miércoles, 9 de diciembre de 2009

El legado de los maestros



En un universo creativo como el del cómic, que a la vez que arte es también mercado longevo cuyas manifestaciones se desarrollan a lo largo de los años y de manos de artistas sucesivos, cada uno de ellos con su talento, capacidades y preocupaciones intrínsecos, es muy habitual que muchos autores construyan su obra de acuerdo con preceptos que sirven tanto de ayuda e inspiración como pesan cual losa sobre sus hombros. Este es el caso de las dos obras que hoy comentamos, recientemente publicadas ambas por Planeta de Agostini Comics, pero cada una de ellas con sus propias características y con logros bastante desiguales.



Empecemos por Death Dealer, cuyo título completo -Frank Frazetta: Death Dealer- revela a las claras la gozosamente alargada sombra del creador del personaje titular y uno de los nombres clave de la ilustración de género fantástico del siglo XX.



Nacido en Brooklyn en febrero de 1928, Frank Frazetta se convirtió con el paso de los años en uno de los dibujantes más importantes, si no el que más, del campo de la sword & sorcery, esto es, de la fantasía heroica o relatos de -literalmente- espada y brujería. Sus ilustraciones han vestido las portadas de las más representativas obras de los autores capitales del género, como Edgar Rice Burroughs, Robert E. Howard, L. Sprague de Camp o Michael Moorcock, y han llamado desde los quioscos la atención de los jóvenes lectores en cubiertas de magazines como Eerie, Creepy o Vampirella. Por no hablar de la indudable influencia en los dibujantes que vinieron tras él. Llegado este punto cabe señalar que para conocer mejor su obra y su legado, es particularmente recomendable visionar el magnífico documental Frazetta: Painting with Fire de Lance Laspina (incluido en la edición española en DVD de Tygra: Hielo y Fuego).



Uno de los trabajos más memorables y a la larga reconocibles de Frazetta fue la pintura Death Dealer, realizada en 1973 y protagonizada por un siniestro jinete armado con un hacha cuyos fulgurantes ojos rojos observan a quien le observa desde lo alto de una colina. Tal fue la impresión causada por el personaje que después de que el propio Frazetta le dedicara otras cinco pinturas más a lo largo de un período de tiempo que abarca casi dos décadas, desde Image Comics se le dedica una miniserie de seis comic books realizada por Joshua Ortega, Nat Jones y Jay Fotos.



El argumento urdido por los tres autores (que luego se reparten las tareas dejando el guión en manos de Ortega, el dibujo a lápiz y tinta a Jones y el color final a Fotos) sitúa al personaje de Frazetta, cuyo apelativo puede traducirse como "El mercader de la muerte" o "El que trae la muerte" en el eje central de una historia de épica y hechicería ubicado en un universo medieval en la línea de la literatura de Howard, Moorcock o J. R. R. Tolkien.



El relato, ambientado en la tierra de Iparsia, arranca haciendo uso de la tradición oral, como una narración popular situada 900 años atrás cuando los reinos de Oro y Edani, los más grandes y florecientes del territorio, se hallaban inmersos en una cruenta guerra. Fue en el marco de este enfrentamiento que surgió aquel al que llaman Death Dealer, en mitad de la batalla, y mermando por igual las filas de los ejércitos de ambos contendientes. Ahora el tiempo ha pasado, y los reinos siguen siendo rivales. Pero será la aparición de unas huestes de muertos vivientes los que provocarán la muerte de uno de los personajes principales y el consiguiente renacimiento de un Death Dealer ávido de venganza.



El guión de Ortega une la imaginería de los autores citados con otras muchas referencias, tanto literarias como cinematográficas: del amor prohibido de Romeo y Julieta de William Shakespeare a La leyenda de Sleepy Hollow de Washington Irving -el renacimiento del Death Dealer tiene mucho de la reaparición del Jinete sin Cabeza en la versión fílmica de Tim Burton-, pasando por los guerreros no muertos de El ejército de las tinieblas, el film medieval de Sam Raimi. El resultado de este cóctel se nos antoja es un relato quizá demasiado ingenuo acerca de los motivos que desencadenan un conflicto bélico, y que a la postre tampoco se calienta demasiado los cascos a la hora de conferir al personaje de Frazetta una razón de ser.



Dicho lo dicho, no debería hacer falta subrayar que lo que se busca por encima de todo en este cómic es la espectacularidad visual: lejos de preocuparse por ofrecer una trama mejor construida o por desarrollar los personajes con más cuidado, el dibujante Nat Jones se erige sin dificultad en el principal reclamo de la obra, apostando a la primera de cambio por los enfrentamientos entre el siniestro protagonista y sus diferentes enemigos que dan lugar a dobles splash pages con muchas horas de trabajo detrás.



El resultado final, qué duda cabe, aporta un rato de lectura entretenido, pero que queda lejos de las excelencias de Frazetta: quizá sea porque el poder del cuadro original, como el de muchos de los relatos breves de Anton Chejov, Raymond Carver o John Cheever, está más en lo que se sugiere que en lo que se cuenta. Y aquí Nat Jones y compañía han contado demasiado restando así magia y misterio a tan inmortal personaje.



Por lo demás, resulta casi obligatorio mencionar la exquisita edición por parte de Planeta: publicación en tapa dura, con papel de calidad que resalta las cualidades del trabajo gráfico de los autores, y que se cierra con una suculenta cantidad de material extra que arranca -diríamos que no podría ser de otra manera, pero tantas veces las editoriales nos sorprenden para mal...- con la reproducción de las seis pinturas de Frazetta dedicadas a su célebre personaje y realizadas entre 1973 y 1990, para continuar con una semblanza biográfica del artista escrita por su hijo Frank Frazetta Jr., las portadas alternativas de la miniserie, reproducciones que ejemplifican cómo se pasa del guión original -aquí traducido al castellano- al dibujo entintado, así como varias ilustraciones -tanto publicadas como inéditas- que componen una carpeta de arte conceptual de Death Dealer.



En total, más de medio centenar de páginas dedicadas a glosar parte del legado de un artista irrepetible. Y es en esa calidad de irrepetible donde encontramos el mayor handicap de la presente obra, si bien las excelencias de la edición convierten este Frank Frazetta: Death Dealer en una obra imprescindible para los amantes de la fantasía heroica. Aunque solo sea para confirmar las excelencias del imaginario visual de Frazetta.



Mucho más lograda nos parece Diario de un ingenuo, la merecidamente elogiada aportación de Émile Bravo al universo de Las aventuras de Spirou y Fantasio, los personajes creados por Rob-Vel y luego desarrollados por varios autores, entre los que destaca por méritos propios el gran André Franquin.



Aunque hemos leído algunas historietas de Spirou y Fantasio, como lo hicimos en nuestra juventud con álbumes de Blueberry, Jeremiah o la pareja Blake y Mortimer, fueron personajes que perdieron parte de nuestra atención a favor de otros más populares como Ásterix, el gran Tintín o incluso el más discreto Percevan de Léturgie y Luguy. Por lo tanto, resulta particularmente revelador de su desbordante talento que Bravo consiga conmovernos tanto con el relato del primer encuentro entre el pequeño botones Spirou y el impertinente periodista Fantasio cuando son personajes a los que, al contrario que otros lectores que todavía disfrutarán más si cabe de este álbum, no hemos seguido durante años.



En este relato, ambientado en la Bruselas del verano de 1939, con una Europa a punto de entrar en guerra, conoceremos a Spirou, un niño huérfano que vive con la única compañía de su ardilla Spip y que trabaja como botones en el Moustic Hotel bajo la atenta vigilancia de Entrsol, el portero jefe del edificio. Será en este marco histórico donde se desarrollará la intrahistoria del pequeño Spirou, embarcado en un relato de corte político que en principio ni le va ni le viene y que de paso le dará la oportunidad de vivir sus primeras experiencias sentimentales.



Bravo, del que ya disfrutamos en su día el excepcional Mi mamá..., se mueve aquí en el delicado y peligroso filo que separa la admiración de la irreverencia, y lejos de poner patas arriba el universo de estos personajes tan célebres consigue ser fiel a su tradición al mismo tiempo que reflexiona sobre su condición. Véase si no el uso que hace del personaje de Spip, el animal de compañía que continuamente mete en problemas al ingenuo Spirou. Téngase en cuenta que no es la primera vez que Bravo se atreve con iconos del tebeo europeo -vean si no lo que hizo con Blake & Mortimer de Jacobs en una historieta breve publicada en El Manglar n.º 5-, pero sí es esta la ocasión en la que narrando los "orígenes secretos" de Spirou y compañía logra el equilibrio perfecto entre lo que podría haber sido una parodia y el homenaje más sincero y sentido posible.



En lo que a la parte gráfica se refiere, Émile Bravo demuestra ser el heredero más aventajado de la línea clara desarrollada por autores como Hergé o Yves Chaland: los rostros de los personajes son harto expresivos a partir de las líneas precisas, y los fondos carecen de más detalles de los estrictamente necesarios para la ambientación de la historia y el desarrollo de la trama, que se leen con avidez y disfrute continuos.





Para terminar, señalemos que uno de los episodios más determinantes del relato, ya hacia su parte final, prácticamente permite al ingenuo Spirou, precisamente a partir de su ingenuidad, evitar la inminente guerra. Pero será la intervención de Fantasio -que, no lo olvidemos, representa al cuarto poder- la que haga que todo siga su curso como estaba previsto y la historia del siglo XX sea la que conocemos hoy día. Curiosa esta concomitancia -la de la presencia de un conflicto bélico y la aparición de un personaje llamado a poder evitarla- con la comentada Death Dealer... Si bien, como habrán intuido ya, la obra de Bravo además de que poco tiene que ver con la inspirada por Frazetta suma enteros con la (odiosa, si quieren) comparación. Resumiendo: este Diario de un ingenuo supone una verdadera delicia para cualquier lector de cómics, sea o no seguidor de toda la vida de las peripecias de Spirou y Fantasio.


Título: Frank Frazetta: Death Dealer (Sombras de Mirahan)
Autores: Nat Jones & Jay Fotos & Joshua Ortega (guión) / Nat Jones (dibujo)
Editorial: Planeta de Agostini Comics
Fecha de edición: octubre de 2009
208 páginas (color) - 25 €


Título: Las aventuras de Spirou y Fantasio: Diario de un ingenuo
Autor: Émile Bravo (guión y dibujo)
Editorial:Planeta de Agostini Comics
Fecha de edición: octubre de 2009
72 páginas (color) - 10,95 €

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