lunes, 9 de mayo de 2016
El día de Julio: El siglo de Beto
En todas las disciplinas artísticas, y el cómic no es una ninguna excepción, se dan los casos (contados) de artistas que, una vez alcanzado cierto grado de madurez, parecen capaces de convertir cada una de sus creaciones en una obra maestra absoluta. Por supuesto, no son muchos los elegidos para formar parte de tan excelso canon; y en el caso del noveno arte, uno de esos artistas es, sin lugar a dudas, Beto Hernandez.
También es el caso, qué duda cabe, de su hermano Jaime Hernandez, un autor quizá más irregular que Beto, pero con cimas creativas inconmensurables. Pero centrémonos en las líneas que siguen en Beto -o 'Gilbert', como firma en algunas ocasiones, sobre todo cuando publica para el mercado anglosajón-, con motivo de la aparición de su obra más reciente y, en efecto, su enésima masterpiece: El día de Julio, publicada entre 2001 y 2007 de forma inconclusa en la mítica revista Love & Rockets y no concluida hasta 2013; una obra que en nuestro país edita ahora, como la mayor parte de su producción previa, la editorial La Cúpula.
Cualquiera que conozca la producción de este autor, creador junto a sus hermanos Jaime y Mario de la citada Love & Rockets, sabrá de las excelencias de la misma. Muy particularmente, de las historias ambientadas en la (ficticia) población latinoamericana de Palomar: un universo cohesionado de personajes y relatos que se entrecruzan entre sí, y que ha sido comparado en infinitas ocasiones con Cien años de soledad. Pero si alguna vez había sido determinante la influencia de la novela más celebrada de Gabriel García Márquez en la obra de Beto, esa ocasión la brinda El día de Julio: ambos son relatos protagonizados por sagas familiares, como lo fue también otra novela capital de la literatura latinoamericana: La casa de los espíritus de Isabel Allende; y como en el caso del libro del premio Nobel colombiano, se incluye al comienzo de esta novela gráfica una nómina de las distintas generaciones de la familia del protagónico Julio como en muchas ediciones de aquella se incluía un árbol geneálogico de los Buendía.
El día de Julio presenta una estructura perfecta, de diseño circular como circular es la forma de la boca abierta del mismo Julio cuando llora por vez primera y cuando exhala su último aliento: la primera página de la obra está dedicada al nacimiento del protagonista en un pequeño pueblo mexicano, allá por el año 1900; y con la última plancha llega su muerte, en el 2000. Entre una página y otra, cien años justos de relato ficcional centrados en un personaje que llega y se despide acompañado de su madre (que llega a sobrevivir a su centenario vástago) y, en el primer caso, otros miembros de su familia; mientras que en el momento de su despedida, estos son apenas siluetas fantasmales apenas esbozadas que sugieren la presencia del pasado.
Por supuesto, que el personaje alcance una existencia centenaria y que su devenir vital coincida con exactitud con el ya extinto siglo XX subraya la posibilidad de leer El día de Julio en clave alegórica; algo de ello hay en las páginas de esa obra, sobre todo si tenemos en cuenta la importancia que el autor da a un apartado muy concreto de la historia reciente del ser humano: los conflictos bélicos que, lamentablemente, salpican las páginas de los volúmenes de Historia, y que en El día de Julio tienen una importancia considerable para las seis generaciones de la familia protagonista.
Pero El día de Julio, y ahí radica el descomunal talento de Beto Hernandez, funciona igualmente como una historia protagonizada por seres de carne y hueso, donde importa tanto lo que se cuenta (y lo que los personajes dicen) como lo que se omite en elipsis (y, por tanto, que callan esos mismos personajes); y donde destaca la evolución de otros personajes inolvidables como la sabia Sofía o el inquietante Juan, respectivamente hermana mayor y tío por parte de madre del personaje principal.
Podrían destacarse muchos más de entre los numerosos méritos de una obra como El día de Julio: sus diálogos precisos y verosímiles; la narración visual, diáfana siempre pero sobre todo cuando carece de textos en los que apoyarse; o el estilo gráfico del autor, siempre funcional y sorprendentemente expresivo con apenas unos trazos. Pero al tratarse de una obra de Beto Hernandez, autor del que no nos cansamos de recomendar maravillas como Los timadores, esa obra maestra que es Hablando del diablo o el reciente e igualmente espléndido Tiempo de canicas, corremos el peligro de caer en lo que ya son lugares comunes.
Así pues, nos limitaremos a decir como conclusión de la presente nota que si se deciden a adquirir este libro, los doce euros que pagarán será en nuestra humilde opinión el dinero mejor gastado en cómics en mucho tiempo. O quizá, el mejor dinero gastado en cualquier obra artística, sea esta de la disciplina que sea.
Título: El día de Julio
Autor: Beto Hernandez (guion y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: marzo de 2016
116 pp. (b/n) - 12 €
(+) Más, incluida preview, en web de La Cúpula
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