A Michael Chabon lo conocí, como a tantos otros escritores, a través del cine: fue Jóvenes prodigiosos, la magnífica película de Curtis Hanson basada en su novela Chicos prodigiosos (editada en España por Anagrama), quien me descubrió a uno de los autores que enseguida se vería englobado, en compañía de nombres como los de Jonathan Franzen, Dave Eggers, Jonathan Lethem, David Foster Wallace o Chuck Pahlaniuk, dentro de la llamada Next Generation, un grupo de nuevos narradores norteamericanos que han ido más allá de una etiqueta que con el tiempo se ha revelado vacua, insuficiente y hoy prácticamente extinguida.
Hasta la fecha, la literatura de Chabon seguía siendo una asignatura pendiente pese al interés que me despertó Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, el libro que le valió a su autor el codiciado Pulitzer y donde homenajea la Era Dorada de los tebeos de superhéroes; un libro del que a buen seguro cualquier día de estos les hablaré en este vuestro blog.
Ahora hemos saldado la deuda con El sindicato de policía yiddish, la aplaudida incursión de Chabon en el ámbito de la novela negra... después de haber flirteado con los orígenes del género, la novela enigma, con su pastiche sobre el Sherlock Holmes de Conan Doyle, La solución final, editada como esta por Mondadori.
Pero como no podría ser de otra forma tratándose de un escritor tan original y heterodoxo como Chabon, El sindicato de policía yiddish no es una novela negra al uso: en sus páginas, el autor fusiona la ficción hard boiled con un subgénero tan propio de la literatura fantástica y la ciencia ficción como es el de la ucronía: como hicieran Philip K. Dick en El hombre en el castillo, Sarban en El cuerno de caza o Kim Stanley Robinson en Tiempos de arroz y sal, Chabon plantea un relato ambientado en un mundo muy parecido al nuestro pero que no lo es exactamente, sino que a partir de un hecho concreto se ha desarrollado de forma paralela hasta desembocar en una situación bien distinta a la que conocemos.
En el caso de El sindicato de policía yiddish, la acción está ubicada en un universo paralelo donde tras el final de la II Guerra Mundial no se llegó a crear el Estado de Israel, y la comunidad judía se encuentra emplazada en el distrito federal de Sitka, Alaska, dependiente del gobierno de los Estados Unidos. Allí los judíos viven en paz... hasta que un asesinato en principio y solo aparentemente insignificante amenazará con marcar el inicio de una nueva era.
Es en este marco histórico (sincrónico) que el policía Meyer Landsman, protagonista de la novela, se encuentra con un cadáver en una habitación del hotel donde prácticamente vive. El difunto, asesinado de un tiro en la nuca, es un yonqui aficionado al ajedrez al que la muerte le pilló en mitad de una partida, y al que nadie parece conocer al principio... hasta que Landsman y su compañero Berko tiran de los hilos adecuados y la gente empieza a hablar.
Con El sindicato de policía yiddish, Chabon vuelve a demostrar su cercanía a los llamados géneros menores: la literatura de quiosco, la narrativa pulp, el cómic... En este caso, y como decíamos, el referente a seguir es la novela negra norteamericana en general y los libros de autores como Dashiell Hammett o, muy especialmente, Raymond Chandler en particular.
Desconozco si Michael Chabon es de los que menosprecia públicamente la literatura que en el fondo ama y consume; no sé si con esta su última obra ha querido acercarse con respeto al género o, por el contrario, dignificarlo con su talentoso estilo literario. Lo que sí sé es que el resultado es deslumbrante: más allá del argumento, que interesa lo suficiente como para sumergirse en sus más de 400 páginas y salir airoso del envite, destaca el talento literario de su autor, de prosa cuidada con meticulosidad, descriptiva lo justo y evocadora al cien por cien; y sobre todo un personaje, el de Meyer Landsman, tan memorable como los Sam Spade o Philip Marlowe creados por los progenitores del invento: una figura que hacia el comienzo amenaza con quedarse amarrada a los tópicos del género (Landsman es solitario y taciturno, está separado de su mujer -que, para más inri, será pronto su superiora-, come poco y bebe mucho y desde muy temprano) pero que conforme avanza la acción va creciendo hasta convertirse en un ser de carne y hueso del que apetece saber más. Por ello, desde aquí, le pedimos a Michael Chabon más novelas de Meyer Landsman.
Un apunte final: cuando recomendamos en su día la novela No es país para viejos -también publicada por Mondadori-, no se sabía todavía que Joel y Ethan Coen la iban a convertir en una película maravillosa que arrasaría en los Oscars. Hoy, cuando les instamos encarecidamente a que lean El sindicato de policía yiddish, sí conocemos que los hermanos mejor avenidos de Hollywood se han hecho con los derechos del libro de Chabon. ¿Repetirán Oscar esta vez?
Mención especial aparte merece la portada del libro, cuyo diseño de Will Staehle llevó a que la edición estadounidense fuese elegida en una votación de críticos como la mejor portada de la narrativa del año 2007: un concepto de gran elegancia, simétrico y minimalista, que resume un gran número de los elementos temáticos y estéticos de una trama compleja y absorbente. Sin lugar a dudas, una de las novelas del año.
El sindicato de policía yiddish
Michael Chabon
Barcelona, Mondadori, 2008
428 pp. - 21,90 €
[Imágenes: 2.ª- Michael Chabon; 8.ª- Cormac McCarthy, Ethan y Joel Coen.]
Yo ahora estoy con Kavalier y Clay. Lo comencé hace unos 4 años, pero no era el momento de leerlo. Ahora sí lo es y lo estoy disfrutando bastante. Ganas hay de pillar esta última novela.
ResponderEliminarYo me lei hace poco Kavalier & Clay me gusto bastante lo relativo a la historia de los tebeos y bastante menos la vida sentimental de los protas.
ResponderEliminarEn mi opinión el uso de los géneros en Chabon es sincero, y por eso consigue construir sus novelas de una manera tan natural, tanto que Kavalier y Clay se puede leer como un metafolletín, pero también como un folletín disfrutándose igual de las dos maneras. Con esa novela me pasa como con Middlesex de Jeffrey Eugenides, que se puede disfrutar de la misma manera en los dos niveles de lectura.
ResponderEliminarYo creo que Kavalier y Clay es, más que un folletín, un tebeo de superhéroes de la Golden Age. De hecho Kav y Clay serían una especie de héroe y sidekick: superpoderes (escapista y mago), supervillano (saboteador antisemita y Mr. Wertham himself!), supervalores (moralmente incólumes ambos), supercamaradería, lucha por la justicia (justicia editorial con los autores), lucha contra los nazis (¡como la SJA!), interés romántico...
ResponderEliminarA mí no me gustó mucho (demasiado extensa) y menos aún me gustó "La solución final" del mismo autor, pero tengo curiosidad por leer esta novela.
Le tengo muchas ganas a la novela. Sobre la película de los Coen, ¿alguien sabe algo? ¿Van a hacer al final la adaptación? Porque entre tanto siguen haciendo otras películas pero no esa.
ResponderEliminarDe momento no hay nada en firme. Y como es práctica habitual en Hollywood (y alrededores) lo de adquirir los derechos de un libro antes de que se los lleve otro y luego Dios proveerá, yo esperaría sentado...
ResponderEliminarUn saludo y gracias por la visita.