jueves, 1 de marzo de 2012

El asesino hipocondríaco: Enfermo de literatura



Conocía a Juan Jacinto Muñoz Rengel tan solo de oídas, por algún que otro conocido común, y sabía de lo bien recibidos que habían sido sus relatos, sobre todo los recogidos en el libro De mecánica y alquimia (editado por Salto de Página en 2009). Pero hasta que ha caído en mis manos su primera novela, esta El asesino hipoconcríaco que ha editado Plaza & Janés, no había catado personalmente su literatura... que una vez leído el libro en apenas un par de días ya se me antoja personal y de gran interés. Y ya les aviso: vaya por delante que este título estará a buen seguro entre lo mejor de la producción patria del presente año.


Juan Jacinto Muñoz Rengel


Se ha dicho por ahí que El asesino hipocondríaco es una novela negra; aquellos insensatos que afirman semejante incongruencia enseguida se curan en salud argumentando que es una propuesta heterodoxa o una variación muy sui generis. Nada más lejos de la realidad: ni siquiera la consideraría una novela policíaca, y es que utilizar a un personaje que podría considerarse de los arquetípicos del thriller -como es el caso del asesino a sueldo-, y como ya advirtió el escritor y crítico Ricardo Bosque en su reseña del libro para Calibre .38, no convierte automáticamente a la novela que lo acoge en uno.


Poe: uno de los más ilustres literatos y enfermos


Así, el presente libro es un relato con cierta intriga, sí, pero que en mi opinión se acerca más a la literatura de humor que al género noir. Un humor, eso sí, muy negro: no podía ser de otra manera si el protagonista es un asesino a sueldo indudablemente hipocondríaco al que ya desde la página de arranque, y siempre desde su particular visión -el relato está narrado en todo momento en primera persona-, apenas le queda un día de vida. El problema del señor Y., pues oculta su identidad tras esta enigmática inicial, es que es una persona de moral kantiana, y pese a su muy debilitada salud y a que ya nota el calor del aliento de la Muerte en su nuca, no puede dejar de cumplir el último encargo que llegó a aceptar: acabar con la vida de Eduardo Blaisten, un empresario argentino que, sin pretenderlo y por culpa de las enfermedades que castigan a su presunto verdugo, se va a a convertir en la horma de su zapato.




La temática abordada y el estilo de su autor acercan a El asesino hipocondríaco a esa tradición literaria (y cinematográfica) española de un humor fino y preciso, a la par que socarrón y con un punto de intelectual; el humor de La Codorniz, de Miguel Mihura y Tono, del cine de Berlanga y Ferreri por obra y gracia, en buena parte, de los libretos de Rafael Azcona. Por ello, decir que El asesino hipocondríaco de Muñoz Rengel es una novela negra es un despropósito parejo a afirmar que el Sherlock Holmes de Jardiel Poncela es literatura de intriga, por más que la protagonice el inmortal investigador creado por Conan Doyle. Por otra parte, y para seguir desacreditando dicha pertenencia genérica, hay que señalar que el libro de Muñoz Rengel bebe al mismo tiempo de lo mejor de la literatura argentina (la nacionalidad de Blaisten no puede ser casual), y de un tema que fascinó a escritores como Borges, Bioy Casares o Cortázar: el doppelgänger; esto es, el doble sobre el que Sigmund Freud y Otto Rank escribieron algunos de sus ensayos más celebrados y recurrentes.




Por si esto fuera poco, el autor malagueño apuesta por una estructura muy atrevida, intercalando en el devenir de la novela los capítulos que conforman la trama principal (los episodios de acción, podríamos decir) con otros más discursivos, protagonizados todos ellos por escritores ilustres (hipocondríacos o no) aquejados de algún mal físico... y que, por supuesto, amenazan también a nuestro protagonista. Así, por las páginas de El asesino hipocondríaco se pasean, además del propio Kant y no citándolos a todos, las figuras de Edgar Allan Poe, Marcel Proust, René Descartes, Lord Byron, Jonathan Swift, Molière (autor nada menos que de El enfermo imaginario)... La nómina es considerable, y convierten a esta novela, como quien no quiere la cosa, en toda una lección de literatura universal. Una lección de literatura cuya letra, paradójicamente dada la profesión de su personaje principal, entra sin sangre y con mucho placer.


El asesino hipocondríaco
Juan Jacinto Muñoz Rengel
Barcelona, Plaza & Janés, 2012
224 pp. - 16,90 €

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