No resulta extraño entender, una vez vista Last days, que esta película de Gus van Sant haya tardado tanto en estrenarse en España: esta recreación de las últimas horas de vida de Kurt Cobain, cantante de Nirvana, antes de suicidarse, es uno de los trabajos más arriesgados y difíciles que puedan verse en la cartelera ahora mismo.
Esto, de por sí, no es un gran mérito: la obsesión del realizador de Drugstore Cowboy por filmar los tiempos muertos de un grupo de zombies que pasan la mayor parte del tiempo colocados y sin rumbo lo lleva a construir una película sobre lo vacío de la realidad.
El film, que cierra lo que se ha venido a llamar la "Trilogía de la Muerte" de su autor, después de las también experimentales Gerry y Elephant, es una película casi sin argumento: el espectador asiste a poco más de hora y media de las idas y venidas de Blake (el sosías de Cobain, que interpreta Michael Pitt) en la mansión donde pondrá fin a su vida, rodeado de algunos de sus amigos.
Y ya está. En sentido estricto, no hay nada más en Last days. Solamente ese no hay nada más le da sentido al film: Van Sant ha llegado a un punto en el que ya no confía en la ficción entendida de forma convencional. Por ello, como en Elephant, cuenta una misma acción, o un mismo momento, desde varios puntos de vista, fraccionando el tiempo y asimilando la experiencia del espectador al de los personajes, unos no-personajes que se llaman como los actores que los interpretan y que (mal)viven sin plena consciencia del aquí y el ahora.
Por ello, el director de Mi Idaho privado da pocas oportunidades de lucimiento a sus intérpretes, que son Asia Argento, Scott Green o el actor-mago Ricky Jay como podrían ser otros cualquiera. Quizá solo en el poderoso plano sostenido de Lukas Haas y Nicole Vicius hacia el final del film podemos ver un atisbo de interpretación.
Eso sí: lo que en la magnífica y provocadora Elephant, inspirada como esta en un hecho real (la masacre de Columbine), devenía en una mirada políticosocial acerca de la realidad, no se encontrará en Last days. Que cada cual decida por tanto si esta penúltima provocación de Van Sant -acaba de estrenar en Cannes Paranoid Park- merece la pena el viaje.
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