Tras el paréntesis de las vacaciones gijonesas, volvemos con esta sección de los martes, y que ahora dedicamos a una película, Animadoras asesinas, para la que eso de "que hay que ver" se relativiza mucho; porque hay que tenerlos bien puestos para perder ochenta y cinco minutos de tu vida en semejante bazofia fílmica.
El título original de la película, también conocida como Cheerleader Camp (esto es, "Campamento de animadoras") es Bloody pompons, que se traduzca literalmente como "Pompones sangrientos" o coloquialmente como "Malditos pompones" o "Jodidos pompones", sigue teniendo su gracia.
Una gracia que no tiene la cinta en sí, protagonizada por un equipo de animadoras (y sus compañeros músicos) que acuden a un campamento de cheerleaders donde será elegida la Reina de las Animadoras.
El film, dirigido (es un decir) por John Quinn en 1987, y que al parecer tuvo un intento de secuela tres años después que no se llegó a completar (y no me extraña), pretende aúnar los géneros de comedia y terror, imitando tanto a los slasher films tipo Halloween o (sobre todo) Viernes 13 con las películas de adolescentes y humor grueso de sagas como la de los Albóndigas o los Novatos... pero el resultado final es muy triste: no consigue aterrorizar a nadie, y mucho menos hacer reír.
Un guión inexistente, unos actores lamentables, unos diálogos que dan vueltas una vez y otra sobre lo mismo para acabar no diciendo nada... Y las consabidas dosis de sexo gratuito y gore, elementos típicos del género en los 80. Pero créanme: por mucho que intente describírsela, se me escapa por completo. Para entender lo condenadamente mala que es Animadoras asesinas tendrán que verla ustedes mismos. Si se atreven, claro.
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