lunes, 15 de abril de 2013

Los lunes... Batman: Scottish Connection




Batman siempre ha sido uno de los superhéroes más populares de todos los tiempos, quizá el que más con la salvedad de su compañero de fatigas en el Universo DC: Superman, el Hombre de Acero. Pero qué duda cabe que en los últimos años su popularidad se ha visto acrecentada todavía más gracias al cine (desde las películas de Tim Burton y Joel Schumacher hasta la más reciente trilogía, merecidamente aplaudida, de Christopher Nolan) y, por qué no decirlo, a algunos autores que han dado lo mejor de sí dentro del medio que vio nacer al personaje a finales de la década de los 30: el cómic. Esto explica el gran número de títulos protagonizados por el personaje que llegan cada mes a las librerías especializadas, en estos tiempos y en nuestro país de la mano de ECC Ediciones. Por eso vamos a dedicarle una sección semanal en exclusiva que durará mientras haya nuevos títulos que comentar; y por lo que se ve, parece que va para rato... para alegría de la legión de seguidores del Hombre Murciélago.




Hace apenas siete días, al hablar de Batman: Arquitectura mortal, comentábamos la importancia radical de la que hace gala el entorno espacial a la hora de configurar la idiosincrasia definitoria del personaje creado por Bob Kane. Por supuesto, nos referíamos a la emblemática Gotham City, urbe en la que se han desarrollado -al menos hasta el reciente desarrollo del concepto de Batman Inc.- la gran mayoría de aventuras protagonizadas por el Hombre Murciélago. Pues precisamente hoy tenemos una de esas pocas historias cuya acción tiene lugar muy lejos de la ciudad de ficción que todos los lectores relacionamos de forma inmediata con el Caballero Oscuro. Se trata de Batman: Scottish Connection, un one-shot especial publicado por vez primera por DC Comics en 1998 de la mano de dos autores cuyos nombres resultarán más que familiares para el lector habitual: el guionista Alan Grant y el dibujante Frank Quitely.




Ambos autores se encontraban por aquel entonces en un momento muy distinto de sus carreras: si Grant era ya un veterano forjado en un gran número de publicaciones (algunas protagonizadas por el propio Hombre Murciélago, como Batman, Detective Comics o Batman: Shadow of the Bat), Quitely era casi un recién llegado al medio, y todavía le faltaba tiempo para disfrutar de la popularidad que tiene hoy en día. Pero lo que sí tenían y tienen en común los dos es su nacionalidad: ambos son escoceses. Por lo tanto, no era casual que la historia de Batman que tenían entre manos y que ahora recupera ECC para toda una nueva generación de lectores se desarrollase en las highlands de Escocia.




El planteamiento de Scottish Connection -cuyo título parece un homenaje a la popular película de William Friedkin French Connection, que aquí se tituló Contra el imperio de la droga- radica en que el multimillonario y filántropo Bruce Wayne viaja a Escocia acompañado por su fiel mayordomo Alfred para participar en una ceremonia que celebra el regreso a casa de las reliquias de Sir Gaweyne de Wyene, un caballero de la corte escocesa y antepasado del propio Wayne fallecido 600 años atrás en las Cruzadas. Durante dicha ceremonia, el álter ego civil de Batman advierte que faltan fragmentos de las losas del cementerio, y con la inestimable ayuda de su socia Oráculo descubrirá que las partes perdidas de los grabados podrían estar relacionadas con la ciudad de Jerusalén y el mítico tesoro de los Templarios...




Como apreciará el lector, y es algo lógico dado que el relato se desarrolla muy lejos de la ciudad de Gotham, aquí la trama principal no comulga con la aparición habitual de ninguno de los miembros de la galería de villanos propia del personaje protagonista, ni con otros secundarios recurrentes del universo de Batman, más allá de la ya citada comparecencia de Alfred y Oráculo. Muy al contrario, Grant y Quitely embarcan al Hombre Murciélago en un misterio más propio de las novelas históricas pobladas de intrigas conspiranoicas al más puro estilo de Dan Brown o nuestra Matilde Asensi. Así, la historia se articula en relación con diversos flashbacks que explican el origen del conflicto actual que subyace en la citada desaparición de los grabados.




Digámoslo ya: el guionista de títulos como Jeremiah Harm o The Authority: Lobo cumple con los mínimos requeridos, pero su trabajo no es el principal aliciente de Scottish Connection. Este no es otro que la aportación a los lápices de Quitely, dibujante que alcanzaría varios de sus mejores logros gracias a su colaboración con otro escocés, el mismísimo Grant Morrison, ya fuese en un trabajo anterior a este como el psicodélico Flex Mentallo o en otros, la mayoría, posteriores como New X-Men, We3 o Batman y Robin. Esto es algo que la editorial española sabe muy bien, y aunque en cubierta el nombre de ambos autores está destacado de igual modo, en las últimas páginas del volumen y a modo de material extra encontraremos una semblanza biográfica del dibujante (y no la correspondiente del guionista) y una pequeña galería de ilustraciones para cubiertas a toda página realizadas por este; concretamente, las del especial DC Universe: Holiday Special, una alternativa para Wonder Woman # 27, la de Birds of Prey # 125 y la de Jonah Hex # 1.




En resumidas cuentas: Batman: Scottish Connection no pasará a la historia como una de las mejores aportaciones a la saga del Hombre Murciélago, aunque afortunadamente tampoco se la recordará como una de las peores. Eso sí, y como decíamos antes: el hecho de que se desarrolle en los verdes parajes de Edimburgo ya le confiere de por sí un punto extra de interés. Por lo demás, es una lectura recomendable para cualquier seguidor del personaje, pero imprescindible para los fieles admiradores del arte de Frank Quitely, un artista que hace quince años hoy ya estaba destinado a dar que hablar.


Título: Batman: Scottish Connection
Autores: Alan Grant (guion) / Frank Quitely (dibujo)
Editorial: ECC
Fecha de edición: febrero de 2013
72 pp. (color) - 6,95 €

2 comentarios:

  1. Lo leí hace años en aquella recopilación que hizo El Pais en formato bolsillo y a color y pufff... la verdad no me gustó nada XD

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  2. Bueno, como decía, el gran aliciente de la obra es el arte de Quitely, y te aseguro que no hay color entre aquella edición (que también tengo y leí) y esta: no es el mismo tamaño, ni el mismo papel, ni la misma calidad de impresión. Vamos, al menos en ese aspecto, ni punto de comparación...

    Un saludo y gracias por la visita.

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