miércoles, 30 de julio de 2008
Prométeme: Ni contigo ni sin ti
Sobre la última película de Emir Kusturica -por lo demás, seguimos esperando su documental sobre Diego Armando Maradona- estrenada en España, Prométeme, se han vertido diversas acusaciones con las que no podemos menos que mostrar nuestro desacuerdo.
Del film, una comedia tan festiva como todos sus filmes anteriores, y cuya acción se ambienta en dos espacios de la Serbia actual -un marco rural y apartado, otro urbano y cosmopolita-, se ha dicho que demuestra que el antaño gran creador de cintas como Papá está en viaje de negocios o Underground (con las que ganó la Palma de Oro en Cannes, siendo la segunda, para el que esto firma, su indiscutible obra maestra) empieza a repetirse a sí mismo recurriendo a una fórmula que comienza a mostrar signos inequívocos de agotamiento: esto es, la narración atropellada, la acumulación de personajes de lo más variopinto, la sucesión de gags visuales en su mayoría y algunas fugas ocasionales a una suerte de realismo mágico al estilo de la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX (el célebre Boom). Es curioso que estas voces que se alzan para criticar la repetición de Kusturica nunca hayan atacado a Alfred Hitchcock o John Ford por su respectivo y obsesivo interés por el thriller de suspense o el western.
También se ha dicho de Prométeme (un film que no deja de ser una comedia romántica de chico busca chica, aunque aquí sea chico vende vaca y busca chica) que es una cinta de menor enjundia que sus trabajos más celebrados, como si relatar historias pequeñas y de menor alcance (el periplo iniciático del joven protagonista o la relación de amor-odio de su abuelo con su vecina tienen, en efecto, menos trascendencia que los hechos narrados en Underground, claro está) fuese un delito imperdonable para algunos.
Finalmente, se ha dicho también que este relato carece del discurso político presente, explícita o implícitamente, en toda la filmografía de su máximo responsable. Esto nos hace preguntarnos si la crítica especializada no habrá sido víctima de una maldición al estilo de Ensayo sobre la ceguera de Saramago, pues el retrato de los mafiosos de poca monta que intentan traer el derrocado World Trade Center de Estados Unidos a Serbia o el hecho de que la madre de la protagonista, de oficio profesora, tenga que hacer un doble turno por la noche como prostituta, nos parecen apuntes cargados de crítica político-social.
El título del film, Prométeme, alude a la promesa que hace el joven protagonista a su abuelo cuando abandona su hogar: se marchará a la gran ciudad para vender su vaca, se comprará algún icono de recuerdo y, lo que es más importante, conseguirá una novia. De paso visitará al hermano de su abuelo, dueño de una fábrica de botas, y del que ni siquiera sabe si sigue con vida.
Cuando el joven llegue a la ciudad descubrirá que este ya murió, y que la empresa debería estar en manos de sus nietos, una pareja de hermanos que en cambio han decidido dedicarse al trapicheo haciendo negocios de indudable ilegalidad con una banda local de mafiosos de medio pelo.
Kusturica nos ofrece, como suele ser costumbre, un relato aparentemente desenfadado, una fiesta cinética donde no faltan bodas y funerales, sexo y castraciones (animales y humanas), besos románticos y zoófilos desaforados, persecuciones y explosiones a mansalva, músicos de pacotilla y hasta un hombre bala que sobrevuela la región sin enterarse de los resultados de la liga italiana. Pero detrás de todo ello, como apuntábamos antes, sigue subsistiendo el retrato de un país deprimido (que no deprimente) donde pequeños delincuentes campan a sus anchas y donde los que quedan vivos de generaciones anteriores, o bien viven recluidos junto a sus ocupaciones y aficiones personales (el abuelo del protagonista), o bien están a la espera de que cualquier conflicto bélico salte a la vuelta de la esquina (el sacerdote armado, el amigo del abuelo que en todo ve la inequívoca señal de una provocación).
Debido al aspecto festivo del relato, la crítica más carente de sentido del humor también ha acusado a Kusturica de banalizar temas tan espinosos como la prostitución o, sobre todo, la trata de blancas, como si estos fuesen temas tabú sobre los que no poder verter una mirada poco solemne, olvidando que el cine es un arte preminentemente visual y que por tanto puede tomarse ciertas libertades; porque aun retratando algo con ironía y desenfado, las imágenes tienen la autonomía suficiente para hablar por sí mismas.
Y hablando del componente visual de Prométeme: el cineasta y músico Kusturica (que aquí deja la partitura original en manos de su hijo Stribor, también actor) vuelve a demostrar su poderosa imaginería visual, heredera de su maestro -Federico Fellini, por supuesto-, y compone una sinfonía de rimas visuales (las mencionadas castraciones, del toro al principio y del gángster hacia el final; el abuelo en el campanario y el nieto en la fachada del colegio) y planos de gran belleza, de los cuales algunos valen por el 90 % del cine que puede verse ahora mismo en las salas de nuestro país.
Así pues consideramos que este relato sobre las relaciones entre los hombres y las mujeres que vuelven locos a aquellos, pero sin las que estos no pueden vivir -como los toros y las vacas-, supone un paso más en una filmografía repleta de hallazgos, la del director de otras espléndidas cintas como El tiempo de los gitanos, Gato negro, gato blanco o La vida es un milagro, y aunque no se cuente entre las mejores películas del cineasta serbio, nos parece infinitamente superior al grueso de cintas que ocupan la cartelera estival... de las cuales muchas, lamentablemente, la eclipsarán en la taquilla. Ya saben: las campañas publicitarias en televisión y paradas de buses mandan sobre el gusto del pueblo...
Y conste que lo de "Ni contigo ni sin ti" venía al hilo de la relación entre hombres y mujeres, no a nuestra relación con la crítica cinematográfica. ¿O también?
demuestra el declibe de su director ya que los únicos méritos del film son repeticiones de su cine anteror: ese lirismo mágico y la locura vitalista. Por lo demas un bodrio que parece un homenaje a las peliculas de Jaimito y donde se afianza un exagerado machismo; aunque por lo menos en esta no asistimos al sindrome de estocolmo de una mujer secuestrada como en La vida es un milagro.
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