La filmografía de Lawrence Kasdan, nacido en Miami (Florida) en 1949, recuerda en ocasiones a la de aquellos realizadores del cine norteamericano de los años 30, 40 y 50 que, lejos de querer dejar marcada su impronta personal en todo aquello que rodaban, optaron por poner su talento profesional al servicio del sistema de estudios hollywoodiense, adaptándose a todos los géneros (drama, western, terror, policíaco) con pasmosa soltura y filmando aquello que les tocara en suerte o desgracia.
El cine negro con Fuego en el cuerpo (su deslumbrador debut), el costumbrismo de Encuentro o Grand Canyon, la comedia desenfadada con Te amaré hasta que te mate, el western en Silverado y Wyatt Earp (esta última, muy incomprendida en su días, es a nuestro parecer su mejor película), la comedia romántica en French Kiss, o el terror de El cazador de sueños, son los géneros en los que se ha movido hasta la fecha el cine de Kasdan, al menos como realizador de una de las filmografías más discretas a la vez que compactas y solventes de los últimos años; por otro lado, su faceta de guionista ha alcanzado el éxito gracias a su intervención en los libretos de El Imperio contraataca, El retorno del Jedi, En busca del arca perdida o El guardaespaldas.
Una de las películas más interesantes de Kasdan como realizador, y la más difícil de englobar en un género concreto (como no sea ese tan ambiguo de drama, o incluso el de comedia dramática, aunque de comedia tiene lo justo) es El turista accidental, la película que a partir del libro homónimo de Anne Tyler, bestseller del momento según The New York Times, fue estrenada en 1988 con excelentes críticas pero un éxito de taquilla muy moderado, al menos hasta que llegaron los Oscars. En la entrega de aquel año, Geena Davis se alzó con la estatuilla a la Mejor Actriz de Reparto, y el film consiguió otras tres nominaciones destacadas: las de Mejor Película, Mejor Guión Adaptado y Mejor Partitura Original, esta última para el veterano John Williams.
El protagonista del film es William Hurt, uno de los actores fetiche del realizador (el otro es, claro está, Kevin Kline), que interpreta a Macon Leary, un escritor de guías de viajes destinadas a aquellos que, por su profesión y no por placer (es decir, lo mismo que le sucede a él) se ven obligados a desplazarse a otros países pero desean que esto les suponga los menos inconvenientes posibles... entendiendo esto como todo aquello que los saque de su rutina. De esta forma, Leary apuesta por viajar con el equipaje estrictamente imprescindible y llevar siempre un voluminoso libro que le evite la charla con desconocidos; y cuando llega a Londres opta por buscar restaurantes con comida parecida a la norteamericana, o en su visita a París acaba cenando en una velada romántica... en un Burger King.
Como podrán imaginar, el comportamiento profesional de Leary es un reflejo de su vida personal, azotada por una tragedia sin parangón, la muerte de su hijo, y que ha supuesto además la separación de su esposa (interpretada por Kathleen Turner, que ya coincidió con Hurt a las órdenes de Kasdan en la tórrida y negrísima Fuego en el cuerpo). Una existencia gris y anodina desempeñando un trabajo por el que sin duda le pagan muy bien, tiene reconocimiento público y éxito profesional, pero que no le satisface. Como la propia escritora señalaba en su libro, y Kasdan se ocupa de reflejar en la película, "los que pasan el día sentados en una butaca sueñan con viajar, y los que están siempre viajando sueñan con estar sentados en una butaca".
La frase hace acto de aparición por boca de Muriel Pritchett (la citada Geena Davis), tercer lado del triángulo amoroso que protagoniza el film, una adiestradora de perros de comportamiento totalmente opuesto al de Hurt: extrovertida, sociable, habladora, hasta entrometida. Prácticamente la némesis absoluta del personaje de Leary; pero como se suele decir, los opuestos se atraen, y la relación entre ambos será el único modo que tendrá Leary para salir de la depresión (disimulada, como no podía ser de otra forma tratándose de alguien como él) en la que se ve sumido.
Una de las mayores bazas del film es el espléndido trabajo de los actores, destacando particularmente el de un William Hurt soberbio, como casi siempre, en su línea de interpretaciones comedidas e introspectivas pero repletas de matices, y en las antípodas de los excesos de un Pacino o un Nicholson, para entendernos. Sin olvidar, claro está, a las citadas Turner y Davis, así como a Bill Pullman como el editor de Leary y a Amy Wright, David Ogden Stiers y Ed Begley Jr. como los peculiares hermanos de este. Todos ellos, puestos al servicio de un magnífico guión, escrito por Frank Gelati y el propio Kasdan, a partir de un libro en el que Anne Tyler, al contrario que Paul Bowles, no hace distinción alguna entre el turista y el viajero; hilando menos fino distingue solo entre los que saben encontrar placer en el viajar y los que no.
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