domingo, 18 de noviembre de 2007

Invasión: El fin de los días



La novela de Jack Finney Los ladrones de cuerpos ya había sido llevada al cine con anterioridad en tres ocasiones: el primero en adaptarla fue Don Siegel, que en 1956 consiguió con su La invasión de los ladrones de cuerpos un magnífico y muy representativo ejemplo del cine de ciencia ficción de serie B de los años 50, además de una película cargada de lecturas antitéticas: ¿un denuncia de las actividades del senador Mcarthy? ¿O una alarma ante una hipotética invasión comunista? Ambas perspectivas son posibles, aunque el propio Finney negase la lectura política de su obra (como explica Stephen King en las páginas que dedica al libro en su soberbio ensayo Danza macabra).



Tan interesante como la versión de Siegel nos parece La invasión de los ultracuerpos, que dirigiera en 1978 el impersonal Philip Kaufman (autor también de otras adaptaciones, como La insoportable levedad del ser de Milan Kundera o Elegidos para la gloria de Tom Wolfe): este film trasladó la acción a la gran ciudad, y convirtió lo que podría ser una simple historia de ciencia ficción en una visión oscura y pesimista del futuro de la raza humana, con un impecable Donald Sutherland encabezando un compacto reparto.



A comienzos de los años 90 fue el independiente Abel Ferrara quien filmó Body Snatchers (Ladrones de cuerpos), tercera versión del clásico de Finney, llevando la acción del libro a un campamento militar. Más allá de la irónica lectura de este hecho, nos parece que la calidad del film de Ferrara está muy lejos tanto de sus trabajos más significativos (El rey de Nueva York, Teniente corrupto, The Addiction) como de las anteriores versiones de Siegel y Kaufman.



Y hace unas semanas se estrenaba en España Invasión, el nuevo remake, dirigido esta vez por el alemán Olivier Hirschbiegel... aunque al parecer el desacuerdo de su trabajo con el productor Joel Silver llevó a este a contratar a James McTeigue (que debutó con V de Vendetta) para filmar una gran parte del resultado final.



Visto este, sea obra del cinesata alemán autor de El experimento y El hundimiento (dos trabajos soberbios), o del adaptador del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, no entendemos las críticas negativas que ha recibido. Bien es cierto que no está a la altura de las dos primeras películas, pero no las desmerece en absoluto, y en muchos aspectos es claramente superior a la aplaudida versión de Abel Ferrara.



Para empezar, Invasión vuelve a llevar la acción a la gran urbe, facilitando una identificación del espectador con los hechos que no se producía en el cerrado marco castrense de la versión anterior. Dicha identificación, a partir de la tragedia de la protagonista (una magnífica Nicole Kidman), que teme por la pérdida de su hijo y la de su propia identidad, consigue que la película sea uno de los estrenos más entretenidos y absorbentes de la cartelera actual.



Y es que el ritmo del film es implacable, sin tiempos muertos, desde el mismo arranque (un prólogo que muestra a una Kidman obsesionada con no dormirse, con un ansia por tal cosa como no se había visto desde los adolescentes de las primeras cintas de Pesadilla en Elm Street) hasta el mismísimo final, en 99 trepidantes minutos de metraje.



Además, el film cuenta con el acierto de dar los principales papeles protagonistas tanto a Kidman como a Daniel Craig (ambos han trabajado también en La brújula dorada, de estreno inminente), dos intérpretes que se caracterizan por una cierta frialdad y gelidez, tan a propósito en una cinta como esta donde una inteligencia extraterrestre va dominando a la raza humana poco a poco, desposeyéndola de sus emociones. Ahí radica lo mejor del film: ¿cómo saber cuándo alguien ya no es humano, en un mundo en el que cada vez más todos, ante cualquier problema ajeno o la posibilidad de una situación incómoda o incluso violenta, miramos hacia otro lado?



Por si todo lo hasta aquí expuesto fuera poco, la factura del film es impecable, y sus responsables (claro está, no sabemos si el mérito es de Hirschbiegel o de McTeigue, aunque apostamos por el primero) han tenido el atrevimiento de jugar con el montaje adelantando acciones venideras y creando un estado de desasosiego muy apropiado para la historia que se nos cuenta.



Para terminar, señalar la posibilidad de que a algunos espectadores y críticos les haya molestado un final feliz que, la verdad, no nos lo parece tanto: como el amigo de la protagonista, una vez contagiado (aquí los ultracuerpos ya no son copias o clones de los humanos, sino que poseen a estos), le pregunta a esta, el espectador se interroga como aquella acerca de si los humanos estamos del lado de los buenos, si estamos luchando por algo que realmente valga la pena conservar. Y es que cabe la posibilidad de plantearse una respuesta negativa, con todo lo que ello conlleva: el fin de los días, al menos tal y como los conocemos.



Ahora solo queda esperar que llegue la posiblilidad de ver el montaje original de Hirschbiegel: si es más atrevido y radical que el que hemos visto, ya de por sí nada plegado a las convenciones del mercado imperante, podríamos estar ante una joya del género, o incluso una obra maestra del cine.

1 comentario:

  1. Anónimo8:24 a. m.

    La verdad es que me parecía raro que fuera tan mala, aunque aun no la he visto (tampoco me intereso la de Ferrara, la verdad)porque yo siempre seré partidario de la primera version que me impacto a tierna edad.
    Tendre que probara ver que me parece.

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