jueves, 13 de diciembre de 2007

El zombi primigenio

1932 se ha convertido en un año histórico para el devenir del cine fantástico: mientras Tod Browning filmaba Freaks (La parada de los monstruos), sin duda alguna una de las diez mejores películas de terror de todos los tiempos, el desconocido Victor Halperin rodaba la que iba a convertirse en el primer título de un subgénero hoy tan de moda como el de las películas de zombis o muertos vivientes: White Zombie, que aquí se llamó La legión de los hombres sin alma.



Protagonizada por el emblemático Bela Lugosi (que había sido Drácula el año anterior, precisamente a las órdenes de Browning), White Zombie ha dejado una impronta imperecedera en el cine protagonizado por muertos vivientes, una herencia fácilmente detectable sobre todo en un título también imprescindible del subgénero, aunque más visto que el que nos ocupa: Yo anduve con un zombi, de Jacques Tourneur.



No obstante, y aunque Lugosi encabece el reparto, su intervención como Legrende, líder del ejército de muertos vivientes, es más bien breve, siendo los verdaderos protagonistas otros miembros del reparto: John Harron y Madge Bellamy interpretan a Neil y Madeleine Parker, una joven pareja que viaja a la exótica Haití para contraer matrimonio; Joseph Cawthorn interpreta al doctor Bruner, un misionero que representa la voz de la razón y la ciencia... si bien está abierto a otras culturas y otros mundos (esto es, un trasunto del Van Helsing de Drácula); finalmente nos encontramos con Robert Frazer en la piel del noble Charles Beaumont, aristócrata que invita a los Parker a su mansión, y cuyo deseo oculto por poseer a Madeleine desencadenará el drama del film.



Este no es otro que el asesinato de Madeleine y robo de su cuerpo por parte de la legión de hombres sin alma creados por Legrende, con el fin de convertirla en una muerta en vida y someterla al deseo de Frazer... Un hombre que al final, atormentado por la culpa, acaba empujando al vacío a su socio Legrende para seguirle instantes después, poniendo así fin a la pesadilla de los protagonistas y restaurando el status quo inicial.



El film fue producido por Edward Halperin y dirigido por su hermano Victor (que luego reincidiría en el género con Supernatural o Revolt of the Zombies), y cuenta con una banda sonora a cargo de un no acreditado Xavier Cugat. Es, claro está, una producción de serie B, de escaso presupuesto, con su característico metraje conciso: apenas 67 minutos de duración, que no dejan espacio a digresiones vanas.



Contemplada hoy, casi setenta años después de su estreno, se ve como un film de belleza indiscutible, fruto de un estilo superado por el tiempo que lo dota de una lírica imposible de imitar, y que demuestra que si hoy en día, a partir de las historias de muertos vivientes (cuyo origen es el vudú haitiano y demás supercherías), se puede construir un sólido ejercicio de narrativa (Amanecer de los muertos) o un interesantísimo ensayo social (28 semanas después), la poesía (pues eso y no otra cosa es este White Zombie) es cosa del pasado.



Post Scriptum.- Para un argumento más pormenorizado del film, visítese Hamunter: La legión de los hombres sin alma.

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