George Clooney es uno de los actores más exitosos y admirados del momento, tan valiente a la hora de ponerse tras la cámara -suya es la dirección de películas tan interesantes como Confesiones de una mente peligrosa o Buenas noches, y buena suerte-, como de aceptar papeles que lo apartan de la idea de "estrella" y lo acercan a la de, simplemente, un gran actor.
Así lo demuestran dos de sus últimos trabajos: Up in the Air, por la que casi seguro será nominado al Oscar, y Los hombres que miraban fijamente a las cabras, una sátira política en la línea de los hermanos Coen o de Wes Anderson que finalmente no se estrenó, como estaba previsto, el pasado viernes.
De todo ello hablamos en la columna de Abandonad toda esperanza de hoy:
la verdad es que es una manía muy fea, habrá que corregirla. Por cierto, la última de Clooney, genial transfondo, pero me pareció ciertamente soporifera.
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