jueves, 15 de enero de 2009
Yo, Fatty: Auge y caída del payaso gordo
Como le sucedió a muchos cinéfilos, la primera vez que oí hablar de Roscoe 'Fatty' Arbuckle fue en la vorágine de historias oscuras, a veces divertidas a veces deprimentes, y todas ellas reales, que el pope del primer cine independiente norteamericano Kenneth Anger recogía en los dos volúmenes de Hollywood Babilonia, una obra capital para conocer los entresijos de la Edad Dorada de Hollywood, las bambalinas de un mundo de oropel consagrado a la adoración de la apariencia.
Por supuesto, Fatty Arbuckle no aparecía en las páginas de Hollywood Babilonia gracias a su talento para la comicidad física, tan importante en el cine silente, aunque sin duda la tenía: el tiempo había sido cruel para con su legado, y la enorme fama de la que disfrutó en su día había quedado dilapidada por otros genios del celuloide mudo, como Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy, o no digamos ya Charles Chaplin y Buster Keaton. Si este actor era convocado por Anger era debido a que protagonizó el que se ha venido a considerar el primer gran escándalo de la historia de Hollywood: en 1921 fue acusado de violar y asesinar a otra actriz, mucho menos popular, del momento, de nombre Virginia Rappe. Una violación que se llevó a cabo con una botella de champagne.
El juicio se saldó con la absolución de Arbuckle por parte de un jurado unánime, que tuvo en consideración que lo que un torpe y poco acertado Fatty intentaba era reanimar a una Virginia Rappe enferma y ya próxima a la muerte; pero, claro está, para la sociedad bienpensante del momento su nombre estaría asociado ya para siempre a un hecho tan lamentable y a una hipótesis harto repudiable. La antes meteórica carrera profesional del obeso intérprete estaba abocada al desastre.
El escritor y guionista Jerry Stahl ha decidido hacer justicia (poética) a Arbuckle y por eso ha escrito este estupendo Yo, Fatty, que editaba hace unas semanas Anagrama. Stahl conoce el otro lado de la cámara -ha escrito guiones para cine y sobre todo televisión, participando en series como Luz de luna, Alf, Twin Peaks, Doctor en Alaska o CSI-, así como el lado oscuro de la condición humana: el libro autobiográfico Permanent Midnight, llevado al cine con Ben Stiller, lo deja bien patente. Además, sus comienzos en el séptimo arte pasan por la sórdida (al menos para los bienpensantes que crucificaron a Fatty) experiencia de escribir los guiones de dos producciones X de hálito fantastique, Nightdreams y Café Flesh, a comienzos de los años ochenta. Por tanto, este colaborador de Esquire, LA Weekly y Playboy parecía a priori una firma autorizada para resucitar a Arbuckle...
Pero al menos a un servidor nada podía hacerle presumir el espléndido talento literario del que Stahl iba a hacer gala: el autor construye su opera a mayor gloria de Fatty Arbuckle recurriendo al recurso literario del manuscrito encontrado, al modo del Cide Hamete Benengeli del Quijote de Cervantes, y así pone la narración de la vida y milagros de Arbuckle en boca del propio actor, un ser mórbidamente gordo que vivió el rechazo de su padre, el fundamentalismo religioso de su madre... y un éxito arrollador basado en la comicidad de su repudiable condición física.
A lo largo de las más de trescientas páginas de este espléndido libro, conoceremos los primeros pasos en el mundo del espectáculo de su protagonista, que triunfó pronto en el vodevil, para pasar acto seguido a engrosar las filas de las estrellas del cine mudo de la mano de Mack Sennett. Aunque hoy resulte complicado el tenerlo en cuenta, en la segunda década del siglo XX Fatty Arbuckle era más popular que Chaplin -con el que mantuvo una relación menos amigable que con Buster Keaton, su amigo incluso en los momentos más difíciles-, y fue el primer actor cinematográfico que cobró un millón de dólares. Pero su adicción a las drogas primero, y el lamentable episodio con la señorita Rappe después, pusieron punto y final a la mejor etapa de su vida y con ella a un período tan glorioso como tenebroso de la historia del cine.
Yo, Fatty se ha ganado los merecidísimos elogios de la crítica y de miles de lectores de todo el mundo, a los que ahora se pueden sumar los españoles. Entre los más rendidos admiradores del libro se encuentra el actor Johnny Depp, conocido seguidor de los aspectos más siniestros de la cultura popular, y que ya se encuentra enfrascado en la producción de una adaptación del mismo. La película resultante tendrá su interés, sin duda, pero perderá una de las bazas del libro: el estilo de su autor, preciso y afilado, como el de la mejor novela negra, como el de la mejor narrativa a secas. Y es que estamos ante el primer gran libro leído en este 2009, aunque haya sido publicado a finales del año anterior. No se lo pierdan.
Yo, Fatty
Jerry Stahl
Barcelona, Anagrama, 2008
320 pp. - 20 €
¿Qué es lo que le hizo exactamente Fatty a esa actriz? Porque ya no sé si lo de la violación es cierto o si fué algún jueguecito que se les fué de las manos... porque lo de que intentaba reanimarla no me cuadra.
ResponderEliminarSi alguna vez estoy al borde de la muerte, por favor... no me metan una botella de sidra por el culo ;)
Pues por lo visto, ella tuvo convulsiones seguidas de un desmayo total... y el pobre Fatty recordó que alguien le dijo una vez que para reanimar a una chica que hubiese perdido el conocimiento (algo por lo visto tristemente habitual en fiestas donde el alcohol y las drogas corrían a gusto) lo mejor era aplicar un cubito de hielo muy frío al clítoris... y a falta de hielo, y en una situación de emergencia, lo mejor que encontró fue una botella de champagne fría...
ResponderEliminarPues eso. Estas estrellas de Hollywood...