martes, 19 de agosto de 2008
El gato del kimono: Lost Cats
Que el número de novedades que las editoriales de cómic editan cada mes suponga una auténtica avalancha tanto para el librero como para el lector, aunque es algo positivo y siempre preferible a la sequía de tiempos pretéritos, conlleva como precio a pagar que algunas obras estupendas, en algunos casos verdaderas joyas del noveno arte, pasen injustamente desapercibidas. Por tanto consideramos tarea de la crítica, de revistas especializadas y de webs como este vuestro humilde blog, recuperarlas y gritar a pleno pulmón sus excelencias para que lleguen al mayor número de lectores posibles.
Este es el caso de El gato del kimono, editado hace unos meses por la editorial madrileña Dibbuks. La obra en cuestión viene firmada por Nancy Peña, la autora de El gabinete chino, que según informa la propia editorial madrileña es una profesora de artes aplicadas aficionada al grabado que no pensaba dedicarse en un principio al mundo de la historieta, siendo ella misma la primera sorprendida de las posibilidades narrativas del medio y de su propio talento al respecto.
Hemos de dar gracias de que esta narradora francesa corrigiera su intención primera, pues qué gran autora nos habríamos perdido: en El gato del kimono, y en apenas un centenar de páginas (créanme, para lo que encierra su interior no son precisamente muchas), Peña recupera la tradición oral, las leyendas populares, la literatura infantil y juvenil y los experimentos narrativos de, pongamos por caso, Alan Moore. Porque del autor de Watchmen o Lost Girls, de su faceta más demiúrgica, hay bastante en esta breve y hermosa novela gráfica.
El gato del kimono arranca al estilo de los cuentos que se transmiten (¿o mejor decimos ya transmitían?) de forma oral: una antigua leyenda japonesa protagonizada por la hija de un hombre adinerado que gustaba de vestir un bello kimono con bordado de gatos negros, y del fabricante del mismo, enamorado de la anterior pero al que esta ignoraba cuando no repudiaba. En venganza ante este rechazo, el sastre bordó y vistió un kimono repleto de ratones, por lo que los gatos del primer kimono acabaron atacando a estos. La respuesta de la muchacha fue mandar que bordaran flechas atravesando los corazones de los roedores; y, a su vez, el sastre bordó en el primer kimono un pájaro allá donde el gato negro que abandonó la prenda dejó un hueco. El desenlace de este acto es la muerte de la doncella en las garras y las fauces de los felinos...
No crea el lector que le hemos desvelado nada relevante de El gato del kimono: lo reseñado en el párrafo anterior apenas ocupa las primeras páginas del álbum, narradas a modo de libro ilustrado (esto es, dibujos en su mayoría a toda página, acompañados de textos explicativos, y no viñetas que narren secuencialmente la acción), y a partir de las cuales, utilizando al gato negro como hilo conductor, la autora de La Cofradía del Mar ofrece un relato que va de un lugar a otro, de un tiempo a otro, a veces sin aparente solución de continuidad... como si de un sueño, gobernado por asociaciones ilógicas, se tratara.
El gato huido del kimono acabará viajando a modo de polizón en un barco, partiendo del exótico Japón hata el Londres victoriano, y en su camino se cruzará con el detective Sherlock Holmes y su fiel compañero el doctor Watson, el cual vive atormentado porque su esposa le requiere continuamente que le compre un lujoso y muy caro kimono. También se encontrará con una niña pequeña, Alicia, a través de la cual la autora revisita el famoso díptico de Lewis Carroll y reconvierte a su protagonista de cuatro patas en una nueva encarnación del sonriente gato de Cheshire.
La época ilustrada primorosamente por Peña (que lo mismo se parece al Eddie Campbell del From Hell de Moore que recuerda al Dave McKean del Coraline de Neil Gaiman) en El gato del kimono son tiempos en los que la fantasía empieza a desbordarse y alcanzar masivamente a su público: son los primeros años del arte cinematográfico, gracias al artilugio conocido como la linterna mágica (ese que sirvió para dar título a las soberbias memorias de Ingmar Bergman). Un invento este que Nancy Peña recupera como hiciera Francis Ford Coppola con el cine-espectáculo más primigenio en su versión del Drácula de Stoker: como un motor generador de fantasía e imaginación.
Así pues, El gato del kimono es una obra bellísima, repleta de sugerencias, a la que no se le puede, no se le debe, pedir una evolución argumental ortodoxa. Más bien se trata de la materialización de un sueño, de una ensoñación alimentada por la capacidad de contar de grandes narradores (Carroll, Conan Doyle, y sí, Nancy Peña) y por la capacidad de saber escuchar de niños que sienten la necesidad de consumir una ficción antes de dormirse mucho antes de conocer la palabra ficción, y de adultos que no reniegan de la misma necesidad aunque ya no sean niños.
Título: El gato del kimono
Autor: Nancy Peña (guión y dibujo)
Editorial: Dibbuks
Fecha de edición: marzo de 2008
102 páginas (b/n) - 14 €
(+) La web de Nancy Peña
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