domingo, 9 de diciembre de 2007
Resident Evil: Extinción: Secuelas víricas
La saga cinematográfica de Resident Evil ha sido, ya desde el principio, material de derribo. Y es que por la propia naturaleza de su origen -no olvidemos que se trata de la adaptación de un popular videojuego-, poco más se podía sacar de ella.
No se entienda esto como un virulento ataque contra los juegos para PC y consola; nada más lejos de nuestra voluntad. Pero téngase en cuenta que al hablar de estos productos lo hacemos de un material cuyo mayor atractivo es la interacción del consumidor con el mundo de ficción que estos proponen: el poder vivir en primera persona las situaciones más extremas jamás concebidas. Cuando esto se traslada a la gran pantalla y son otros los que viven las aventuras por nosotros, el interés se viene abajo.
Hay excepciones, claro: recordemos la magnífica Silent Hill, si bien el mérito siempre será de un director (en aquel caso, el francés Christophe Gans) capaz de captar una atmósfera y trabajar con la puesta en escena, el montaje y los encuadres, de forma que supere el material del que parte para ofrecer, al menos, un producto entretenido y formalmente cinematográfico.
No ocurre así con la saga de Resident Evil, que hasta la fecha ha contado con tres directores nada inspirados. El primero fue Paul W. S. Anderson, ideólogo de la franquicia, que se ha mantenido como guionista de las entregas posteriores, y que parece haber concebido la saga a mayor gloria de su pareja, la actriz y modelo Milla Jovovich, convertida en la gran pantalla en Alice, mortífera luchadora contra las hordas de zombis creados en la Corporación Umbrella.
Si en Resident Evil: Apocalipsis fue el debutante Alexander Witt, hasta entonces (y después de aquello) director de segunda unidad y miembro del equipo de cámara, el encargado de mover la susodicha, en esta Resident Evil: Extinción es el veterano realizador australiano Russell Mulcahy quien firma la propuesta, un trabajo muy alejado en calidad y logros de su debut con Razorback o de la soberbia Los Inmortales, mítica producción de los años 80 que también dio origen a una saga -cinematográfica y televisiva- de infausto recuerdo.
Como obliga al tratarse de una secuela en toda regla, volvemos a encontrarnos con algunos personajes de la entrega anterior, como Carlos Olivera (Oded Fehr) o L. J. (Mike Epps), aquí integrantes de un convoy de supervivientes en un mundo postapocalíptico (nunca mejor dicho, dado el título del segundo film) plagado de muertos vivientes. También reaparece el doctor Isaacs, como representante de la Corporación Umbrella, origen del virus que asola la humanidad.
Y como no podía ser de otra forma, también hay que aportar novedades en el casting: aquí, la principal es Claire, líder del mencionado convoy, a la que da vida Ali Larter, intérprete que tras participar en producciones como Destino final o House on Haunted Hill, vive su mejor momento gracias a su trabajo en la serie Héroes.
No esperen más novedades: Mulcahy y Anderson ponen el piloto automático, y bebiendo de diversas fuentes (el cine postapocalíptico estilo Mad Max; las películas de zombis de George Romero, particularmente El día de los muertos y La tierra de los muertos vivientes; incluso el cómic Los muertos vivientes de Robert Kirkman) ofrecen una prolongación innecesaria de la historia, que avanza de forma más mortecina que los propios zombis de la ficción, y que solo consigue brillar en algunos momentos muy concretos: sobre todo, el brillante prólogo pre créditos, que muestra la fosa común repleta de clones de la protagonista.
Por lo demás, un film absolutamente inocuo, que puede verse como ya ocurrió con la segunda entrega: sin necesidad de pensar ni por un segundo, y que aunque pueda entretener durante hora y media (en el mejor de los casos) se olvida al minuto de abandonar la sala.
Una peli que responde a la pregunta ¿Cuantos zombies caben en un container?...Muchiiiisimos.
ResponderEliminarNo soy ningun experto del cine, pero su critica me parece mala con avaricia si tomamos de partida lo que dice en el primer parrafo.
ResponderEliminar"La saga cinematográfica de Resident Evil ha sido, ya desde el principio, material de derribo. Y es que por la propia naturaleza de su origen -no olvidemos que se trata de la adaptación de un popular videojuego-, poco más se podía sacar de ella."
Topicazo al canto, me jugaria algo al afirmar que hay videojuegos que tienen mas historia de acontecimientos solidos y bien trabajados de lo que pueda imaginar. La naturaleza de origen es la correspondiente a la del ser humano que ha creado esa historia y no el que se desarrolle en un videojuego por primera vez.
Sobre el argumento en el que se basa para afirmar lo citado antes, le digo por experiencia que esa vision es muy pobre para un mundo con decenas de millones de jugadores. Como puede esperar de tal numero, muchos ellos lo hacen por razones distintas y no solo por interpretar un rol y vivir una historia.
Quizá tenga ud razón, y si como afirma no es un experto en cine -yo tampoco lo soy, conste-, menos aún lo soy de los videojuegos... aunque he jugado a varios, como todo el mundo, y no tengo nada en contra de los mismos a priori.
ResponderEliminarCon todo, sigo pensando que por lo general -es una generalización, desde luego, y no valdrá para todo el mundo, pero sí creo que para la gran mayoría- el atractivo de los videojuegos es sentir que se vive la experiencia en primera persona, y como eso se pierde en su traslación de medio al cine... pues la mayoría pierden todo su interés, y los resultados cantan bastante: las adaptaciones al cine de videojuegos suelen ser o mediocres o directamente risibles, con excepciones ilustres como la estupenda SILENT HILL.
Pero claro, ya le digo, es una opinión, tan respetable -espero- como la suya.