martes, 11 de septiembre de 2007

Bodrios que hay que ver: Troll 2

En muy pocas ocasiones venideras, o eso esperamos, pasará por esta sección de los martes una película tan inenarrable como la que hoy nos ocupa: Troll 2, dirigida en 1990 por el italiano Claudio Fragasso, un film que tuvo durante años el dudoso honor de aparecer reseñado como la 2.ª peor película de la historia del cine (la primera era Manos: The Hands of Fate) según IMDb (The Internet Movie Database).



El realizador, que aparece en los créditos como Drake Floyd, cuenta con una filmografía realmente fascinante: debutó como director, sin aparecer acreditado, filmando parte de la mítica Virus (Apocalipsis caníbal) de Bruno Mattei (aka Vincent Dawn); poco después vendría la inepta Leviatán (¡protagonizada por Alice Cooper y Victoria Vera!), así como un abundante número de secuelas: Emanuelle fuga dall’inferno, Zombi 3, La Casa 5 o Non aprite quella porta 3, todas ellas un magnífico entrenamiento para dirigir esta secuela de Troll, la cinta de 1986 de John Carl Buechler que no hemos podido ver todavía.



Pero dudamos que haga falta ver el film previo visto el resultado de esta secuela, que arranca como una versión exploit de La princesa prometida: un anciano relata a su nieto un cuento protagonizado por goblins, unos terroríficos duendes que se alimentan de humanos a los que convierten previamente en plantas gracias a un mejunje de color verde. Pero el espectador pronto descubre que el hombre murió hace años y que solo su nieto lo ve y escucha. En este apunte radica el único interés de la cinta: como ocurría con el bodrio de la semana pasada, La casa de la abuela, estamos ante una película que sugiere un retrato de un entorno familiar disfuncional detrás de su apariencia de familia prototípica del American way of life, y donde todo lo que venga después muy bien podría suceder solo en la mente de un niño desequilibrado.



La película, producida por David Hills (que no es otro que Joe D’Amato, experto en cine de terror de serie Z, erotismo softcore y porno duro), y con vestuario de Laura Gemser (¡la mítica Emanuelle Negra!), continúa así: el chaval, de nombre Joshua, junto con sus padres y su hermana mayor (a los que siguen el novio de esta y sus amigos en una furgoneta), se trasladan a un pequeño pueblo llamado Nilbog (¿ya se han percatado de que es Goblin al revés? Bueno, pues el niño protagonista, aun siendo el personaje más inteligente y despierto de toda la película, no se dará cuenta hasta que llevemos una interminable hora de metraje), fruto de un intercambio cultural que llevará a una familia de granjeros a vivir en la gran ciudad.



En Nilbog, mientras el resto de su estúpida familia no parece darse cuenta de lo inquietantes que son sus habitantes (que, claro está, son goblins con apariencia humana), Joshua, adoctrinado por su abuelo muerto, descubre la conspiración de los nativos para convertirlos a él y su familia en comida. Detrás de dichas maquinaciones está Creedence, una inquietante mujer que dice descender de una larga tradición de druidas y que lidera a los duendes, sus hijos, con mano firme, monólogos cadenciosos y ojos desorbitados...



Las interpretaciones son de las peores jamás registradas por una cámara: merece especial atención la explosiva sobreactuación de Deborah Reed (Creedence), esposa en la vida real del actor Ving Rhames, y actriz que solo hizo tres películas en 27 años, y que tras Troll 2 parece haber desaparecido convenientemente del mapa artístico; o la sosería y la gesticulación fuera de lugar, respectivamente, de George Hardy y Margo Prey (los padres del protagonista), en la que es -comprensiblemente- la única película de ambos; solo podría salvarse el trabajo de Robert Ormsby (el abuelo Seth), aunque este sea también su único trabajo. Y es que una película como Troll 2 puede acabar con muchas carreras...



Lo demás, en parte ya se lo imaginan pero seguro que sin llegar a alcanzar las cotas del film: diálogos asombrosamente estúpidos que no van a ninguna parte, unos maquillajes y trajes de goma que cualquiera de ustedes podría mejorar en Halloween, comportamientos imposibles de justificar, una escena de sexo tan sorprendente como osada entre un adolescente, una bruja con apariencia de femme fatale y una mazorca de maíz (!);... y un final fascinantemente absurdo, tanto en el enfrentamiento de los buenos con los goblins (era tan fácil vencerles como comer un bocata de salchichón, lleno de grasas, colesterol y toxinas; y, simbolizando las fuerzas del Bien, tocar con concentración y fe -o cara de estreñimiento- una piedra rúnica) como en el presunto susto final.



Disfrutar y padecer al mismo tiempo esta Troll 2, en una comunión con la que no se atreverían ni los cenobitas de Clive Barker, es una de esas experiencias por las que uno tiene que pasar por sí mismo. Ya saben: Que no te lo cuenten. Ven a verlo.

2 comentarios:

  1. Debe ser uno de tus mejores comentarios, o, al menos, de los más divertidos!!

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  2. Y yo que pensaba que con Kung Pow lo había visto todo....

    Me la tienes que pasar!

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