miércoles, 13 de febrero de 2008

La escafandra y la mariposa: Los límites del cautiverio



Julian Schnabel, artista reputado en el ámbito de la pintura contemporánea, y cuyas obras se venden por considerables cantidades de dinero, no necesita de su faceta como cineasta para expresarse artísticamente, mucho menos para vivir. Por ello, desde que debutara tras las cámaras en 1996 con Basquiat, ha venido espaciando en el tiempo dicha faceta todo lo que se le ha antojado, y hasta la fecha solo ha filmado dos largometrajes más: Antes que anochezca, estrenada en 2000, y esta La escafandra y la mariposa, de 2007.



Como puede verse, a Schnabel le interesan particularmente los personajes reales, históricos: sus tres películas pertenecen al género de los biopics o filmes biográficos. Si en su primer trabajo fijó su atención en el pintor Jean Michel Basquiat, amigo y colega de Andy Warhol, y en el segundo contó la vida del poeta y novelista cubano Reinaldo Arenas (encarnado por un Javier Bardem en estado de gracia), ahora le toca el turno a Jean-Dominique Bauby, editor de la revista Elle, que en 1995 sufrió un infarto cerebral que lo dejó postrado en una silla de ruedas, con una parálisis casi total y sin la capacidad de habla.



Inspirándose en el libro autobiográfico del propio Bauby, que tuvo que dictar a una colaboradora en un largo y complicado proceso que en ocasiones estuvo a punto de hacerle tirar la toalla, Schnabel construye un film que enseguida trae a la memoria a Johnny cogió su fusil, la fábula antibelicista de Dalton Trumbo. Como ocurría en aquella, el protagonista de La escafandra y la mariposa no puede moverse, ni tampoco hablar, y sus pensamientos y reflexiones se manifiestan mediante el recurso de la voz en off, al mismo tiempo que vemos el mundo que le rodea a través de sus propios ojos: la cámara subjetiva es un espléndido recurso para que el espectador sienta algo parecido a lo que sentía el protagonista.



Y al igual que ocurría en el film de Trumbo protagonizado por Ryan O'Neal, Schnabel recurre a los flashbacks para narrar acciones previas al achaque, cuando Bauby todavía no padecía el síndrome del cautiverio que convirtió su vida diaria en una lucha constante contra los problemas de la incomunicación, y donde los deseos de rendirse o morir estaban a la orden del día. Así, el realizador contrapone la vida anterior del protagonista, dinámica y apasionante (el espectador es testigo de una sesión de fotos donde puede verse al actor Michael Wincott, al músico Lenny Kravitz y al diseñador Jean-Baptiste Mondino haciendo de sí mismos), a su existencia actual, casi vegetativa.



Cabe destacar el espléndido trabajo de Mathieu Amalric como Bauby, un papel que estuvo a punto de interpretar Johnny Depp. Amalric, al que hemos visto a las órdenes de lo más granado del cine francés contemporáneo (Raoul Ruiz, André Téchiné, Olivier Assayas) en Genealogías de un crimen, Alice y Martin o Finales de agosto, principios de septiembre, será el próximo villano de la saga Bond, enfrentándose a Daniel Craig en Quantum of Solace, de Marc Forster. En cuanto al reparto femenino, hay que señalar la presencia de Emmanuelle Seigner, descubrimiento, esposa y musa de Roman Polanski, como la ex mujer de Bauby, y Marie-Josée Croze (Las invasiones bárbaras, Munich) como la logopeda que se encargará de enseñar a Bauby a comunicarse gracias al movimiento de su ojo izquierdo mediante el uso de un alfabeto especial.



Todo ello sin olvidar la presencia de dos veteranos del séptimo arte, que demuestran la cinefilia de un artista plástico como Schnabel: el ya desaparecido Jean-Pierre Cassel en uno de sus últimos trabajos, componiendo dos papeles secundarios; y el gran Max von Sydow como padre del protagonista, y que en tan solo dos escenas demuestra por qué este veterano intérprete, actor fetiche de Ingmar Bergman y el padre Merrin de El exorcista, sigue siendo uno de los grandes nombres del cine europeo.



El 9 de marzo de 1997, apenas unos días después de que el libro Le escaphandre et le papillon llegase a las librerías del país vecino, cosechando de inmediato un considerable éxito y todos los parabienes de la crítica, su autor, Jean-Dominique Bauby, fallecía a la edad de 44 años.



Diez años después, y gracias a esta La escafandra y la mariposa, Julian Schnabel ha conseguido ser nominado al Oscar al Mejor Director, desplazando así nada más y nada menos que a Joe Wright, el firmante de Expiación, cinta que parte como clara favorita en la acaparación de estatuillas doradas. Y aunque nadie apuesta por el pintor y cineasta como ganador del premio -diríamos que los hermanos Coen son los claros favoritos por No es país para viejos-, su nominación constituye la confirmación de su estatus como realizador cinematográfico, al menos de cara a las productoras y distribuidoras. Para la cinefilia ya lo era gracias a la magnífica Antes que anochezca, que ya toca revisionar.

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