martes, 29 de enero de 2008

Bodrios que hay que ver: The Attic

Tom Malloy. Recuerden este nombre; es más, pónganlo en la lista de los hombres más buscados y odiados del planeta. Su crimen: aburrir hasta a las peras de agua. Su instrumento de destrucción: The Attic.



A simple vista, su nombre puede pasar desapercibido: podría pensarse que el máximo responsable de este engendro es la directora Mary Lambert, realizadora que saltó a la fama (es un decir) con El cementerio viviente, a partir de la novela de Stephen King, y su secuela, mucho más floja. Pero no: es el temible Malloy quien está detrás de esta recentísima producción (es de este mismo 2008) que, como perniciosa para la salud que es, se ha propagado con la rapidez del virus ébola.



Porque es Malloy y no otro quien figura como guionista de este engendro de apenas 80 minutos a los que le sobran 79 (hay un minuto de planos estáticos de la casa de los protagonistas, rodeada de césped, que quedan muy resultones en un televisor de plasma de 50 pulgadas). Para más inri, el sujeto no se conforma con eso, y también es uno de los actores principales. Además figura como productor de la cinta, seguramente la única opción que tenía para que llegase a buen puerto: pagarla él de su bolsillo.



Expliquemos de qué va The Attic, si es que va de algo más que de asesinar a sus espectadores mediante ondas hertzianas corrompidas por el tufo del mal (artístico) en estado puro: la acción arranca con un prólogo en el que vemos a una joven de busto exuberante tomando un baño (en la mejor secuencia del film, por dos razones obvias), y que acto seguido huye retozona ante la persecución por parte de una presencia que reside en su hogar. Después nos trasladamos al presente: la familia Callan, formada por una pareja y sus dos hijos ya creciditos, compra la casa que será centro neurálgico de la acción. Los miembros de la familia, que en un principio parecía bastante normal, se van comportando cada vez más como un grupo de tarados disfuncionales, y solo el hijo de la pareja, al que le faltan dos veranos, parece no haber cambiado, actuando de igual manera estúpida que antes.



Pero la verdadera protagonista del film es la hija, Emma, que empieza a obsesionarse con que hay una presencia en el ático de la casa: en dicho espacio surgen símbolos del Zodiaco que hacen referencia a Géminis; esto, y el hecho de que el espíritu es una chica idéntica a ella (una pista más sutil que la anterior), la lleva a sospechar que se trata de una hermana gemela -de nombre Beth- que murió a los doce días de nacer, y cuya existencia le han ocultado. Solo un detective de la Policía, al que conoció como paramédico de jornada partida (sic) y con el que iniciará un romance, parece creerla...

Curiosamente, y aunque sitúa la amenaza en el ático de su hogar, se empeña en que no debe abandonar la casa por los peligros que hay afuera (que alguien me lo explique), y se tira más de cuarenta días sin salir a la calle ni para comprar el Superpop.



Y ya está: la acción avanza de forma tan mortecina y previsible que la película se hace más larga que un maratón con todos los capítulos de Santa Bárbara, y al final se descubre que la protagonista está loca, que la hermana gemela a la que veía solo existe en su imaginación, y que el apuesto joven es paramédico a jornada completa, y su única relación con las fuerzas de la ley es ver Policías de Nueva York por la tele. Y todo termina con una odisea de muerte y destrucción, que ya podría haber ocurrido antes y resolver el asunto en formato de cortometraje.

Pero en un requiebro final, una nueva familia llega a la casa, y una nueva hija adolescente sube al ático, encontrando el espejo que lo empezó todo; es entonces que se le aparece el paramédico-detective, que ahora dice llamarse Brad y trabajar para la agencia inmobiliaria. Ole, ole y ole.



¿El reparto de tamaña tontería? La protagonista es Elisabeth Moss, que hace lo que puede con su ridículo cometido, y es la única que se salva de la quema; el hermano retrasado es el propio Malloy, y visto el guión sospechamos que el retraso mental no es fingido; Jason Lewis es el detective-paramédico-agente de ventas; y los padres corren a cargo del veterano John Savage (pasar de El cazador o El Padrino III a esta bazofia es caer muy bajo) y de Catherine Mary Stewart, a la que los nostálgicos del cine fantástico cutre de los 80 recordarán como protagonista de La noche del cometa y de Starfighter. También aparece por ahí Thomas Jay Ryan, el Henry Fool de Hal Hartley, como psiquiatra de la protagonista.



No pierdan ni un segundo con semejante basura cinematográfica. Si tienen Canal Cocina, en ese momento seguro que alguien está cocinando unos huevos rotos con patatas deliciosos; si solo disponen de las televisiones públicas, haciendo zapping conseguirán ver tan solo anuncios publicitarios hasta que el sueño o la muerte, lo que llegue primero, los rescate de este valle de lágrimas donde estamos condenados a cohabitar todos juntos: ustedes, yo y Tom Malloy.

4 comentarios:

  1. Anónimo3:18 p. m.

    Pues parece que amenaza con "The Alphabet Killer", como actor, guionista y productor...

    Habrá que seguir la carrera de éste chaval, a ver hasta donde puede caer. Aunque, de todas formas, ¿no te parece que cada día es más difícil sorprender al espectador? (con algo bueno, se entiende...)

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  2. Joder Fran, te voy a ser sincero, ahora me da una curiosidad enorme verla...
    Y la última foto me encanta!!!

    Nacho

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  3. Lakimera: Cierto, pero resulta tan difícil sorprender con algo bueno como sorprender con algo tan rematadamente malo como este film.

    Mr. Skellington: tú eres un cerdo. ;-)

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  4. Anónimo3:19 p. m.

    Y además, sorprender con algo malo es más habitual, llamémosle riesgo, falta de ideas o simplemente mal gusto.

    Ejemplos tenemos a miles...

    Saludos

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