miércoles, 6 de agosto de 2008

El frío horror de Larry Fessenden

Los designios de la distribución cinematográfica española son caprichosos, y han querido que para todos aquellos que no tuvieran la oportunidad de acercarse al Festival de Cine de Sitges del año pasado, que le dedicó una retrospectiva bastante completa y le dio un premio honorífico, el realizador neoyorkino Larry Fessenden sea un completo desconocido.



Fessenden, que también es actor a las órdenes de otros realizadores -ha trabajado en breves papeles con Martin Scorsese (Al límite), Jim Jarmusch (Flores rotas) o Neil Jordan (La extraña que hay en ti), por citar los más célebres-, en su faceta como director, se mueve en un ámbito absolutamente independiente que no siempre logra trascendencia más allá de sus fronteras. Así, el único trabajo visible en España de los dirigidos por él sigue siendo Wendigo, que además solo nos ha llegado al mercado doméstico en DVD de alquiler, además de tapadillo: con escasa publicidad y el equívoco título de Escalofrío (esto es, el mismo que el magnífico debut como director del actor Bill Paxton).



Cuando pudimos ver en su día este film nos pasó algo parecido a lo que nos ha ocurrido con su último largometraje: en un primer momento, las expectativas despertadas por su prestigio como cinta de culto que apostaba por nuevas formas de expresar el Horror nos parecieron desmedidas, y la sensación primera fue la de sentirnos defraudados; pero conforme pasaban los días tras su visionado, el recuerdo de la cinta mejoraba a marchas forzadas, y cada vez era mayor nuestro aprecio por este relato sobrenatural sobre una pareja (Patricia Clarkson y Jake Weber, este visto en Amanecer de los muertos y la serie Medium) y su hijo pequeño (Per Erik Sullivan, el hermano menor de Malcolm in the Middle) que planean disfrutar de un fin de semana en una casa de campo apartada del bullicio de la Gran Manzana.



Entre otros aspectos, el film se caracterizaba por un ritmo moroso y una dosificación parmoniosa de la información, muy alejados del cine convencional norteamericano, así como una ambigüedad también muy ajena a los productos de Hollywood, manteniendo siempre un difícil equilibrio entre lo psicológico y lo tangible, entre lo real y lo imaginado, dando a la postre como resultado un relato telúrico cargado de misticismo y espiritualidad.



Todos estos rasgos vuelven a darse en The Last Winter, una coproducción entre Estados Unidos e Islandia que aunque se estrenó en 2006 sigue sin llegar a las carteleras de medio mundo, España incluida.

El film, que se ha ganado los aplausos de la crítica y de cineastas tan autorizados en esto del fantástico como Guillermo del Toro, retoma el frío invernal de Wendigo y lo lleva mucho más allá, ya que la acción se desarrolla toda ella en una estación situada en Alaska, propiedad de una compañía petrolífera que estudia el terreno para descubrir las posibilidades de explotación del mismo.



Este marco será donde se producirá un fuerte enfrentamiento entre los egos de Pollack (Ron Perlman), el líder del grupo que mira por los intereses de la empresa y sobre todo por el bienestar de las personas a su cargo, y de Hoffman (James Le Gros), un ecologista recién llegado al lugar, más preocupado por el medioambiente que por los seres humanos.



Conforme avanza la acción este estado de tensión entre ambos va creciendo como, nunca mejor dicho, una bola de nieve, y se contagia al resto de los que habitan en la estación polar, en algunos casos rozando la locura. La situación acabará por estallar cuando uno de los hombres desaparezca en mitad de los parajes helados...



Fessenden aprovecha con acierto el marco del relato, de una forma que recuerda a la claustrofobia y el retrato de las relaciones profesionales que pudimos ver en La Cosa, todavía hoy la obra maestra de John Carpenter, superior incluso a la por otro lado nada desdeñable cinta original de Christian Nyby (y Howard Hawks) El enigma... de otro mundo de la que es remake, aunque si el creador de Halloween apostaba por un terror explícito y descarnado, físico en unos términos como pocas veces se ha visto en la gran pantalla, Fessenden opta por moverse en el pantanoso terreno de lo inexplicable, de lo indescriptible.



Como espectadores, viendo The Last Winter hemos sentido lo mismo que en su día experimentamos con Wendigo: un interés con altibajos, moviéndose siempre entre la fascinación y la indiferencia, y que se salda con una sensación de frustración importante... Pero que se convierte a las pocas horas en un recuerdo imborrable marcado por el talento de los dos actores principales (quizá superior Le Gros a Perlman), por su brutal conclusión, un final tan apocalíptico como íntimo -atención al plano final, que nos escamotea un pequeño armageddon quizá por falta de medios, pero cuyo resultado es más inquietante que si lo viéramos de forma directa-, sobre todo y el talento de un realizador que se desborda a la hora de manufacturar relatos místicos donde el Horror se esconde bajo la nieve.

2 comentarios:

  1. Me interesa y por lo tanto me apunto la película.

    Saludos!

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  2. Anónimo1:07 p. m.

    Fíjate que en Sitges no me provocó ninguna curiosidad y no vi ninguna de las películas que proyectaron. Le echaré un vistazo a ver si me tengo que arrepentir...

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