O Lope de Vega vs. Spiderman
Para la señorita Ángeles
"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad"
- Stan Lee & Steve Ditko, Spiderman
- Stan Lee & Steve Ditko, Spiderman
Con mi compañera Ángeles Gallar, profesora de Historia del colegio El Valle de Alicante, comparto además de profesión y entorno laboral nuestra gran afición por dos territorios culturales como son la literatura y el cine. Por supuesto, esto trae consigo una comunión en determinados temas -Enrique Vila-Matas o Luis Buñuel, por citar dos- al mismo tiempo que sanas discrepancias de lo más productivo a la hora de dar vidilla a una conversación alrededor de unas tazas de té. Sin ir más lejos, recuerdo lo sorprendida que se quedó cuando le confesé que cambiaría cualquier éxito futuro en el ámbito literario -como esa novela que espero llegue a fraguarse del todo algún día de estos aunque sea a golpe de veranos- por escribir y publicar una cierta cantidad de entregas del cómic norteamericano Spider-Man que dejaran cierta huella en la historia del personaje.
Más allá de lo que de boutade pueda tener esta aseveración, porque algo de eso hay también, es en gran parte sincera, y no es que considere que un tebeo como el citado sea superior, por poner un caso, a una novela de Miguel de Unamuno -Dios me libre-, pero tampoco inferior; son medios distintos, códigos diferentes: no se puede enjuiciar con los mismos criterios los setenta minutos de una película de serie B firmada por Edgar G. Ulmer que las quince horas de la serie Berlin Alexanderplatz de Rainer W. Fassbinder o, por descender a los abismos de la televisión de los años 80, las 228 horas de los otros tantos episodios de Falcon Crest.
Parte de la polémica surgió al hilo de la noticia que llegaba a las páginas de la prensa nacional el pasado febrero: en su edición del miércoles 24 de dicho mes, el diario El País anunciaba “El tebeo del millón de dólares”: un ejemplar del primer número de Action Comics, fechado en junio de 1938 y a la sazón primera aparición del personaje de Superman, se había vendido en una subasta en Internet por, al cambio, unos 740.000 euros.
La señorita Ángeles puso el grito en el cielo: "¡Adónde iremos a parar!", y me comentó que apenas unos días antes el Ministerio de Cultura español había adquirido el Códice Daza, manuscrito de Lope de Vega de 1631, por 700.000 euros. Le parecía todo un despropósito que el tebeo de Superman valiese en el mercado más que un inédito de nuestro más importante dramaturgo del Siglo de Oro (y eso que ninguno de los dos sabíamos que pocos días después el debut de Batman -Detective Comics n.º 27, de mayo del 39-, superaría a Superman al pagarse por él la friolera de 1.075.000 dólares). Ante este hecho respondí, como no podía ser de otra forma dado mi gusto por la controversia (cultural), que me parecía lo más lógico del mundo. Y es que, seamos sinceros, y sin comparar en ningún momento la calidad de ambas obras -les recuerdo: medios distintos, códigos diferentes-, me parece mucho más relevante de cara a la evolución de la humanidad una buena historia de Peter Parker, el estudiante que se disfraza de Hombre Araña para proteger a los ciudadanos de New York, que cualquier texto de Lope. De momento, no se sabe de ninguna historia inédita del superhéroe hallada entre las cajas estropeadas por la humedad de algún sótano abandonado, pero del español teníamos inéditos como el citado Códice Daza o la égloga "Antonia" -que descubriera otro poeta, Manuel Machado-, sin los cuales ustedes y yo podríamos seguir viviendo tan campantes.
En la era de la información digital y el entretenimiento audiovisual, la lectura supone un esfuerzo para las nuevas generaciones que se han criado no solo con la televisión, sino también con el PC, los videojuegos, la consola e Internet. Así pues, en la batalla por hacerse con el tiempo de ocio, los cómics lo tienen no muy fácil, pero sí un poco más fácil, que la narrativa convencional. Al menos tienen imágenes, y no hay que hacer el esfuerzo mental de traducir visualmente lo que se nos cuenta en negro sobre blanco. Así pues, y sin dejar de lado ni mucho menos la literatura, española o extranjera, demos una oportunidad a las buenas historietas.
Además, el cómic puede ser una herramienta educativa muy productiva, y no solo como instrumento para desarrollar el placer de la lectura: en cierta ocasión le escuché decir a Ángel de la Calle, autor de cómic (no se pierdan su Modotti, una biografía sobre la fotógrafa que vivió el México revolucionario de Diego Rivera, Maiakovski y John Dos Passos) y divulgador del medio, que ningún adolescente que leyera Maus -todavía hoy único cómic ganador del premio Pulitzer, y que cuenta la relación del autor con su padre, superviviente de un campo de concentración alemán-, abrazaría la (por llamarla de una manera educada) ideología neonazi el día de mañana. A esto siempre añado yo: cualquiera que haya crecido leyendo los tebeos de Spiderman, donde el mensaje que subyace en sus aventuras se nos machaca mes a mes durante años, nunca dejará de tenderle una mano a aquel que la necesite, porque como el tío Ben le repetía a su sobrino Peter, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Jamás Lope de Vega, a través de sus obras teatrales, y por más que se representaran de continuo, tuvo a su disposición unos recursos parangonables a los de Stan Lee, creador de un gran número de superhéroes de la empresa Marvel, como para enseñar algo de manera tan efectiva.
No sé si los profesores tendremos algún poder -sobrehumano, desde luego ninguno-, pero de lo que no cabe duda es de que tenemos entre manos, de forma compartida con padres y tutores de los alumnos, una gran responsabilidad: la de educar a los hombres y mujeres del mañana. Y es en esta responsabilidad donde nos parecemos mucho más a Spiderman y al resto de los superhéroes del cómic, que al inmortal don Félix Lope de Vega y Carpio. Además, cada mañana, cuando los alumnos de Educación Primaria entran en el colegio, veo docenas de carteras y mochilas con la efigie de Spiderman, convertido en un icono al que admirar, pero todavía no he visto ninguna con el rostro de Lope, mal que le pese a mi querida compañera Ángeles.
Lo que ocurre es que el cómic es la cenicienta de las artes, menospreciada por muchos y valorada por muy pocos. Pero en ese mundo, ajeno a muchas mentes cuadradas, existen un puñado de auténticas joyas. Ya que usted habla de Spiderman, menuda obra maestra fue la que comprendieron la muerte de Gwen y el duendecillo verde.
ResponderEliminarLA GUARIDA DEL EREMITA
Curioso el dato y muy buena entrada, y te lo dice un fan tanto de Spiderman (aunque lo dejé cuando Peter Parker resultó ser un clon y dejó su papel como superhéroe, cosa que nunca entendí) como de Lope (mi tesis doctoral es, precisamente, sobre el Daza, de ahí que tenga una alerta de Google que me ha llevado directamente a tu blog).
ResponderEliminarHago, no obstante, un par de matizaciones: la primera, que el precio pagado por la BNE fue muy, pero que muy a la baja (duele decir esto con los tiempos que corren) debido a que el Estado ejerció el derecho de tanteo para la compra del manuscrito, y me consta que las negociaciones fueron bien duras. El dueño quería sacarlo de España y subastarlo en Londres, pero finalmente se lo impidió el Estado. Allí, en la subasta, se barajaban cifras de hasta el doble o el triple de lo que se ha pagado finalmente (su precio de partida rondaba el millón de euros). La otra puntualización es que, si bien puede que Lope no se lea tanto, en nuestros días, como los cómics de Spiderman, pero sí influyó mucho en la conformación del teatro tal y como lo conocemos. Creo que sí que ha sido de lo más leído en la historia de nuestra lengua.
En fin, dejo de enrollarme. Muchas gracias por tu entrada; intentaré seguirte.