A los cinéfilos de los de toda la vida, el apellido Bergman les remite al mejor cine clásico norteamericano, a la inmortal Casablanca, al cine de Alfred Hitchcock... y hasta al de Roberto Rossellini, que se casó con Ingrid Bergman para introducirla en el neorrealismo (bueno, se casaría con ella por más razones, pero esa es la que podemos comprobar en cintas como Stromboli o Te querré siempre). En cambio, a los amantes del cine europeo y de autor, dicho apellido nos trae a la memoria de forma inequívoca al maestro de la cinematografía sueca, Ingmar Bergman, autor de películas como Un verano con Mónica, Fresas salvajes, Los comulgantes, Persona o Fanny y Alexander. Pero en cambio, a los fanáticos del cine bueno bueno, pero bueno bueno de verdad, ese apellido nos recuerda a la rubia amazona que conquistó el corazón de Conan el cimmerio en su primera incursión en la gran pantalla.
Así es: Sandahl Bergman fue la actriz que interpretó a la ladrona Valeria en Conan el bárbaro, de John Millius, junto con un Arnold Schwarzenegger que todavía no era la estrella de Hollywood que fue ayer, y no digamos ya el gobernador de California que es hoy. Precisamente, la Bergman aparece hoy aquí por su papel protagonista en una exploit de la cinta que convirtió al austríaco fortachón en una star del cine de acción. Esta película fue Terminator, y la protagonizada por la rubia... nada más y nada menos que Retaliator (Programada para matar). Chúpense esa.
Producida en 1987, tres años después del exitazo de James Cameron, el film arranca en una isla de Creta, donde un grupo terrorista de Oriente Medio ataca a no recuerdo muy bien quién por no me acuerdo muy bien qué. La cuestión es que a partir de ese momento Hassim, el líder de los terroristas, y su novia Samira se convierten en los criminales internacionales más buscados... Por ello, el gobierno de los Estados Unidos, a través de la CIA, recurre al último recurso con el que cuenta: un grupo de marines entrenados (para matar, se sobreentiende) y liderados por Eric Mathews... y al que da vida otro imprescindible de la serie B direct to video: Robert Ginty.
Efectivamente, a Ginty lo recordarán como el protagonista de aquella infausta saga de El Exterminador, donde repartía justicia a diestro y siniestro con un enorme lanzallamas. Aquí, como no dispone de lanzallamas, se tiene que conformar con alguna metralleta y con dar órdenes con cara de enfadado. Una cara que se enfada todavía más cuando al regresar con éxito de su misión suicida se entera de que el presunto cadáver de la presunta terrorista muerta no aparece por ningún lado, mientras que a él lo apartan de la misión.
Como imaginarán ustedes la susodicha no ha muerto, sino que está en coma, y el gobierno decide utilizarla para el Proyecto Retaliator, que consiste en añadir alguna parte biónica -no demasiadas, que por lo visto hay recorte presupuestario- y en someter su voluntad a la de sus nuevos dirigentes, encabezados por el mad doctor de turno encarnado por el veterano James Booth.
Pero como no podía ser de otra forma, la nueva cyborg acaba por no cumplir con las órdenes que le mandan, al recordar parte de su vida anterior y decidir rebelarse contra sus creadores... Este hecho, absoluta y totalmente inesperado (¿verdad?) obliga al bueno de Mathews a intervenir otra vez para detener a la mortal amenaza.
Qué gran película, pardiez. Es tan grande que no cabe ni en Internet, y de ahí que me las haya visto y deseado para encontrar imágenes con las que acompañar estas líneas. Así pues, y dado que como suele decirse de ande no hay no se pue'sacar, aquí me detengo y les doy por avisados: eviten a toda costa Retaliator... y, en realidad, cualquier película que termine en -ator menos Terminator, incluyendo Alienator y hasta Ator, el Poderoso... películas que, por cierto, no tardarán mucho en aparecer por esta simpática sección que tanto nos divierte (sobre todo a ustedes, yo en realidad padezco bastante).
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