domingo, 6 de enero de 2008

American Gangster: La perversión del Sueño Americano



El cineasta Ridley Scott, británico de nacimiento pero norteamericano de adopción profesional, ha demostrado ser capaz de lo mejor y lo peor. No obstante, lo mejor de su filmografía se concentraba en sus primeros años, cuando tras su estupendo debut, Los duelistas, filmó dos obras maestras incontestables del cine fantástico contemporáneo, Alien, el 8º pasajero y Blade Runner. A partir de ahí, y quizás atormentado por lo duro que resultó el fracaso inicial de esta última (que, paradójicamente, es considerada hoy un clásico imprescindible del séptimo arte), su obra empezó a experimentar una debacle que, a pesar de contar con títulos tan dignos como La sombra del testigo o Black Rain, lo abocó sin remedio a la peor etapa de su carrera; aquella en la que filmó películas como Thelma & Louise (por otro lado, un gran éxito de taquilla), la decepcionante 1492: La conquista del Paraíso, la nefasta Tormenta blanca (sin lugar a dudas su peor trabajo, a pesar de Jeff Bridges) y La teniente O'Neill.



A pesar de ello, y una vez dejada atrás la década de los 90, Ridley Scott encadenó películas tan distintas entre sí, pero todas tan solventes, y que además fueron éxitos de taquilla, como Gladiator, la muy reivindicable Hannibal, Black Hawk Derribado (hasta el año pasado, su mejor cinta de esta nueva etapa) o Los impostores. A esta nueva etapa de su obra, cuya mostrada calidad esperamos perdure, pertenece American Gangster, la película que vuelve a situarlo entre los grandes directores del panorama actual.



Vaya por delante que American Gangster, que relata la ascensión y caída de Frank Lucas, el capo de la mafia negra de Harlem durante los años 70, así como la cruzada del policía Richie Roberts por desmantelar el negocio de la droga y atrapar a Lucas, no cuenta nada nuevo; no veremos en sus fotogramas nada que no nos hayan contado ya, ni tampoco nada nuevo en la manera de contarlo, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, William Friedkin o Michael Mann. Nos recordará a El Padrino en la representación familiar del protagonista; a Uno de los nuestros en la importancia del tráfico de droga para el triunfo de los negocios ilegales de la Mafia; a French Connection o -pese a estar ambientada en los años 80- Vivir y morir en L.A., en el dibujo de los policías como hombres que se mueven entre la legalidad y el crimen; o a Heat en el retrato de delincuentes y agentes de la ley como hombres condicionados por su profesionalidad. Pero, aunque no nos cuente nada nuevo, lo que cuenta nos interesa, y el cómo lo cuenta también. Ya saben: es solo rock'n'roll... pero nos gusta.



La película de Scott sigue, de forma paralela, el devenir de ambos protagonistas: por un lado, un Frank Lucas encarnado, con su habitual apariencia de no tener que sudar para lograrlo, por un magnífico Denzel Washington; un humilde delincuente que empezó su carrera como chófer y guardaespaldas de Bumpy Johnson (en el film, un breve y no acreditado, pero excepcional, Clarence Williams III), el primer gran gángster negro de la historia de América, que controló Harlem durante décadas (y que ya protagonizó Hampones, donde le dio vida Laurence Fishburne), para pasar a sustituirlo tras su muerte y que, gracias a la oferta y la demanda en el tráfico de heroína y otras sustancias ilegales, hizo la competencia a la mafia italoamericana (encarnada en la película por actores tan habituales en estas lides como Jon Polito o un estupendo Armand Assante).



Por otro lado, la acción del film sigue las andanzas de Richie Roberts, al que da vida un soberbio Russell Crowe en uno de sus mejores trabajos, aquí como un policía tan honesto que, en la línea del Serpico de Sidney Lumet y Al Pacino, se ganará la desconfianza de sus compañeros de trabajo. Roberts, mientras intenta aprobar la carrera de Derecho y ser consecuente con sus actos profesionales, descuida su vida personal, que incluye a su inminente ex mujer (Carla Gugino) y a su hijo.



Como decíamos: nada nuevo. Pero la maestría de Scott tras la cámara es excepcional, y el guión al que sirve no lo es menos. Por ello, las más de dos horas y media que dura American Gangster se pasan en un suspiro, y el espectador es testigo del proceso laboral que supone la compra de la droga, su adulteración y posterior puesta a la venta, en una estructura narrativa que recuerda a una reciente e infravalorada película, El señor de la guerra de Andrew Niccol, si bien allí el tráfico ilegal era el de armas, personificado en el personaje de Nicolas Cage.



De esta forma, American Gangster retrata a Frank Lucas, además de como un criminal (que, indudablemente, lo era), como un hombre de negocios inteligente y calculador, y además negro: un auténtico pionero que puso su particular grano de arena en la consecución de la igualdad racial, aunque fuese del lado equivocado de la ley. Al hilo de esto merece destacar el momento en que Lucas, bromeando, afirma ante la pregunta de su esposa que el retratado en una fotografía es Martin Luther King, cuando en realidad se trata del fallecido Bumpy.



Finalmente, American Gangster se constituye como un gran fresco social, en la medida en que abarca varios años de acción y muchos personajes secundarios (atención a Trupo, el corrupto policía encarnado por un soberbio Josh Brolin), pero que está más cerca de la concisión y sequedad de cintas como La otra cara del crimen o Narc, que de la épica digna de epopeyas como Heat o Gangs of New York: carente de cualquier concesión a la galería (los estallidos de violencia, por ejemplo, son escasos en número y comedidos en su forma; la profesionalidad de Lucas y Roberts impide al realizador recrearse en sus acrobacias sexuales), American Gangster viene a ser un retrato pervertido de la búsqueda del Sueño Americano por parte de Frank Lucas, y de cómo un policía honrado se propuso terminar con ese sueño. Y lo consiguió.



En cuanto a Scott, esperamos con ansia sus tres futuros filmes: dos de ellos, Body of Lies y Nottingham, otra vez con el que se ha convertido en su nuevo actor fetiche, Russell Crowe; el tercero, apenas un proyecto en preparación, nada más y nada menos que la adaptación al cine de la celebrada novela de Cormac McCarthy Meridiano de sangre. Esperemos que todas ellas estén en el lado bueno de la balanza, que ha convertido a Ridley Scott, con todos sus defectos y carencias, en un director al que merece la pena seguir de cerca.

[Fotografía 1.ª: Black Hawk derribado.]

2 comentarios:

  1. Anónimo8:30 a. m.

    Por mi de la primera parte de la peli se podian haber ahorrado una buena parte, sino toda, la historia del Crowe con su mujer y el niño, pero la peli esta bien aunque no me entusiasmo (como si lo hizo El Señor de la guerra)

    ResponderEliminar
  2. Anónimo5:51 a. m.

    locufacil@hotmail dice:
    UNA CINTA MAS PARA MI COLECCION DE PELICULAS COMO EL PADRINO I, II y III, ó BONANNO "la verdadera historia del padrino". Sólo con la variante de lo racial. me fascinó CROWELL se ha convertido en unos de mis ACTORES favoritos despues de ver UNA MENTE BRILLANTE y por ahi EL GLADIADOR. Impresiona una vez mas LA FRIALDAD de la gente involucrada en el NEGOCIO DE LA BLANCA....saludos

    ResponderEliminar