer (y disfrutar) como un relato de corte costumbrista y temática romántica capaz de mantener en vilo la atención del respetable durante la friolera de quinientas páginas, logrando emocionarle en muchas de ellas, sobre todo hacia el acto final. En resumidas cuentas: un magnífico cómic que, de haberlo leído en su momento, sin duda habría estado entre los mejores títulos del 2015 para el autor de este vuestro blog.


Título: El escultor
Autor:
Scott McCloud
(guion y dibujo)
Editorial: Planeta Cómic
Fecha de edición: abril de 2015
506 pp. (bitono) - 35 €

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