El año pasado se estrenó en el Festival de Cine de Sitges, precedido por un espectacular simulacro nocturno de lucha en el ring al aire libre, el documental de Nacho Cabana Tres caídas, dedicado al fascinante mundo de la lucha libre mexicana.
Con este largometraje, el realizador español pretende saldar una deuda con la fascinación que le despertó este fenómeno cuando viajó a México, al mismo tiempo que acariciar la oportunidad de revivir el interés que había en la España de los años 70 por el fenómeno de la lucha libre, algo que como manifiesta el fragmento español del film recuerdan muy bien los vecinos del barrio de La Barceloneta.
Pero como es obvio, el grueso de Tres caídas lo componen los testimonios de los propios luchadores mexicanos, tanto consagrados como nuevas promesas, retirados y aspirantes. Entre ellos, destacan auténticas leyendas como el hoy ya fallecido Huracán Ramírez, compañero del mítico Santo, o Fray Tormenta, un sacerdote ex drogadicto que ha participado durante décadas en multitud de combates para poder financiar su orfanato.
Tres caídas no olvida reflejar otros fenómenos de la lucha libre mexicana, como la participación de luchadores minis (esto es, enanos que ejercen de mascotas de sus compañeros, como Máscara Sagrada y Mascarita, o La Parca y La Parquita); o el fascinante submundo de los luchadores exóticos, esto es, la lucha libre gay, un espectáculo increíble para algunos, una degeneración del fenómeno original para otros.
Con todo, el principal propósito de Tres caídas es materializar en la pantalla la existencia de héroes auténticos, verdaderamente vocacionales, que se dejan acompañar por los citados minis como si de sidequicks al más puro estilo de Batman y Robin se tratara, que homenajean a sus héroes favoritos del mundo del cómic (de Batman a Spiderman, pasando por las Tortugas Ninja), y que incluso intentan mantener una identidad secreta: véase el caso de Tinieblas y su hijo, el cual reprime sus ansias por presumir ante sus amigos de la faceta de luchador enmascarado de su progenitor, así como la resistencia de todos y cada uno de los luchadores a quitarse la máscara, ya sea por salvaguardar su vida privada, ya sea por pudor o pura superchería, ante el público o la cámara de Nacho Cabana.
El film, que augura una interesante carrera como documentalista a su máximo responsable, reabre la polémica acerca de la realidad o no de lo que se ve en el ring (por más que puedan producirse accidentes desafortunados, viendo el film es imposible no apreciar el alto grado de falsedad, exageración y puro espectáculo que ofrecen los distintos combates). Al mismo tiempo, demuestra que la lucha libre mexicana no se reduce tan solo a los añorados Santo o Blue Demon: la fascinación de los mexicanos por este fenómeno pervive con fuerza, y es tal que, como afirma en el documental El Último Chingón, "en México levantas una piedra y encuentras siete luchadores, dos cucarachas y un mariachi".
Post Scriptum.- A los interesados en el mundo de la lucha libre mexicana, así como su relación con el cine y otras manifestaciones de la cultura popular o de saldo, se les recomienda la adquisición del fanzine 2000 Maníacos n.º 22 (diciembre de 1999), un monográfico dedicado a México. Si pueden encontrarlo todavía, claro está.
[Enlace recomendado: Cabezabajo: Entrevista a Nacho Cabana.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario